Es sabido por todos que hablar del socialismo y de sus ideólogos ha estado satanizado desde hace por lo menos 30 años so pena de ser señalado de rojillo, subversivo, incendiario, anacrónico, regresivo, anarquista, comunista y un largo etcétera de adjetivos inquisidores que construyó el modelo económico dominante en el planeta –imperdonable pensar en lo común si lo más relevante es el individuo-pero me parece que hoy en día hay suficientes elementos como para por lo menos hacer una revisión de los postulados que daban sustento a aquel intento por construir un mundo más equitativo, por supuesto despojados de todo romanticismo o nostalgia trasnochada, más bien, a la luz de los hechos que acotan la subjetividad.
Para entrar en esta suerte de revisionismo que propongo veamos someramente el texto “El Estado y la Revolución” de V. I. Lenin escrito en el año de 1917 en el que retoma diversos postulados elaborados por Marx y F. Engels y que a la luz de un siglo posterior parecen, algunos de ellos, estar más vigentes que nunca, por ello vale la pena preguntarnos:
¿Es anacrónico el pensamiento socialista en nuestros días?
En un enfoque simplista y bajo el tamiz de todos los prejuicios difundidos en sobremesas de pseudointelectuales o medios de información masiva parecería que la respuesta inmediata es sí. Pero profundicemos un poquito más en el tema. Veamos primeramente el concepto de Estado que propone Engels y aquí retomo un fragmento de la cita que utiliza Lenin en su texto: “El Estado no es, en modo alguno, un poder impuesto desde fuera a la sociedad; ni es tampoco “la realidad de la idea moral”, “la imagen y la realidad de la razón”, como afirma Hegel. El Estado es, más bien, un producto de la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo; es la confesión de que esta sociedad se ha enredado consigo misma en una contradicción insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que ella es impotente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso hízose necesario un poder situado, aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del “orden”. Y este poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de ella y que se divorcia cada vez más de ella es el Estado”. (Engels, 1894).
Aquí me gustaría comentar que Engels en su definición propone como leitmotiv del Estado únicamente a las “clases con intereses económicos en pugna” o en palabras de Lenin “El estado es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase”, sin embargo particularmente me parece que hay un elemento primigenio que hace necesario el establecimiento de reglas de convivencia con la consecuente necesidad de que un poder por encima las garantice, este elemento es la propia condición humana, es decir, nuestra naturaleza, en tanto que seres racionales, que nos posibilita a tener conductas que tienden a la acumulación sin sentido, podríamos adjudicarle diferentes nombres a estas conductas: defectos, pasiones, imperfecciones, etc. Pero todas ellas son producto de la facultad de raciocinio.
Situémonos en la etapa del hombre primitivo y tratemos de empatizar sus motivaciones y formas de actuar frente a diversas situaciones, cuando se presentaba la sensación de hambre se recurría a la caza para satisfacer esa necesidad, en principio se habría cazado únicamente lo que se requería en ese instante, lo cual permitía que el balance en el ecosistema no se afectara, tal cual lo hacen los demás seres vivos, pero una vez que el sedentarismo predominó, los procesos se fueron sofisticando, insisto, gracias a nuestra capacidad de razón, lo que llevó a encontrar fórmulas para conservar los alimentos durante lapsos más prolongados de tiempo, ello naturalmente lleva a acumular más reservas de las meramente necesarias, si descartamos a las especies animales que acumulan reservas alimenticias para temporadas críticas que les permitan sobrevivir la crisis, el acto humano de acumular implica un proceso racional, que se exacerbó con herramientas y utensilios que facilitaban la labor de la cacería y además con el descubrimiento de la agricultura. –Continuaremos la siguiente semana-
*Presidente del Consejo Estatal del Movimiento Ciudadano
Twitter: @ricardosangines