Salinas ante 1994 (4): alianza LDC-MCS enfureció a CSG: Carlos Ramírez

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En la película JFK, de Oliver Stone, el fiscal Jim Garrison busca a un ex responsable de operaciones especiales de la CIA para indagar el trasfondo político del asesinato en Dallas como un crimen del poder. El espía no le dio nombres, pero le dijo que lo importante era responder a tres por qué:

1.- ¿Por qué mataron a Kennedy?

2.- ¿Quién se benefició?

3.- ¿Quién tiene el poder para encubrirlo?

En una carta enviada el 5 de octubre de 1995 a Luis Colosio Fernández, padre de Luis Donaldo, Manuel Camacho Solís por primera vez aportó elementos para consolidar la tesis del asesinado de Colosio como un crimen del poder.

Dos líneas de la carta siguen vigentes: “de acuerdo con la información proporcionada por la autoridad competente (la PGR), cada vez es más claro que el asesinato de Luis Donaldo Colosio hubo una acción concertada”.

Y a la manera de la película JFK, Camacho plantea sus preguntas de contexto: “volver al tema de que fue un clima, un ambiente político el que llevó al asesinato de Luis Donaldo Colosio, distrae la atención del tema central: ¿quién fue el responsable moral, intelectual y material de la muerte de Colosio? ¿A quién le resulta útil, a estas alturas, hablar de un clima, en vez de descubrir y castigar, ya, a los asesinos?

Camacho se convirtió en el factor disruptor del proceso de sucesión presidencial resuelto el 28 de noviembre de 1993. Hombre de convicciones y sin dobleces, Camacho condenó la nominación de Colosio y la acreditó a “grupos de interés” comandados por Joseph-Marie Córdoba Montoya, el súper asesor salinista. Cuando estalló la crisis zapatista, el presidente Salinas de Gortari enfrentó dos opciones: la de la represión brutal contra los alzados, que era de Córdoba; y la de la negociación de la paz, que aconsejó Camacho. El argumento de Camacho fue contundente: como canciller no iba a justificar al mundo si habían sido diez o 500 los guerrilleros muertos en la represión.

El presidente nombró a Camacho como negociador de la paz y su condición burocrática abrió otras discusiones: si iba como funcionario con cargo, los zapatistas lo repudiarían; pero con cargo honorario de comisionado para la paz mantenía –decía Córdoba– sus derechos constitucionales para ser candidato en algún momento. Se repetía el escenario de septiembre de 1982: el presidente López Portillo afirmó que De la Madrid no era el presidente para la expropiación de la banca; en 1994, Colosio no era el candidato para la crisis de Chiapas.

Camacho fue a negociar la paz sin cargo y el entorno salinista le hizo la guerra palaciega. Pero lo que realmente enfureció a Salinas de Gortari fue el acercamiento político de Colosio con Camacho, luego de que Colosio se había acercado a Cárdenas y sobre todo a columnistas considerados en Los Pinos como anti salinistas. En ese escenario surgió la frase acreditada a Córdoba: “Salinas es más camachista, que Camacho salinista”. Esas nuevas relaciones de Colosio estaban derrotando la continuidad neoliberal en la sucesión.

En su carta al papá de Colosio, Camacho confirmó que aceptó reunirse con Colosio después del discurso del 6 de marzo. Y tuvieron un encuentro el 17 de marzo en casa del político Luis Martínez Fernández del Campo, menos de una semana antes del asesinato. “Ahí coincidimos en la necesidad de una transición democrática” que Salinas de Gortari había repudiado. El pacto se consolidó con el cargo ofrecido por Colosio y aceptado de Camacho como secretario de Gobernación del gabinete colosista para operar la transición. Colosio fue muy elogioso de Camacho en un boletín de prensa.

En su carta, Camacho aportó otro elemento interpretativo del crimen en Lomas Taurinas: “yo no fui ni podía ser el beneficiario de la muerte de Luis Donaldo Colosio”; en efecto, el beneficiario es una hipótesis pericial en indagatorias criminales. Y el beneficiario del asesinato fue Ernesto Zedillo Ponce de León, el valido de Córdoba, quien fue impuesto por Salinas de Gortari como el candidato de relevo por su perfil neoliberal y anti camachista. La muerte de Colosio y el relevo de Zedillo en la candidatura salvaron la continuidad del modelo económico neoliberal.

Y el relevo, sostuvo Camacho, “desató una lucha por el poder con tres figuras políticas al frente”. Camacho no dio nombres, pero luego se supo que el PRI quería imponer a Pedro Joaquín Coldwell, el ex presidente Luis Echeverría propuso a Emilio Gamboa Patrón y Córdoba controló a Salinas de Gortari para que la candidatura fuera de Zedillo como únicagarantía de continuidad neoliberal. A Camacho le echaron el cadáver de Colosio encima para evitar su nominación sustituta y en ese juego cayó la viuda Diana Laura Riojas, entonces ya controlada por salinistas anti camachistas.

La conclusión de Camacho, basada en la indagatoria oficial, de que el asesinato de Colosio fue una “acción concertada” es otro elemento para reabrir el caso del 23 de marzo de 1994 y colocarlo en la charola de crimen del poder.

Política para dummies: La política es la disputa por el poder por cualquier vía, como lo probó el asesinato de Colosio.

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@carlosramirezh