La posibilidad de revisar, pero sobre todo analizar el pasado, sin duda nos permitirá tomar decisiones como ciudadanos para exigir a la clase política el cumplimiento de sus compromisos con la sociedad. Pocas actividades se encuentran tan desprestigiadas hoy en día como el ejercicio de los cargos públicos, algunos refieren ese descrédito como inherente a la política, pero la realidad del rechazo es el binomio mental acentuado en el pensamiento del ciudadano común al asociar como equivalencia funcionario=ratero, sinónimo por cierto ganado a pulso. Echando la memoria para atrás nos topamos con el sexenio de Luis Echeverría Álvarez, presidente de México de 1970 a 1976, como el último mandatario del viejo cuño autoritario, el cual aplicó el estilo vertical hasta la exacerbación: mano dura en lo político, paternalismo sin límite, burocracia en su máxima expresión, corrupción. La estructura de gobierno no aceptaba nada que no fuera conectado al PRI como partido único en el ejercicio del poder. La manipulación de los hilos de ese poder fue manifiesta cuando Echeverría provocó el conflicto de 1968 como secretario de Gobernación entre los estudiantes y el gobierno federal, para luego clavarle la daga de la traición a quien fuera su jefe, Gustavo Díaz Ordaz, al guardar un minuto de silencio por los jóvenes caídos en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, cuando ya era candidato presidencial. En tanto, nuestro estado comenzó por esas épocas a vivir un relevo sucesivo de gobernadores: Víctor Bravo Ahuja del 68 al 70; Fernando Gómez Sandoval del 70 al 74; Manuel Zárate Áquino del 74 al 77; y Eliseo Jiménez Ruiz del 77 al 80. Ninguno de estos mandatarios se hubiera atrevido ni siquiera en la imaginación contraponerse al reconocimiento del poder central presidencial. Todos ellos giraron en torno a las decisiones tomadas siempre desde el jefe máximo del país, del PRI como partido y omnipresente en todas las decisiones políticas tomadas en Oaxaca: el presidente de la República.
EL PRINCIPIO DE LA MODERNIDAD
El primer presidente que comenzó a privilegiar los temas económicos sobre los políticos fue José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco, quien gobernó México de 1976 a 1982, aunque al principio intentó revitalizar las viejas formas de la política mexicana, para lo cual colocó a Jesús Reyes Heroles como secretario de Gobernación, el viejo ideólogo precisamente de la política en el país, durante los primeros dos años de su sexenio, pero terminó siendo desplazado por un grupo de jóvenes educados en el extranjero, convencidos de que primero debían resolverse en el país los asuntos económicos y luego los políticos, encabezados por Miguel de la Madrid Hurtado, entre quienes se encontraban Carlos Salinas de Gortari, Jaime Serra Puche, Pedro Aspe Armella y otros. López Portillo se describió a sí mismo en sus memorias compiladas en el libro “Mis Tiempos” como el último presidente de la Revolución Mexicana, toda vez que combinó a los viejos dinosaurios priistas con los neo priistas de la tecnocracia al abrirles a éstos la puerta grande del gobierno federal. En esas fechas, Oaxaca como siempre sucede, iba a la retaguardia de los cambios de la nación, pues a la llegada de López Portillo al gobierno de la República, debió tomar decisiones el presidente para cambiar a Zárate Aquino como gobernador de Oaxaca ante los severos conflictos vividos con la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, la formación de las Coaliciones Obrero Campesina Estudiantil de Oaxaca, Coceo, y la del Istmo, Cocei. La llegada del general Jiménez Ruíz durante 3 años, 77 al 80, fue una decisión tomada desde el centro como una simple recompensa por haber participado el militar oaxaqueño en la captura y ejecución del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos en el estado de Guerrero en diciembre de 1974, pero sin ninguna identificación de Jiménez Ruiz con el grupo político lopezportillista.
LA RUTA ECONÓMICA DE LLENO
Miguel de la Madrid fue presidente de México de 1982 a 1987 y a su llegada sentó en el gabinete de las decisiones importantes a los tecnócratas: Jesús Silva Herzog, Carlos Salinas de Gortari, Pedro Aspe Armella, Manuel Camacho Solís, y Francisco Rojas Gutiérrez, entre otros. Como nunca, el equipo de gobierno federal enfocó su visión a los asuntos de la economía, y aunque seguían políticos antiguos en posiciones importantes como Manuel Barttlett Díaz y Arsenio Farell Cubillas, en realidad su visión de país era cada vez más disminuido por los jóvenes economistas educados en Yale y Harvard. Esta situación provocó una clara tendencia a favor de la sucesión de Salinas de Gortari como una continuación del proyecto de Miguel de la Madrid, con lo cual esa ruta económica se prolongó durante 12 años más en el país, tanto con el propio Salinas, como posteriormente con la llegada de Ernesto Zedillo Ponce de León. Oaxaca vivió su propio ritmo de adaptaciones a la federación sin mayores presiones del cambio económico nacional, pues en 1980, todavía con López Portillo en la presidencia, llegó a nuestra entidad como mandatario el tuxtepecano Pedro Vásquez Colmenares, con una fuerte tendencia de gobernar al viejo estilo de la política priista dictatorial, pero comenzó también a acomodarse al rumbo nacional de incluir en sus filas a jóvenes con rasgos modernistas como Francisco Ángel Villarreal y Diódoro Humberto Carrasco Altamirano. Sin embargo, la fuertes raíces del priismo rígido y tradicional en las provincias arraigó para nuestro estado todavía a personajes arcaicos para gobernarnos, como el caso de Heladio Ramírez López, sucesor de Vásquez Colmenares al irse como el primer director de Seguridad Nacional al gabinete de De la Madrid, y luego de un interinato de una año de Jesús Emilio Martínez Álvarez.
