Cubierta la primera etapa de la reforma educativa en Oaxaca, con el rediseño de su institución en la materia y que debe culminar en mejores indicadores de calidad y cobertura, en niñas y niños mejor preparados, ahora viene y es necesario darle el mayor impulso, el programa específico y prioritario del presidente Enrique Peña Nieto para la región Sur Sureste del país: la Zona Especial de Desarrollo Económico. No hay tiempo que perder, elevemos la mirada y pongamos mano a la obra.
La agenda de Oaxaca no debe agotarse en el debate sobre el importante tema educativo, es necesario retomar la visión global, que incluya por supuesto esa asignatura, de un estado con un gran potencial que tiene hoy la gran oportunidad de ser explotado, de ser aterrizado, después de incontables tentativas frustradas. Tenemos a favor la voluntad expresa de un presidente con visión modernizadora que ya anunció, en noviembre del año pasado, que es la hora del sur sureste mexicano.
Adelantó también que iniciado el primer periodo de sesiones de la LXIII Legislatura, es decir el próximo mes de septiembre, su primer paquete de iniciativas consistiría precisamente en proponer los instrumentos legales, las reformas necesarias de orden fiscal, administrativo, presupuestal y de estímulo y facilitación de la inversión privada, para darle contenido concreto y puntual a su programa de la Zona Especial de Desarrollo Económico, que comprende a municipios de 4 entidades federativas.
Las regiones planteadas por el Ejecutivo federal son: un Corredor Industrial Interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, que conecte al Pacífico con el Golfo de México. La segunda, en Puerto Chiapas. Y la tercera, en los municipios colindantes al Puerto de Lázaro Cárdenas, tanto de Michoacán como de Guerrero. Será una zona económica especial, con un marco regulatorio e incentivos especiales para atraer a empresas y generar empleos.
El pueblo de Oaxaca tiene que estar muy al pendiente y coadyuvar al éxito de esta estrategia especial de desarrollo que tanta falta hace al sur rezagado, ahí donde no se ha construido la infraestructura pública que ya tienen otras regiones del país y ahí también en donde, en consecuencia, se concentran los indicadores más bajos de desarrollo humano y calidad de vida.
El Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 ya contempla como objetivos principales fortalecer el pacto federal y reducir los desequilibrios regionales, pero es ahora cuando se definirán los instrumentos legales y logísticos para realizar esta formidable tarea de atemperamiento de las asimetrías, tarea y responsabilidad pospuesta por décadas.
La Zona Económica Especial, en lo relativo a Oaxaca, tiene como eje la construcción de un corredor transísmico que conecte a los Puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos, Veracruz, una vía terrestre fluida para comunicar al Océano Pacífico con el Océano Atlántico.
El Istmo de Tehuantepec tiene una ubicación estratégica, percibida así desde tiempos de la Colonia, durante el México independiente, en el porfiriato y por los gobiernos de la posrevolución, pero esa ubicación privilegiada que precede al propio Canal de Panamá, pues está más cerca del enorme mercado de Estados Unidos, no ha sido aprovechada, no ha sido capitalizada.
Esta es la hora de Oaxaca. Pero para detonar el desarrollo del Istmo, de Oaxaca y de todo el sureste mexicano, este proyecto transísmico no debe limitarse, sin demeritar su importancia, a ser un puente interoceánico y de conducción de energéticos.
Un proyecto integral debería incluir un espacio para instalar maquiladoras de última generación, incluidas tecnologías informáticas, que den empleo bien remunerado a miles de universitarios y egresados de instituciones tecnológicas.
Debería contemplar un centro internacional, bien equipado de acopio y abasto, amplio y diversificado, aprovechando la interconectividad oceánica, el intenso flujo de bienes, insumos y servicios que implicaría todos los días.
Tendría que propiciar la el desarrollo de agroindustrias, para ampliar el radio de oportunidades para los cientos de miles de habitantes de la zona, muchos de ellos vinculados a las actividades primarias de la economía que tienen que complementarse ahora con actividades secundarias, generadoras de mayor valor agregado y un mejor ingreso para las familias.
La ubicación estratégica del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, la determina ahora no sólo la cercanía relativa del mercado de Estados Unidos, sino el formidable mercado de la Alianza del Pacífico y el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico, APEC.
Los países que integran este polo de ascendente intercambio comercial, incluido México, representan el 40 por ciento de la población mundial, concentran el 57 por ciento del PIB mundial y aglutinan al 49 por ciento del comercio mundial. El dinamismo de las economías asiáticas encontraría en el Puerto de Salina Cruz, debidamente equipado y modernizado, el punto clave para llegar a los mercados del hemisferio occidental.
Esa es la magnitud del desafío y de la oportunidad que representará para Oaxaca y para el país la construcción y modernización del corredor transísmico, con todas las industrias y actividades adherentes.
El paquete de leyes y reformas para dar soporte y viabilidad a la zona económica especial, con el Istmo de Tehuantepec como componente central de esta estrategia federal, es de la mayor importancia para el sur y para el sureste mexicano. Es básico también para la viabilidad de México como país, hoy con una cara mirando hacia el siglo XXI y otra mirando hacia un paso de marginación y rezago.
El 2015, justo a la mitad del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, es el punto de arranque de un proceso vigoroso para transitar de ese México bicéfalo a un México de equilibrio regional y justicia social. A los instrumentos legales debe acompañar la atmósfera de gobernabilidad para que el cambio prospere y se traduzca en oportunidades compartidas para las y los oaxaqueños.