El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, advirtió hoy a la guerrilla de las FARC de que con atentados como los de la semana pasada, que dejaron una veintena de muertos, se cierran las puertas a un eventual diálogo de paz.
“Haciendo eso, el efecto que produce es totalmente contrario”, afirmó el gobernante tras asegurar que “no es con bombas ni matando inocentes como se puede abrir la puerta del diálogo”.
Santos se refirió a la reciente arremetida rebelde durante una rendición pública de cuentas con motivo de los 18 meses de su Administración.
Una serie de atentados con bombas, supuestamente perpetrados por las FARC, según el Gobierno, dejaron en poblaciones de los departamentos de Cauca, Nariño y Tolima, todos en el suroeste, 19 muertos y 76 heridos, entre civiles y policías.
Los ataques tuvieron como objetivo las estaciones policiales de las localidades de Tumaco, en el departamento de Nariño, y de Villa Rica, en el Cauca, así como un hotel de Cajamarca, en el Tolima.
Estos ataques desataron una ola de rechazo y condena dentro y fuera del país que llevó al Secretariado o mando central de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a sostener que no se trató de “acciones indiscriminadas contra la población civil”.
Los rebeldes remarcaron esta semana, en una declaración pública por internet, que sus “únicos objetivos militares son las fuerzas armadas del Estado colombiano y las bandas criminales a su servicio”.
Pero el presidente recordó hoy que desde el mismo momento en el que asumió el poder, en agosto de 2010, dejó claro a los insurgentes que la puerta del diálogo no estaba cerrada con llave.
Y les notificó, prosiguió Santos, que para ello era necesario “un desarme real de los espíritus construido sobre cimientos perdurables” que no alimentaran falsas esperanzas ni condujeran a nuevas frustraciones a un país que anhela la paz.
En su alocución de hoy, el presidente colombiano se reservó el derecho de conservar en sus bolsillos la llave del diálogo y de defenderla de juegos externos, así como de aceptar o no la participación de portavoces o intermediarios nacionales o internacionales.
Lo hizo al opinar que no hay mejor forma de ahuyentar la paz que hablar de ella todo el tiempo y, sobre todo, en un contexto desfavorable, por la falta de condiciones para el diálogo.
Mientras tanto, la instrucción gubernamental es seguir con la guerra contra los rebeldes, los narcotraficantes y las bandas criminales (bacrim), denominación dada a los herederos de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que se disolvieron en 2006 tras desarmar a más de 31.000 paramilitares.
Esa lucha ha llevado desde agosto de 2010 a la captura de 8.300 miembros de grupos armados ilegales, a la deserción de otros 2.500 y a la muerte en combate de 576 más, según cifras oficiales.
Entre los caídos a manos del Ejército está “Alfonso Cano”, alias del jefe máximo de las FARC, quien perdió la vida en noviembre pasado, en el mayor golpe a esta guerrilla en su trayectoria de casi 48 años; así como “Mono Jojoy”, alias del responsable militar de la misma guerrilla, muerto en septiembre de 2010.
Son acciones que sólo las pueden realizar unas fuerzas de seguridad con la moral en alto, aclaró Santos al aludir a algunas voces que advierten de un desaliento en las tropas.
Una de ellas es la de su predecesor, el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), cada día más distanciado del actual mandatario y quien ante la escalada de atentados clamó a través de su cuenta de twitter que en Colombia se siente una “creciente preocupación ciudadana”.
Lo cierto es que la actividad de las FARC se incrementó durante 2011, al pasar de 1.947 acciones armadas en 2010 a 2.148 el año pasado, según el informe difundido ayer por la Corporación Nuevo Arco Iris, ONG especializada en analizar el conflicto armado colombiano.
EFE