MÉXICO CONTEMPORÁNEO, OAXACA EN ESA RUTA
Carlos Salinas de Gortari en su gobierno de 1988 a 1994 llegó a asentar plenamente el modelo económico por encima del político, y nos insertó en una era de modernidad y acceso al primer mundo con su invención y aplicación del Liberalismo Social, un híbrido entre el neo liberalismo inglés y el populismo mexicano, así como al volvernos socios de Estados Unidos de Norteamérica y Canadá en el Tratado de Libre Comercio, TLC. Lo único malo es que todo se derrumbó; ese andamiaje se desmoronó al toparnos de nuevo con la realidad a la llegada de Zedillo. Como siempre con retraso, pero armonizándose con la federación, el arribo de Diódoro Carrasco al gobierno de Oaxaca de 1992 a 1998, fue una evidente consecuencia de la política nacional, por eso el arribo de políticos antiguos como Luis Martínez Fernández del Campo, quien peleaba la candidatura a Carrasco, o de José Nelson Murat Casab, no tuvieron buen destino en esos tiempos. Carrasco Altamirano era el perfil para alinear el estado con la federación en la tecnocracia y el neoliberalismo. La terrible crisis económica provocada por la torpeza de Ernesto Zedillo en 1994 conocida como el “error de diciembre”, así como las consecuencias de incremento de la pobreza en los últimos años, tiró por la borda las consideraciones de crecimiento bajo las tendencias neoliberales, de esa ideología de colocar las rutas económicas por encima de las consideraciones políticas. El fracaso del modelo de gobierno salinista provocó una gran depresión social y acrecentó la decepción en la política; si las formas antiguas de gobernar habían fracasado, y las nuevas no dieron resultados de mejoría, la duda sobre cuál era ahora la ruta correcta provocó ese hueco y creció la desconfianza hacia los gobernantes. Al parecer ese fue el caldo de cultivo para el surgimiento de los nuevos caudillos como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en 1988, pero sobre todo de Vicente Fox Quesada en el 2000. En lo local, las cambios realizados en la nación llegaron, otra vez como siempre, 12 años tarde con el triunfo de Gabino Cué Monteagudo al gobierno estatal hasta el 2010.
LA ACTUALIDAD
Luego de los 12 años de gobierno federal panista del 2006 al 2012 de Vicente Fox y Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, el PRI recuperó el poder nacional con Enrique Peña Nieto bajo un ámbito de confusión social, sin duda, derivada y acrecentada en la desconfianza y descrédito de los funcionarios y de los partidos políticos. La era de los personajes por encima de los institutos y los colores partidistas se acentúo como nunca en la historia del país, pues luego de los casi triunfos de Andrés Manuel López Obrador, así como el paso de los panistas por el mando máximo, el gane de Peña Nieto se considera mucho más un resultado de su imagen lograda en los medios de comunicación que a la credibilidad en el PRI. El revire del tricolor contra los otros partidos durante la campaña del 2012 es considerado como una preferencia social a la personalidad proyectada por Peña Nieto como candidato. Una vez más, nuestra entidad llega a la cita desfasada 12 años, pues es hasta el 2010 cuando se derrota al PRI en Oaxaca con el arribo de Gabino Cué Monteagudo, cuando a nivel nacional esa derrota llegó desde el 2000 con Fox. El triunfo de Gabino a la distancia se aprecia bajo dos factores: 1.- La tendencia nacional de votar por el candidato y no por el partido; Cué creó una alianza de varios partidos para ganar y él fue el factor unificador. 2.- El gravísimo rechazo de los oaxaqueños a Ulises Ernesto Ruiz Ortiz por los sucesos del 2006, y por ende, a su delfín, Eviel Pérez Magaña. Si la ruta marcada por todas estas décadas sigue cumpliéndose, entonces el regreso del PRI podría ser la siguiente consecuencia en nuestro estado. Sin embargo, las dos variables importantes son la cercanía de la próxima sucesión en el 2016, es decir, es poco tiempo, y sin duda, quiénes serán los candidatos en la contienda, porque la tendencia de hoy es el triunfo de los personajes, no de los partidos.