El formato del primer debate mejoró, empezando por el trabajo de los moderadores que, anteriormente, asumían actitudes protagónicas que no les correspondían.
De inicio, El Bronco le hizo un extraño a Sergio Sarmiento cuando le quitó la palabra sin haber agotado el tiempo de su intervención. “No me quites mi tiempo, no lo vuelvas a hacer”, le advirtió el Bronco. En adelante, el comentarista guardó las formas y cumplió su papel.
Lo mismo hizo Denise Maerker al interrumpir a José Meade en el momento de responder a Ricardo Anaya de si Peña Nieto es corrupto o no lo es.
Por su parte, Azucena, de Milenio Diario bien a secas por ser ligeramente parcial al hacer notar la propuesta del Bronco, la cual llevaba la intención de captar la atención de millones de personas.
Positivo inicio de un debate que tiende a mejorar y eso es bueno para todos.
De inicio, un simplismo machacón que no logró su objetivo, sino que los adversarios de Andrés López le echaron montón como si fueran forcados.
La estrategia de victimizarse falló dado que un debate es diferente a un mitin donde la arenga y el protagonizar el papel de víctima conmueve a las masas, en el debate el quejido de Don Andrés no funcionó.
Debate que marcó la recuperación de Ricardo Anaya y un tanto la de José Meade, pero fue Anaya el que demostró, de nueva cuenta, ser estudioso polemista, dueño de sus emociones y saber para que se acude a un debate y Anaya lo domina con capacidad de argumentación y proyectando seguridad sobre el tema.
El uso constante de cuestionamientos para retar a sus adversarios calan hondo, provocando que el adversario refleje el enfado que causan los señalamientos.
Meade repuso algo de la desventaja que lo mantiene alejado del primero y segundo lugar. A mi juicio, se mantiene en el mismo sitio de las de encuestas.
En cuanto a la eterna víctima de los forcados que siempre le echan montón, se le vio ausente, fuera de escena, extraño en un escenario que le es ajeno porque él es personaje de templetes populares, de las plazas públicas donde las masas furibundas lo aclaman y ríen con las ironías populacheras y ocurrencias que acostumbra.
A mi juicio, la estrategia aconsejada a Andrés López en el sentido de no caer en “provocaciones” no resultó; y es que a un debate se acude a polemizar, a confrontar ideas, a discutir, a probar el conocimiento de los temas a debatir. No se asiste a un debate para no a “caer en provocaciones” como afirma la presidenta de su partido.
Si ese es el juicio, pues mejor no asistir y quedarse en su casa pegando estampitas del Panini del Mundial de futbol en Rusia, a salvo de los forcados que siempre le echan montón.
Negar que Andrés Lopez perdió ventaja en este primer debate es terquedad que engaña al propio candidato; al mismo que los enseñó a obedecerlo. Para ellos el jefe no se equivoca.
El primer debate desbarató un mito al que los encuestadores habían convertido en cuasi verdad, olvidando que en política, en ocasiones, 2 + 2 no son 4.
Lo que sucedió el pasado domingo en el espléndido escenario del Palacio de Minería construido por Manuel Tolsá, el mismo que participó en la construcción del Hospicio Cabañas, en la Catedral de Puebla, en el Palacio del Marquez del Apartado, del Palacio del Conde de Buenavista y, por supuesto, el escultor del Caballito de la Ciudad de México; confirma que en las encuestas el margen de error es muy amplio y que algunas pueden estar amañadas, compradas y ofrecidas al mejor postor.
El primer debate mostró que, en efecto, esta historia todavía no se escribe; que la carrera presidencial se encuentra en sus inicios, y que la estatua se ha movido del sitio donde la habían colocado las encuestas.
Sorprendió la imagen de un líder convertido en fantasma, despegado del mundo real, ausente, débil, sin fuerza para defenderse de los ataques y argumentaciones de los polemistas que, a diferencia de él, se prepararon para enfrentar adversarios que lograron poner en duda la “honestidad valiente” y que hicieron tambalear el mito del Peje.
El debate dejó claro que la contienda es de tres, aunque parece difícil que un tercero supere el espacio que lo separa del primer sitio, a menos que lo imposible se haga posible merced a la magia de la política, ciencia en la que lo imposible no existe, salvo vencer a la muerte.
Por último, la acusación de ser o no dueño de tres departamentos que hizo Meade a López, el inculpado aclaró que los departamentos los heredó y después los heredó a sus hijos y el se quedó con uno. La explicación me suena como aquella posición asumida por el monarca escrita por Bossuet en su libro “La Política Sacada de la Santa Escritura”: El príncipe que trabaja para su estado, trabaja para sus hijos; y el amor que tiene hacia su reino lo confunde con el amor que le tiene a su familia, y eso le resulta natural.
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