Las inundaciones que afectan a cuatro países sudamericanos dejaron en evidencia la necesidad de combatir de manera integrada las causas y los efectos del cambio climático.
Más allá de planes conjuntos de emergencia, el recalentamiento planetario los enfrenta a problemas comunes como la deforestación y el manejo de sus cuencas hidrográficas compartidas, entre otros.
Ya hay unos 180 mil evacuados desde que se intensificaron las lluvias este fin de año, y las anegaciones provocadas por las crecientes de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, no respetan fronteras entre las naciones del Mercosur (Mercado Común del Sur) y las integra en la catástrofe ambiental.
En las provincias del litoral argentino, ciudades del norte de Uruguay y del sur de Brasil, y zonas ribereñas cercanas a la capital de Paraguay, las escenas de calles anegadas, equipos socorristas, albergues para desalojados, se repiten.
“Es difícil no vincular la gravedad de las inundaciones a las modificaciones que tienen que ver con el cambio climático”, señaló Jorge Taiana, vicepresidente del Parlasur, un órgano parlamentario del Mercosur, al que adhirieron también Venezuela y Bolivia.
“Se requiere una respuesta conjunta bastante importante en relación a las dos grandes estrategias para enfrentar el cambio climático, que es la mitigación y la adaptación a sus efectos, y en esto me parece que es imprescindible que haya respuestas conjuntas de la región”, subrayó el diputado argentino por el opositor Frente para la Victoria.
“Hay una indiferencia a la problemática ambiental en el Mercosur. Tanto es así que hace pocos días hubo una cumbre del Mercosur y este tema que era una tragedia anunciada no se trató”, dijo el presidente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, Enrique Viale.
Numerosos expertos señalan que las copiosas lluvias se deben a “El Niño”, un fenómeno meteorológico producido por cambios en la temperatura en la parte central y oriental del océano Pacífico tropical.
La Organización Meteorológica Mundial, del sistema de Naciones Unidas, había anticipado que sus efectos serían de los más virulentos desde 1950.
Inclusive el 24 de diciembre, su Asamblea General, llamó a los estados miembro a elaborar estrategias nacionales y regionales para afrontar sus impactos socioeconómicos y ambientales, sugiriendo instrumentar sistemas de alerta temprana y medidas de prevención, mitigación y reparación de daños.
“El fenómeno de El Niño es una realidad que estaba anunciada, pero no es la única causa”, cuestionó Viale.
“Los cuatro países son los mayores productores de soja del mundo, junto a Estados Unidos. No es casual que el mapa de la deforestación por la soja coincide con el de las inundaciones”.
Un informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ubica a Brasil, Paraguay y Argentina entre los diez países que más deforestaron en los últimos 25 años. Entre 1990 y 2015, Argentina perdió más de 7.6 millones de hectáreas.
En la selva Misionera o Paranaense, atravesada por los ríos Uruguay, Paraná e Iguazú, sólo queda 7 por ciento de la superficie boscosa original, mientras que en Paraguay y Brasil ha sido prácticamente destruida.
“Los bosques y selvas, además de concentrar biodiversidad considerable, juegan un papel fundamental en la regulación climática, el mantenimiento de las fuentes y caudales de agua y la conservación de los suelos”, reza un comunicado la organización ambientalista Greenpeace.
“Son nuestra esponja natural y paraguas protector. Cuando perdemos bosques nos volvemos más vulnerables ante las intensas lluvias y corremos serios riesgos de inundaciones”, añade.
“Esto sumado a la siembra directa, que es el método utilizado para sembrar la soja transgénica, ha convertido a los campos en verdaderos desiertos verdes sin ninguna capacidad de absorción”.
La soja que se expandió desde 1990 es considerada clave para estas economías y uno de sus principales productos de exportación.
Pero junto a la supuesta bonanza de la soja, se extendieron tierras de cultivo que sustituyeron otros tradicionales, a la vez que expulsaron la ganadería a zonas como selvas y bosques.
“La expansión de la frontera agrícola, particularmente profundizada por la expansión de la monocultura de la soja modificada genéticamente, la enorme deforestación de la selva Paranaense, así como la construcción de represas en una escala gigantesca por parte de Brasil sobre los ríos Paraná, Iguazú y Uruguay – con muchas más en construcción y proyectadas- ha generado una profundización enorme de la crisis ambiental en todo el cono sur”, explicó el especialista Jorge Daneri.
Ante lo que considera un “ecocidio” regional, el ambientalista de la organización argentina “M´Biguá, Ciudadanía y Justicia Ambiental”, propone entre otras medidas una articulación efectiva de los Comités de Cuencas de los ríos Paraná, Uruguay y Paraguay.
“No existe ni un comité de cuenca con las tres provincias argentinas y el Estado Nacional, y solo existe la CARU (Comisión Administradora del Río Uruguay) con Uruguay, pero sin Brasil.
“Esto es grave, por la total falta de articulación. Para nosotros el Comité de Cuenca es la figura fundamental a concretar. Esta probado que el Mercosur no ha sabido cumplir una función seria de articulación de políticas activas y sustentables para los territorios”, consideró.
Daneri ve urgente la necesidad de un nuevo ordenamiento ambiental de los territorios.
“Para volver a establecer los corredores biológicos, un sistema de recuperación de todas las riberas desde la forestación con especies nativas, y una recomposición del bosque nativo”, explicó.
Asimismo, propuso reconformar los planes de ordenamiento territorial en cada provincia, en conjunto con el Estado nacional y, a escala regional, realizar evaluaciones ambientales estratégicas de toda la cuenca.
Para resolver lo inmediato, Taiana planteó que el Parlasur ayude a coordinar planes de contingencia para los damnificados, y a más largo plazo, estudiar entre todos los gobiernos locales, proyectos y obras, financiados por el propio Mercosur.
Para ello, recordó que el bloque cuenta con un Fondo de Convergencia Estructural para financiar proyectos de mejoramiento de infraestructura, competitividad y desarrollo social de sus países.
“Lo más importante de estos fondos no reembolsables que facilitan el objetivo de integración, es que reconocen las asimetrías de los países miembros”, destacó.
“Me parece que hay muchos temas comunes que son de urgencia, en donde el Mercosur en general tiene mucho para trabajar”.
El fondo, de unos 100 millones de dólares al año, podría ser utilizado, según Taiana, para invertir en obras que se financien en la zona de frontera, para mitigar inundaciones o para evitarlas, como defensas o canales de desviación.
“Las obras no son obras de cemento, no son megarepresas o megadefensas. No es canalizar los ríos. Trabajar solo la emergencia o para las emergencias es un error”, objetó Daneri.
“En medio de este desafío está la construcción de una transición para salir del actual modelo simplificador del monocultivo y caminar hacia la agroecología. Se deben atacar las causas. Las causas están en un modelo productivo que no trabaja sobre los tiempos de la naturaleza sino sobre los tiempos de un mercado que resulta ser demoledor de los ecosistemas”.
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