Dilma Rousseff llegó al poder en 2011,y desde entonces la economía de Brasil se ha ido desacelerando, con industrias poco competitivas, alta inflación y duras políticas gubernamentales que erosionaron la confianza de los inversionistas y los consumidores.
La candidata oficialista ha basado su campaña por la reelección en los 12 años de Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) al que pertenece -incluyendo la gestión de Luiz Inácio Lula da Silva-, cuando la economía creció cerca del 50%, sacando de la pobreza a más de 30 millones de personas y llevando el desempleo a mínimos históricos.
En 2010, cuando el crecimiento económico era de un robusto 7.5%, el futuro parecía brillante para la clase media emergente, considerada el mayor legado de Lula da Silva: unos 108 millones de personas, casi el 54% de la población total, se vieron beneficiadas por un aumento a los salarios y un mayor acceso al crédito cuando el auge económico les abrió la puerta a bienes y servicios que eran inalcanzables.
En las elecciones de ese año la mayoría de ese sector votó por Rousseff, en gran medida porque era la sucesora de Lula.
Sin embargo, en 2014 la situación es diferente. La economía del país sudamericano creció apenas 2.5% en 2013, y en los primeros seis meses de este año cayó en su primera recesión en cinco años, lo que llevó a muchas empresas, desde manufactureras hasta minoristas, a reducir sus nóminas de trabajadores.
Inflación
La inflación es otro problema y ha sido un tema importante de campaña para las elecciones presidenciales, en las que Rousseff mantiene una ligera ventaja frente a su rival más cercana, la candidata de oposición Marina Silva, con quien se medirá en las elecciones del próximo 5 de octubre.
Rousseff obtendría un 38% de la intención de voto en la primera vuelta del 5 de octubre, seguida por Silva con un 25% y por el candidato socialdemócrata Aécio Neves con un 17%, de acuerdo con un sondeo de la firma Vox Populi publicado la semana pasada.
En una eventual segunda vuelta entre las dos candidatas, Rousseff obtendría un 42% y Silva un 41%.
Los precios al consumidor han permanecido altos y han afectado la confianza de los consumidores y los inversionistas en los últimos años.
Hasta septiembre, la inflación se ubicó en 6.62%, por encima del objetivo del Gobierno de 4.5%, con un margen de tolerancia de dos puntos porcentuales, lo que ha llevado al Banco Central brasileño a elevar las tasas a máximos de dos años.
Expertos esperaban que la entidad monetaria recortara las tasas de interés para alentar a la economía. “La recesión ejerce una gran presión sobre el Banco Central para que apoye a la economía”, dijo a Reuters Neil Shearing, economista de Capital Economics en Londres. “Pero cualquier medida de estímulo en este momento es un riesgo. Podría hacer más daño que bien”.
En su última reunión de política monetaria, el Banco Central dijo que mantendrá las tasas de interés altas por algún tiempo para contener la inflación.
Desempleo
El estado del mercado laboral es también uno de los temas clave en las elecciones.
Dilma Rousseff exhibía orgullosamente al desempleo de Brasil como uno de los más bajos del mundo, y la tasa se ha mantenido entre 5 y 6% durante los años del Gobierno de Rousseff, de acuerdo con cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En 2013, la tasa culminó en 5.38% y en agosto alcanzó el 5%, lo que apuntó a que los daños de la recesión estaban llegando al mercado laboral.
Pese a todo, muchos siguen apoyando a Rousseff. El Partido de los Trabajadores sigue teniendo una fuerte implantación entre los más pobres y en el ámbito rural, principales beneficiarios de los programas de bienestar social, subsidios de vivienda y ayudas educativas.
Con información de Reuters.