Una vez que el General Plutarco Elías Calles decretara el fin de la era de los Caudillos para dar paso al de las Instituciones, muchas cosas tuvieron que suceder para alcanzar el grado de democracia que hoy observamos. Desde un sistema Presidencialista Autoritario, pasando por la Monarquía sexenal hereditaria, hasta la “Dictadura perfecta” magistralmente ilustrada por el escritor Mario Vargas Llosa. Hablo a décadas donde lo mismo se registraron el movimiento ferrocarrilero de Demetrio Vallejo, las protestas estudiantiles del 68 con su final sangriento con la matanza de Tlatelolco, o la aparición de Lucio Cabañas y más recientemente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Si algo en común tienen todas estas luchas anteriormente señaladas, sin duda que es la exigencia de una mayor apertura democrática por parte del estado, el que a su vez ha respondido encauzando tales demandas a través de la creación de Instituciones que vengan a darle un tinte verdaderamente ciudadano, primordialmente a los órganos que por su origen y naturaleza así lo requieren; sin duda que de estos, los electorales son los más demandados y significativos. Basta recordar que fue en el año de 1987 cuando tras la ruptura con el hasta ese entonces partido hegemónico el PRI, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo crean la “Corriente Democrática” que viene a ser el antecedente de lo que hoy es el Partido de la Revolución Democrática. Lo anterior, sumado a un descontento generalizado hacia el partido tricolor, pues había claramente abandonado sus principios e ideales que le habían permitido mantenerse en el poder y en cambio había propiciado una creciente desigualdad en lo económico y en lo social, permite que para las elecciones Presidenciales de 1988 el candidato de la izquierda llevara una clara ventaja en el conteo y registro de los votos, todo para que horas después el Secretario de Gobernación y encargado de la Comisión Federal de Electores, Manuel Bartlett saliera a informar que “el sistema se había caído” lo que dio paso al reconocimiento posterior del triunfo de Carlos Salinas de Gortari, lo que para muchos ha sido el fraude electoral más grande de nuestra nación.
Quizá pocos recuerden pero el matrimonio PRI-Gobierno era algo evidente. En consecuencia el hecho de que fuera la Secretaría de Gobernación la encargada de organizar y validar las elecciones provocó que muchos intelectuales, académicos, estudiantes, obreros, entre otros salieran a la calle a demandar que fuera un Instituto TOTALMENTE AJENO al gobierno el encargado de los procesos electorales. Quiero ser reiterativo, las manifestaciones, luchas, marchas y demandas ciudadanas iban en el sentido de CIUDADANIZAR los órganos electorales, para así garantizar elecciones democráticas. Resultado de ello es la creación de Instituto y del Tribunal Federal Electoral y de sus símiles en cada uno de los estados que integran la Federación. El gran paso a la democracia se había dado, pues se le había arrebatado el monopolio de las elecciones a quien ante los ojos de la ciudadanía, era juez y parte en el proceso. Para muchos un órgano desconcentrado, dependiente únicamente en lo económico del Poder Ejecutivo, era la mejor solución. Ojo con esto.
En un principio el espíritu democrático prevaleció en los órganos electorales, motivando a guardar “una sana distancia” entre el Presidente de la República y el partido a cual pertenecía, al menos en las palabras, así se manifestó. Pero no fue sino hasta el año 2000 cuando el triunfo de Vicente Fox, así como de algunas gubernaturas y alcaldías da paso a lo que algunos analistas llamaron “la nueva democracia”, con lo que la ciudadanía supone que por fin será su voto quién decida quién nos gobernará a pesar de que las reformas políticas se consideraban en “pañales”. En pocas palabras los órganos electorales se alejan más del Presidente y se acercan más a los Partidos Políticos, lo que lamentablemente ha sido mal interpretado dando paso al pretendido control de estos sobre los órganos electorales, tal y como sucedió recientemente en el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (IEEyPCO).
Todos los antecedentes que acabo de relatar tienen como propósito señalar que las recientes designaciones al interior de ese órgano electoral significan un grave retroceso en la vida democrática del estado y del país. Que no es acorde a las aspiraciones y demandas de la ciudadanía que votó por un cambio en las formas de hacer las cosas el pasado 4 de julio del 2010. Que su procedimiento y su aprobación viene a ser una repetición de lo mismo que hacía la Comisión Federal de Electores, pues lejos de incentivar su verdadera ciudadanización, lo que están alentando es el secuestro del mismo ya no por el Ejecutivo sino ahora por los partidos políticos y por sus dirigencias, que aprovechándose de la “sana distancia” entre el gobierno y sus partidos hoy tratan de imponer a sus incondicionales, incluso pasando por encima de la Ley que EXIGE cumplir con ciertos requisitos para poder acceder a esas posiciones supuestamente CIUDADANAS. Mientras más cerca esté el IEEyPCO de los partidos políticos y más lejos lo esté de la ciudadanía, el riesgo de una regresión autoritaria (saludos Dr. Víctor Raúl) está latente. La alternancia no significa pasar del presidencialismo al partidarismo controlador y manipulador. No es posible que los institutos políticos de la forma más cínica y desvergonzada se repartan las posiciones entre sus militantes con el único objetivo de poder controlar para sus colores y para su partido –que no es lo mismo que para la ciudadanía—los órganos de dirección electorales, esto a todas luces es un retroceso democrático.
Ojalá; repito: ojalá, el Tribunal Estatal Electoral cumpla con su responsabilidad y su obligación de revisar que dichos nombramientos se encuentren ajustados a derecho, porque de ser así, seguramente el Consejo del IEEyPCO tendrá la oportunidad de reivindicarse con la ciudadanía y recuperar la credibilidad de la que desde ahora carece dado el procedimiento desaseado con los que se llevaron a cabo las designaciones de sus directores. El no hacerlo vendrá a incrementar la sensación de que el cambio por el que se votó recientemente en nuestro estado fue puro “gatopardismo” y en lo personal debo decirlo, sigo creyendo que las cosas se pueden hacer de diferente manera para no defraudar a quienes hartos de tantas porquerías, hoy piensan que comienzan a ver lo mismo.
Un rotundo ¡NO! al retroceso democrático.
Twitter: @Mario_Mendoza_F