Hay momentos en la historia que son únicos, irrepetibles, simbólicos, si alguien en la estridencia mediática de los actuales tiempos, propusiera una “manifestación del silencio”, lo tildarían de loco o por lo menos de soñador de utopías, por ello vale la pena recordar, porque recordar es volver a vivir; “¿Cómo le decimos a la gente que no somos vándalos? ¿Cómo responder contra la violencia? ¿Cómo argumentamos la fuerza legitima del movimiento?…con la V de venceremos, con un silencio responsable y contestatario, con una respuesta ingeniosamente construida contra la vociferante ofensiva oficial, en una palabra silencio, a marchar el 13 de septiembre de 1968, en silencio, era la consigna y así fue” –testimonio de Fidelia García-.
La manifestación del silencio además de haber tenido el mérito de ser la expresión más alta del movimiento estudiantil de 1968, pasó a constituirse en un eterno minuto de silencio por los muertos de antes y los que posteriormente a esa fecha el régimen produciría, aún está en mi espíritu la reminiscencia de esa extraordinaria marcha, el sonido que los miles de pasos producían con el caminar recio y definido, la fuerza espiritual que transmitió toda esa energía humana reunida a través de la actitud del silencio…la aparente mansedumbre, por la circunstancia de no producir sonidos hablados contrastaba con el torrente de emoción que reclamaba justicia y comprensión…todos nos hicimos más sensibles a todos, observamos más a nuestros compañeros de marcha conociendo más de nosotros mismos y del mundo que nos circunda, es difícil poder transmitir con palabras las maravillosas enseñanzas de esos momentos, son instantes en que se vive y se siente una claridad excepcional, es como si de pronto el espíritu se elevara y viera hasta siempre” –testimonios del movimiento estudiantil-.
Carlos Monsiváis escribió sobre ese día “el silencio es una estructura, el silencio articula el lenguaje de los manifestantes, de los preparatorianos arrancados del sueño de vivir en un país que se inicia en una rockola y termina en una discotheque, de los estudiantes del Politécnico conscientes ya de la falacia que les hacía ver la lucha de clases como la suma de fiestas fabulosas donde era inconcebible su presencia, el silencio organiza a quienes aceptan un ideal”.
En efecto, como lo apuntan los actores, la Manifestación del Silencio fue el punto culminante del movimiento, las crónicas de la época hablan de 300 a 500 mil manifestantes marchando en silencio, los que pensaban que no podrían resistir la tentación de mentarle la madre a Díaz Ordaz se cubrieron la boca con tela adhesiva, la gente aplaudía, otros lloraban; Marcelino Perello, con quien conversé hace 13 años ya casi de madrugada en el Sep’s de Insurgentes me conto “ahí en ese momento ya habíamos entrado en un momento terrible, la tensión se había ido acumulando, la represión en las calles ya era brutal, a veces la gente olvida que los muertos no fueron sólo en Tlatelolco, que mataron muchachos por las calles por andar pintando una barda…el 13 de septiembre decidimos hacer la manifestación del silencio, yo sugerí que fuera en silencio, basándome en un mitin que se hizo en Cataluña, yo soy de origen catalán, mis papas eran prestigiados catalanes venidos después de la guerra, cuando se cumplieron 25 años del triunfo fascista de Franco en el 64, en Cataluña se organizo el mitin del silencio, se concentro la gente enfrente de la explanada de la Abadía de Montserrat, en silencio, sin decir nada, no se podía, era el tiempo de la dictadura, pero era un silencio que lo decía todo…a las consignas de los fascistas que decían 25 años de paz, los muchachos allá en Barcelona, las tachaban y decían 25 años de silencio”.
“Esa historia del silencio me impresiono mucho, de manera que en el 68, ante la represión brutal que había, propuse vamos a hacer una manifestación silenciosa…y fue impresionante, muchos estudiantes por iniciativa propia llevaron esparadrapos con los que se cubrían la boca, iban en camisetas blancas y con las manos levantadas, porqué se nos había acusado de vándalos, de agresores, de todo…imagínate una manifestación que cuando sale del Museo de Antropología en Chapultepec, éramos unos cientos, la gente temía la represión, el ejército estaba en las calles y a las pocas cuadras ya éramos miles y cuando llegamos al zócalo cientos de miles, solo se oía el ruido de los pies, un ruido que no olvidaré nunca ¡trof, trof, trof,! Y la gente en las banquetas también en silencio, con los puños en alto o con las V de las victorias”. Luego vino el 19 de septiembre la toma de CU por el ejército y los acontecimientos iban configurando el epilogo del 2 de octubre.
Hoy, a 49 años de aquella Manifestación del Silencio, frente a tanta crispación y encono social que padecemos, incluso de la madre naturaleza; no está por demás recordar y honrar a los compañeros que con su silencio expresaron su indignación y rechazo al régimen político imperante. Jóvenes soñadores que como los de hoy luchan contra la intolerancia, el abuso del poder, los supremacistas y los racistas.
Diría Octavio Paz “Así como del fondo de la música brota una nota que vibra crece y se adelgaza, hasta que en otra nota enmudece, brota del fondo del silencio, otro silencio, aguda torre, espada. Y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen, recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes. Y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito. Desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen”.
¿ Alguien puede asegurar que esto ya está decidido ?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh