Con diez viajes a Iberoamérica en un año, el presidente español Pedro Sánchez ha aumentadola presencia española en la región, pero sin incidiren la geopolítica internacional; así, esas visitas podrían caer en el rubro del turismo político tradicional. Desde la transición de 1978, España no ha tenido la habilidad para construir en Iberoamérica una influenciageopolítica que pudiera colocar a la Unión Europa como un contrapeso al imperialismo monroísta de la Casa Blanca.
La visita la semana pasada de Sánchez a México para un encuentrode Estado con el nuevo presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se redujo a la presentación del enfoque español sobre la crisisen Venezuela, pero con un presidente mexicano más aliado de Maduro que de los países en contra. El problema mayor, en todo caso se localiza en la agendareducida de Europa para la celebración de nuevas elecciones, cuando la crisis es de estructura de poder.
Hay una coincidencia histórica en la relación España-México: a mediados del 2001 visitó México el presidente José María Aznar y le tocó atestiguar la alternanciapartidista en México del PRI al conservador PAN (dentro de la Internacional Democristiana) con el presidente Vicente Fox; hoy llega a México el socialista Sánchez y en México gobierna un populistamás cercano a la socialdemocracia que el PRI.
La presencia de España en México y América ha tenido más indiciosde negocios que de geopolítica; en México, por ejemplo, los principales bancos españoles tienen el control del sector y hoy esos bancos están padeciendo el acoso regulatorio del gobierno de López Obrador que quiere aumentarel control institucional sobre comisiones y manejo de dinero. Para la distribución de fondos sociales directos a los beneficiarios de los sectores más pobres, López Obrador escogióa un banco mexicano, Banco Azteca, que por lo demás está aliado al poderoso consorcio televisivo TV Azteca. Y la decisión se dio con una iniciativa legislativa, congelada casi de inmediato, de bajar por decisión del congreso el cobro de comisiones bancarias.
Iberoamérica sigue siendo un territorio importante de la geopolíticaespañola y europea. Bueno, debería serlo. En la crisis de Venezuela está imponiéndose la Doctrina Monroeque señala, en síntesis, que América debe ser para los americanos, entendiendo que América es los EE. UU. y los americanos son los estadunidenses. Y lo mismo ha ocurridocon demócratas que con republicanos, con mayor amplitud política con los primeros.
Los gobiernos de Iberoamérica, por su parte, han carecido de un enfoquegeopolítico para buscar acercamientos estratégicos con Europa. Irán, China y Corea del Norte están penetrando América por el lado sur y del Caribe, pero más con la doctrina de la guerra fríaideológica que para romper el dominio económico de Washington. Los estrategasestadounidenses han encontrado ahí la justificación de las presiones imperiales de la Casa Blanca de Donald Trump contra el gobierno de Nicolás Maduro.
La verdadera disputa en Venezuela se localiza entre el modelo electoral que exige Trump y al que se ha sumado la Unión Europea y la necesidad de que en ese país haya una reorganizaciónde sistema político/régimen de gobierno/Estado. El presidente legítimoJuan Guaidó, por más razones políticas y de oposición que haya, quedó contaminado con la bendiciónpolítica de Trump. Los sectores anti imperialistas de América, en declinación pero con presencia, están ensuciando el cargo de Guaidó con el argumentode que sería un Procónsulde la Casa Blanca.
La geopolítica de la Unión Europea en América es endeble, con poca intensidad y sin tener un enviado especial ante la crisisen Venezuela para evitar la victoria de la estrategia de Trump. De lo poco que se ha filtrado de las conversacionesprivadas de Sánchez con López Obrador se desprende una falta mayor de argumentos más allá del reconocimiento a Guaidó, porque en términos de legitimidad constitucional existen conflictos de presentación de poderes. Es decir, que Guaidó se precipitó al declararse presidente legítimosin argumentos constitucionales probados. Estos datos sobre la falta de argumentos formales fueron dichos por López Obrador.
Venezuela podría ser una oportunidadpara que la Unión Europea organice una globalización geopolítica en torno a intensificación de la democracia. Inclusive, la UE cuenta con clausulas democráticas que debieran de actualizarse a las nuevas circunstancias de los cambiospolíticos en América. Los gobiernos de Iberoamérica han tenido oscilaciones radicales que se agotan en victorias ideológicas, pero con un sistema productivo dependiente de las importaciones de los EE. UU. y sin explorar otros mercados. La globalizaciónen Iberoamérica fue dictada por el Consenso de Washingtonde diciembre de 1989: la apertura al capitalismo depredador de Washington.
La visita de Sánchez a México careció de resultados porque se centró sólo en el reconocimientode Guaidó y no en un replanteamiento del escenario geopolítico y el papel que podría jugar la UE en la promoción de la democracia. Luego de esa visita, la iniciativa geopolítica sigue siendo la de la Casa Blanca de Trump. De ahí la importancia de que la UE deba designara un enviado especial a Iberoamérica para recopilar información sobre las otrasopciones para Venezuela, con el fin de disminuir el fundamentalismo ideológico de Trump.
Por lo demás, fue muy significativo que el viajede Sánchez a México hubiera pasado de noche en la prensa española, un poco por el tradicional desdén de ignorar el valor geopolítico de Iberoamérica, otro poco por el agobiode la crisis interna en España y algo más por la falta de estrategia mediática en el viaje de turismo político del presidente del gobierno español.
Pero Iberoamérica sigue a la espera de que exista una visióngeopolítica de Europa a una región explotada por los intereses geopolíticos de los EE. UU.