La realidad actual de Pemex se me figura a la de un automóvil clásico circulando en reversa, toda vez que al revisar datos de Jesús Silva Herzog en su libro “El pensamiento Económico, Social y Político de México” el cual constituye toda una clase de Historia.
En el año de 1937, la producción del crudo fue de 46,803,000, año de explotación normal realizada por las empresas extranjeras expropiadas por el Presidente Lázaro Cárdenas el 18 de marzo de 1938. Para el año de 1965, Petróleos Mexicanos produjo 132,141,000 barriles, suma que en mucho superó la cantidad explotada por las compañías extranjeras.
Es de sobra conocido, que el petróleo constituyó el fomento industrial de México por muchos años, hasta que el descuido de las posteriores administraciones gubernamentales, el abuso del sindicato y sus líderes, la innecesaria y enorme masa de trabajadores y las guerras y competencias entre los países cambiaron el destino y la suerte de Petróleos Mexicanos que hoy lo tiene enfrentando una muy triste agonía al borde del deceso.
Ante esta grave situación, el pasado día 8 de febrero del año en curso, el presidente Enrique Peña Nieto, hizo cambios en su gabinete. A saber, en la Secretaria de Salud fue nombrado José Narro Robles, ex rector de la UNAM; al IMSS llegó Mikel Arriola Peñalosa y en Pemex fue relevado Emilio Lozoya por un efectivo Antonio González Anaya, quien estaba al frente del IMSS al cual pudo sacarlo de la bancarrota.
Cierto o no, el caso Pemex merece comentario aparte, toda vez que se filtró un dialogo poco amable entre el entonces director de la paraestatal y el titular de la Secretaría de Hacienda que más o menos fue en este tono:
– Necesito dinero.
– ¿Cuanto necesitas?
– No lo sé.
– Pues si no lo sabes, mejor renuncia.
Y Emilio Lozoya renunció, aunque le fue ofrecido otro cargo, pero arguyó que lo suyo no es la política. Y sin más, se fue…
Volviendo al nombramiento del nuevo director Pemex, leí en alguna columna periodística, que se le había enviado a Pemex porque es cuñado del innombrable y eso pesa mucho. Claro que si, las relaciones políticas son indispensables en esta carrera llena de granadas en el terreno de batalla. Pero, si hemos de ser prácticos, reconoceremos que Antonio González Anaya hizo un destacado y efectivo trabajo en el IMSS, y eso hay que reconocerlo.
El IMSS, como Pemex, fue orgullo de México por la obra social que desplegó en beneficio de los trabajadores y sus familias. En consecuencia, al aceptar el nombramiento presidencial el nuevo director de una institución en quiebra, como lo es ahora Pemex, tiene un reto enorme, pero quiero creer que posee las capacidades para repetir la hazaña realizada en el IMSS, ya que enseñó lo que sabe hacer sin ayuda del innombrable, al menos no tenemos noticia alguna de ello.
González Anaya va a Pemex en calidad de apagafuegos y en un contexto para el cual el Consejo de Administración está evaluando recortes a sus planes de inversión y gasto corriente. Es decir, nada sencillo el reto ya que Pemex al igual que el IMSS fue devorado por sus trabajadores, directivos y gobiernos, que apretaron demasiado la teta hasta el grado de colocar a esta empresa a un paso de ser importador neto de hidrocarburos.
Pemex, de acuerdo a sus últimos informes, cerró 2015 con un saldo positivo en su comercio exterior de apenas 336 millones de dólares, considerado el más bajo de los últimos 45 años.
Las importaciones que ahora realiza Pemex casi igualan a las exportaciones, principalmente de petróleo crudo, que antaño fueron el soporte financiero principal de las finanzas públicas.
En el presente (2015) las importaciones representaron un gasto de 20 mil 854 millones de dólares, en tanto que las exportaciones representaron 21 mil 190 millones del billete verde. Estas cifras arrojan un evidente desplome en la balanza comercial de la paraestatal de más o menos un 97.3%, ya que comparadas con las del 2014 Pemex tuvo capacidad para producir un superávit de 12 mil 787 millones de dólares, sobre todo, debido al desplome de precios.
Hoy, la situación de Pemex es apremiante, toda vez que su caída, iniciada hace cuatro años, lo ha obligado a comprar prácticamente todos los productos disponibles en el mercado que el año pasado representaron un gasto ya mencionado, que será muy difícil de continuarlo debido a la situación de la caída de los precios internacionales del crudo.
Con este panorama muy general, Antonio González Anaya, tiene la instrucción precisa del presidente Peña Nieto, de que deberá acelerar la transformación de Pemex, a fin de aprovechar la Reforma Energética, así como el fortalecimiento financiero y productivo en el contexto de la baja de precios internacionales del petróleo.
Estos dos puntos nodales para salvar a la institución de la quiebra casi inminente, se dicen fáciles, pero implican elementos que, por el momento, el gobierno mexicano difícilmente puede reunir; me refiero a dinero, el cual, cada día es más caro, y de obtenerlo, significaría contraer más deuda y más recortes al gasto público.
El panorama se ve negro como el petróleo. Sin embargo, algo tremendamente difícil habrá de realizar el gobierno mexicano para salvar de la muerte a Pemex, o, a menos que se quiera cargar históricamente con el San Benito, -valga la cita ahora que estamos tan Papables- de ser “Los Sepultureros de Pemex”.
Twitter: @luis_murat