Rufino, el rufián de Idiomas UABJO

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En la Facultad de Idiomas lo conocen con un sobrenombre que resume todos sus vicios: Rufián. Su megalomanía lo ha llevado a colocar en su perfil de Facebook, al lado de sus fotos con escasa ropa, la siguiente frase: Rufino, la leyenda continúa.

 

Rufino Vásquez Manuel, originario del municipio de Zaachila, es de cuna humilde; sin embargo, hoy habita una mansión que ha dejado boquiabierto a las personas que han tenido la fortuna (o el infortunio) de conocerla.

Fue director de la Facultad de Idiomas a la par que Francisco Martínez Neri era Rector de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca. Joven aplicado cuando estudiante, buen guía cuando profesor, educado y respetuoso con sus compañeros, pero apenas gozó las mieles del poder, su carácter cambió.

Prepotente y déspota con sus subalternos, intolerante y abusivo con los alumnos, dio la espalda a su mentor Martínez Neri, ya en los últimos días de su rectorado,  para sumarse al proyecto de Rafael Torres Valdez.

Una vez Torres Valdez en la silla rectoral, el chaquetazo le valió a Rufino la Secretaría General del Sindicato Universitario de Maestros. Desde ahí, “El Maestro Refino” –mote ganado por su manía de vestir trajes de tres piezas a la medida y portar lentes oscuros en las fiestas nocturnas–, siguió manteniendo un férreo cacicazgo en Idiomas, a través de directores títere.

Su paso por el SUMA fue desastroso. Conflictuado con los agremiados, enfrentado con sus antiguos compañeros, las cuentas en números rojos, Vásquez Manuel no pudo dejar un sucesor a modo para tapa el cochinero e impulsar a su candidata a la Rectoría.

De nada valió el dineral desviado desde la Rectoría para comprar votos y voluntades, ni las amenazas desesperadas de Rufino a los docentes: perdió de manera limpia y contundente. Y si en un principio se negó a firmar el acta donde se da fe del triunfo de Manuel Jiménez Arango, al final lo hizo movido por algo más fuerte que él: su orgullo.

Tras el proceso electoral en la UABJO, donde su candidata también resultó vapuleada, Rufino Vásquez Manuel buscó refugio en su Facultad, pero se topó con una sorpresa: un grupo de profesores hastiados de cacicazgo había formado un frente en su contra.

Su primera respuesta fue la represión, pero con esa actitud logró unir a más docentes y alumnos en su contra. Fue cuestión de tiempo para que el mismo director Diego González Algara asumiera un papel histórico y decidiera poner un alto a las tropelías de “Rufián”.

Desatada su ira, decidió postularse nuevamente como director y sin que existiera convocatoria de por medio, organizó “sus elecciones”, fuera de la institución y con la participación de estudiantes de otras licenciaturas. Obviamente, el proceso fue invalidado por el director en funciones.

Para solucionar el conflicto, las autoridades universitarias intervinieron logrando que se firmara una minuta de acuerdos, la cual finalmente no fue respetada por Rufino, pues en un arranque de desesperación montó una toma de toda Ciudad Universitaria, la cual fue “liberada” horas más tarde por su misma gente.

El montaje incluyó disparos al aire y la golpiza a un estudiante fiel al mismo Vásquez Manuel. El impacto mediático fue instantáneo, pero con el paso de los días ha aflorado la verdad, lo cual lo ha colocado en una situación verdaderamente incómoda.

Repudiado por sus mismos fieles, ahora el ex director ha sido abandonado por quienes en un principio lo habían alentado y hasta apoyado financieramente. En un callejón sin salida, Rufino tiene una sola oportunidad para poder salir lo menos golpeado posible. Sin embargo, es dudoso que opte por la salida decorosa, pues él es su peor enemigo.

Agencia JM