Resentidos y neuróticos: Moisés MOLINA

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“El espíritu de la juventud es un terreno generoso

donde la simiente de una palabra oportuna suele rendir,

en corto tiempo, los frutos de una inmortal vegetación”.

J.E Rodó

 

México se nos revela dividido y la historia en su capricho le ha reservado una cita con el encono, la confrontación, el desencuentro. El discurrir de las razones que con apasionamiento militante inundan los mercados, las escuelas, las oficinas, los cafés y de modo hipermoderno –para usar la terminología de Lipovetsky- las redes sociales en internet, dan cuerpo a esta revelación de principio de milenio.

No ha estado nuestra vida centenaria ajena al conflicto, pero en el momento actual nuestro país parece lejos de esa reconciliación que periódicamente llega como una especie de síntesis de la dialéctica hegeliana. La política, en una aproximación fácil, es la que hoy nos mantiene así pero si con más agudeza miramos más allá, entendemos que es el poder; solo uno de sus componentes.

Nuestro error no estriba en confiarle a la política el papel conciliador. Finalmente para eso es esta noble actividad humana, para ello se inventó: para gestionar conflictos. El capricho histórico hace, sin embargo, que los mediadores de esa confianza sean preponderantemente los partidos políticos, reducidos para efectos prácticos a grupos cerrados de intereses con aristocracias bien definidas y de movilidad imperceptible.

Una idea de México; progresista o conservadora; de izquierda o derecha; estatista o liberalizadora o si se le quiere ver en el extremo (a la luz de declaraciones de principios y programas de acción) priísta o “izquierdista”, no es lo que anima a los partidos. Los motiva la conquista del poder sin más teleología que su manutención y usufructo restringido. La política se nos ha impuesto como un mercado abierto al libre juego de los intereses grupusculares. La inercia sobrelleva al país y el máximo beneficio buscado es la estabilidad, la manutención de la cohesión social. Los grandes ganadores y los grandes perdedores son unos cuantos y el resto permanecen, en su condición, inalterados: muy mal, mal y no tan mal, respecto del referente obligado que son sus posibilidades económicas.

Hay algo, sin duda, más allá de los satisfactores económicos, pero en nuestra era, el dinero se convierte en el parámetro predominante de la felicidad. El eudemonismo aristotélico tiene su puente y es el dinero.

Un universo de reflexiones en torno a la necesaria relación entre ética y política, nos circundan; pero el ser humano, tan extraordinario en sus facultades se entrega al hedonismo sacrificando a conciencia su presunta naturaleza cuando se interpone y usa a conveniencia su libre albedrío, al límite del autoengaño, cuando es moralmente honesto.

Si este estado de cosas habrá de cambiar, tendrán que pasar algunas generaciones y debemos abandonar desde ya el lujo de seguir postergando la génesis de esta posibilidad. No habrá cambio merced a transformaciones institucionales ni alternancias partidistas. Una nueva concepción de la política, de lo público, habrá que propiciar desde el individuo y a través de la educación. Un nuevo mexicano, moralmente preparado, habrá de salir de las universidades con la semilla de una nueva cultura política donde el ciudadano lo sea completo y no deje de serlo alcanzando responsabilidades públicas en el municipio, la entidad federativa o la república. Un proceso lento, pero sin duda posible.

Jóvenes deseosos de aprender y al tiempo deseosos de transformar; responsables y la vez acomedidos, solidarios; comprometidos pero antes críticos y objetivos, inmunes a la proclividad del engaño con que otros les quieran sorprender.

Peligros hay muchos, pero centraré en esta entrega mi atención a uno solo de ellos advertido ya en 1927 por Ludwig von Mises, pero vigente de manera tal que solo su lectura puede cancelar espacio a alguna duda:

“Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también. Gran número … sabe perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan, sin embargo, la reforma, es decir, el socialismo, con pleno conocimiento de lo anterior, por suponer que los ricos, a quienes envidian, también padecerán … Muy difícil es alcanzar en esta vida todo lo que ambicionamos. Ni uno por millón lo consigue. Los grandiosos proyectos juveniles, aunque la suerte acompañe, cristalizan con el tiempo muy por debajo de lo ambicionado. Diario drama es para el hombre ese fracaso de las más queridas esperanzas, esa paralización de los más ambicionados planes y la percepción de la propia incapacidad para conseguir las tan apetecidas metas. Pero eso a todos nos sucede. Ante esta situación, uno puede reaccionar de dos maneras: odiando la vida por haberle negado la realización de los sueños juveniles, o siguiendo adelante con renovadas esperanzas. Aquellos que aceptan la vida como en realidad es, no necesitan recurrir a piadosas mentiras que gratifiquen su atormentado ego … Si el triunfo tan largamente añorado no llega, no hay más solución que seguir trabajando como si nada hubiera pasado. El neurótico, en cambio, no puede soportar la vida como en verdad es. La realidad resulta para él demasiado dura, agria, grosera. Carece, en efecto, a diferencia de las personas saludables, de la capacidad para seguir adelante. Su debilidad se lo impide. Prefiere escudarse tras meras ilusiones”

No soy afecto a abusar, en extensión, de las citas textuales. La contundencia del austriaco, sin embargo, lo amerita por esta ocasión. México no es construcción que compete a unos cuantos y llegará el momento en que quienes se preparen en las universidades sean llamados a la arena de la política. Para ese momento, libres de dogmas y fanatismos, tendrán que responder con una nueva visión del ejercicio de la  política, buscando coincidencias para que las diferencias no se conviertan en rencor, en odio. No olvidar, como el mismo Rodó sentenció que “a juventud, que así significa en el alma de los individuos y la de las generaciones, luz, amor, energía, existe y lo significa también en el proceso evolutivo de las sociedades”.

@MoisesMolina