Desde hace algunos años el gobierno mexicano, a través del Banco de México, ha seguido una política de acumulación de reservas internacionales que le ha permitido rebasar la cifra de los 150 mil millones de dólares, esto ha generado un acalorado debate en el medio académico respecto a la pertinencia de dicha medida, ante una población crecientemente miserable (más de 40 millones de mexicanos). Por un lado, las autoridades financieras sostienen que esta acumulación de reservas es necesaria, ya que brinda certeza y estabilidad macroeconómica, por el otro, algunos académicos sostienen que dicha acumulación no es necesaria y existen formas alternativas de estabilizar la macroeconomía, esto últimos proponen utilizar dichos recursos ociosos para construir infraestructura y generar crecimiento económico en el país. ¿Quién tiene la razón?
De acuerdo con la formación que se nos da como profesionales de la economía, partimos del hecho de que las reservas internacionales deben ser administradas para minimizar o corregir desequilibrios en la balanza de pagos. En teoría el instituto emisor demandará divisas con la finalidad de responder a diversos motivos (Rodríguez y Ruíz, 2012: 57-58): 1) liquidez: respaldar a la moneda y garantizar el pago de la moneda extranjera, lo cual ayuda a mejorar la percepción de riesgo-país y contribuye a mejorar las condiciones bajo las cuales el país accede a los mercados internacionales; 2) precautorio: proteger al país en cuestión de potenciales ataques especulativos contra la moneda o la deuda, así como choques externos sobre la cuenta corriente o de capital, lo cual ayuda a mejorar la credibilidad y por ende la efectividad de la política monetaria; y 3) rentabilidad: obtener mayores rendimientos a través de gestionar de manera más eficiente el portafolios de inversión de reservas internacionales, que deben ser invertidas en bonos de casi inmediata liquidez.
Teniendo en cuenta esta ortodoxia económica, actualmente los países desarrollados acumulan en promedio 6% de su PIB como reservas internacionales, mientras los países en desarrollo acumulan en promedio 36% de su PIB, en el caso de los países latinoamericanos, entre los que se encuentran México, acumulan en promedio 15% de su PIB (datos para 2009). La razón principal que se argumenta es de tipo precautorio, se establece que deben mantenerse reservas altas para evitar el deterioro de variables macroeconómicas fundamentales tales como el tipo de cambio, la inflación y la balanza de pagos. Lo cual es perfectamente entendible, lo que no se entiende del todo es por qué los países desarrollados acumulan menos divisas que los que se encuentran en ese proceso, siendo que estos últimos requieren inversión en aspectos materiales concretos para su progreso económico. Lo anterior revela que los ataques del sistema financiero están dirigidos precisamente a los países más vulnerables y no importa cuantas reservas se acumulen siempre van a ser insuficientes de mantenerse operando el sistema como lo ha hecho hasta el momento.
Cruz y Walters (2008), indican en un trabajo de investigación científica publicado por la Universidad de Cambridge que la acumulación de reservas internacionales, en el caso de los países en vías de desarrollo, no es una estrategia óptima, ya que existen mejores formas de estabilizar el sistema financiero. Para estos autores, los banqueros centrales del mundo en desarrollo siguen una estrategia de acumulación de reservas porque consideran que esto lleva a prevenir crisis financieras, genera autonomía de la política macroeconómica y permite impulsar la industrialización por la vía de un fortalecimiento de la moneda. Lo anterior es severamente cuestionado por Cruz y Walters.
A partir de la investigación presentada por los autores antes mencionados, se concluye que la actual política de acumulación de reservas debe ser abandonada y sustituida por una de control de capitales foráneos en el mercado de dinero, sugieren aumentar los controles sobre el sistema financiero, básicamente reducir la liberalización del mercado de capitales. La evidencia mostrada por su investigación permite entender que las crisis recientes en los países en desarrollo son provocadas por la liberalización del mercado de capitales. Esto porque los agentes financieros más importantes terminan coludiéndose con las autoridades en cada uno de los países y atacando sus monedas con la finalidad de maximizar una ganancia compartida.
Adicional a la administración de los capitales foráneos, los autores proponen restringir la convertibilidad de la moneda. Actualmente la libre convertibilidad de la moneda permite a los inversionistas mover su dinero de un centro financiero a otro. Y es ésta libre convertibilidad la que reduce el valor de los activos y potencialmente ocasiona crisis. El corolario de lo anterior es que se deben poner límites a la convertibilidad de la moneda.
En suma, las investigaciones científicas más recientes dan cuenta de la inefectividad de una política de acumulación de reservas internacionales para el desarrollo económico de los países. La acumulación de reservas internacionales tiene más costos que beneficios, por lo cual debiera abandonarse. En su lugar debería controlarse por parte de las autoridades la libre circulación de la moneda, imponer mayores regulaciones. Esta propuesta aunque suena bien, convence en cierta forma, se enfrenta a una dura realidad: los mercados siempre encuentra forma de evadir las regulaciones y éstas pueden terminan generando más costos, particularmente elevar el nivel de riesgo país, variable controlada por los países desarrollados y los grandes especuladores, como lo pudimos constatar en la reciente crisis financiera internacional iniciada en los EE.UU.
La solución nuevamente recae en el viejo debate, más o menos Estado, profundizar la liberalización de todos los sectores de la economía o aumentar las restricciones y regulaciones sobre las actividades privadas. En mi caso sugiero un enfoque intermedio, administrar los flujos de capital, limitar la convertibilidad de las divisas y continuar con la acumulación de reservas, determinando su nivel óptimo a partir de criterios técnicos basados en normas cuantitativas, pero también considerar criterios cualitativos que privilegian la actividad productiva real por encima de lo financiero. El dinero excedente utilizarlo para mantener la infraestructura existente y crear nueva que resulta urgente. Romper con la ortodoxia económica y asumir los riesgos que esto implica. Si lo hacemos no perdemos nada, ya llevamos 30 años estancados siguiendo recetas convencionales, ¿por qué no innovar, siguiendo recomendaciones de economistas heterodoxos?
Suscríbete a mi página
* Profesor en economía de la UACJ, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)
Referencias:
Rodríguez, Patricia y Omar Ruíz. “Acumulación de reservas internacionales en países emergentes con tipos de cambio flexibles”. Revista Problema del Desarrollo, vol. 169, núm. 43, 2012, pp. 51-72.
Cruz, Moritz y Bernard Walters. “Is the accumulation of international reserves good for development?”, Cambridge Journal of Economics, vol. 32, núm. 5, 2008, pp. 665-681.