Dedicado a la memoria de mi madre, una oaxaqueña que aspiraba a un mejor país
Está claro que el país vive uno de sus peores momentos, las condiciones de bienestar se han reducido de forma drástica; sin duda, los sueños del desarrollo parecen haberse quedado sepultados por el crimen, la violencia, la pobreza, la informalidad, el deterioro ambiental, el desempleo y particularmente el bajo o nulo crecimiento económico.
En una entrevista reciente, realizada al Secretario de Seguridad Pública Federal, éste se atrevió a decir que la reducción de la violencia se dará hasta dentro de siete años, esperemos por nuestro bien que sean menos, porque la verdad es que ya estamos hartos de esta situación. No existe una región del país en la que se pueda disfrutar de tranquilad económica y social, no exagero, se los dice alguien que tiene la fortuna de vivir en dos regiones con problemáticas distintas, que dan cuenta de la debacle del país: Ciudad Juárez y Oaxaca.
No soy especialista en todos los temas, pero algo sé en relación a la forma en la que podemos crecer, y por mi formación, supongo que esto puede colaborar para que los demás problemas se aminoren. Recuerdo a mis amables lectores que antes de este artículo publiqué mi propuesta para refundar México, lo que implica realizar una serie de reformas conjuntas, que permitan iniciar y sostener un crecimiento elevado.
La base de la refundación se sustenta en tres pilares: democracia, economía de mercado y Estado mínimo-eficiente. Se tiene que reconocer la importancia que tiene la estabilidad política, la promoción de mercados libres y competitivos, sin descuidar la correcta operación del Estado, para que promueva un ambiente innovador en todos los campos de la vida pública. Una interrelación dinámica entres estos tres elementos, donde los tres son igual de importantes.
A pesar de lo grave de la situación, una ventaja es que no se parte de cero, ya se han realizado modificaciones en varios ámbitos que facilitan mucho la tarea de refundación, de lo que se trata es de profundizarlas e iniciar aquellas que están pendientes. México es hoy una nación más democrática, se entiende mejor la importancia de la iniciativa privada y los costos de una intervención extendida del Estado. La mayoría de los agentes valora los mercados competitivos como mecanismo de asignación de recursos y se han realizado cambios que apuntan al fortalecimiento del imperio de la ley.
Adicional a esto, presenté otro artículo que daba cuenta de la enorme dependencia que el gobierno y todos los actores en lo general tienen de los recursos provenientes del petróleo –cerca de una tercera parte del total. Es por ello que considero que la madre de todas las reformas es la hacendaria, concretamente se requiere mejorar la eficiencia en la recaudación fiscal. El primer paso consiste en aumentar los ingresos del gobierno con el menor costo para los actores privados, que son al final de cuentas el objetivo de cuidado de la política económica.
En México las entidades federativas y los municipios pueden establecer y cobrar impuestos. No obstante, los más importantes impuestos son federales. La recaudación federal se apoya en tres impuestos: el impuesto sobre la renta (ISR) que grava a las personas y empresas; impuesto al valor agregado (IVA) que grava el consumo de bienes y servicios; y, un impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS) que grava la enajenación o importación de bienes y servicios.
Adicional a lo anterior y al problema de dependencia de los ingresos petroleros, la federación tiene problemas de eficacia en la recaudación, especialmente en el IVA. En México los ingresos por ISR e IVA representaron 4.7% y 3.5% del PIB en 2000, mientras que en América Latina el promedio fue de 3.9% y 5.5%. Si la comparación se hace con los países desarrollados las cosas están aún peor (Departamento de Estudios Económicos de Bancomer).
De acuerdo con el ex subsecretario de Hacienda Francisco Suárez Dávila, una reforma fiscal debe tomar en cuenta ciertas precondiciones básicas (con modificaciones personales): 1) la oportunidad, no se puede proponer en cualquier momento una reforma de este tipo, se tienen que evitar los tiempos electorales; 2) La Secretaría de Hacienda debe preparar un diagnóstico integral de la situación de la hacienda pública, lo que en otros países se conoce como Libro Blanco. Cuánto se recauda, dónde se recauda, cuánto se gasta, en qué se gasta, cuánto se debe a quién se debe, los montos de evasión, el impacto de la informalidad y todo aquello que sea de utilidad para realizar una reforma integral exitosa; 3) Convocar a los mejores especialistas en el tema, lo más alejados posibles de intereses partidistas, para que analicen el Libro Blanco y propongan una nueva hacienda pública; 4) reflejar un balance entre grupos sociales, hasta donde esto sea posible; 5) usar los impuestos para recaudar y no con otros fines; 6) racionalizar el gasto público, eliminar dependencias y el dispendio; 7) aumentar el compromiso de recaudación de estados y municipios, así como la transparencia en el uso de los recursos que reciben; 8) negociar un pacto fiscal para evitar la premura y considerar un plan de ruta de mediano plazo para el logro de los diferentes objetivos.
Por su relevancia, en mi siguiente artículo continuaré con este tema, detallaré la propuesta de reforma. Al igual que en otras ocasiones, espero con gran entusiasmo sus comentarios y sugerencias a la dirección que aparece al final de esta columna. La refundación del país requiere del trabajo y empeño de todos, no es una labor exclusiva de ciertos grupos. Hasta la próxima semana.
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* Doctor especializado en estudios regionales y profesor-investigador de la UACJ