Romney sigue con vida en la carrera

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En medio de varios estados indecisos y encuestas nacionales que muestran al presidente Obama extender su ventaja de un dígito sobre su rival republicano, Mitt Romney, es fácil llegar a la conclusión de que se podría presenciar en estos momentos una victoria electoral arrolladora en proceso.

 

Sin embargo, hay muchas de razones -históricas y financieras, sobre todo- para creer que el resultado más probable es una carrera más reñida que una segunda victoria cómoda para Obama.

De principio, hay que mirar al 2008, que fue uno de los mejores años en la historia presidencial demócrata moderna. No sólo el entonces candidato, Obama, entusiasmó a un movimiento nacional detrás de su campaña, sino también se benefició del hecho que su rival, el senador John McCain, nunca pudo dejar detrás la sombra de George W. Bush o convencer al público estadounidense de que estaba bien versado en la economía.

Al agregar esos factores políticos ambientales al hecho de que Obama recaudó y gastó arriba de 750 millones de dólares, mientras que McCain aceptó la financiación pública que limitó su gasto a 84 millones de dólares -en algunos estados, los demócratas gastaron hasta 10 veces más que los republicanos- quedó claro que Obama logró algo muy cercano a una marca demócrata en el 2008.

¿Cuál fue esa marca? ¿Acaso Obama ganó 60% del voto popular o 500 votos electorales? No.

Obama ganó 52.9% de los votos frente a 45.6% para McCain. Obama tuvo 365 votos electorales contra 173 de McCain.

El 52.9% del voto popular de Obama se trató de la segunda ocasión desde 1964 en la que un candidato presidencial demócrata ganaba 50% o más del voto popular nacional. (Jimmy Carter obtuvo exactamente 50% en 1976). En ese mismo periodo, los candidatos republicanos rompieron la barrera de 50% del voto popular cinco veces: en 1972, 1980, 1984, 1988 y el 2004.

La historia del voto popular es similar en los tres estados indecisos de las últimas dos elecciones: Ohio, Virginia y Florida. Obama ganó los tres en el 2008, pero sólo en Virginia -donde su margen fue de 6.3%- logró lo que podría llamarse una victoria decisiva. (Obama ganó en Florida por dos puntos y medio, y en Ohio por cuatro puntos). En ninguno de esos tres estados Obama derrotó a McCain por más de 250,000 votos -un hallazgo notable dado que se emitieron 3.6 millones de votos en Virginia, 5.2 millones en Ohio y 8 millones en Florida.

Nadie -ni siquiera los aliados más fieles de Obama- discutiría que el ambiente político en 40 días será lejano a ser tan favorable como lo fue en noviembre del 2008.

Los constantes problemas de la economía, así como los mediocres números de empleo de Obama, prácticamente aseguran que el tipo de paisaje del que gozaba hace cuatro años no se repetirá el 6 de noviembre de este año.

Y la ventaja financiera que Obama tenía sobre McCain no sólo no se repetirá, sino que podría ser opuesta. Romney y el Partido Republicano tienen en conjunto 40 millones dólares más para gastar que Obama y el Partido Demócrata en las últimas semanas de la campaña -una nada despreciable suma en tan sólo seis semanas.

Teniendo en cuenta estos dos factores, es difícil imaginar que Obama tendría los mismos totales de votos con los que contó en los estados indecisos como a nivel nacional en el 2008. Incluso si Obama logra obtener una cantidad de votos ligeramente por debajo de sus márgenes de hace cuatro años, entonces, Romney podría tener una oportunidad de ganar en unos cuantos estados indecisos, que necesita para llegar a los 270 votos electorales.

Desde luego, todo esto no significa que Obama no está a la cabeza en estos momentos. De hecho, lo está. Pero sí significa que es más probable que su margen podría estrecharse -tanto en estados indecisos como a nivel nacional- en lugar de agrandarse entre hoy y el día de las elecciones.

El país sigue profundamente dividido a lo largo de líneas partidistas y parece poco probable que esto cambie de manera significativa antes de la votación.

Agencias