En Oaxaca estamos presenciando hechos con los que no estamos acostumbrados a vivir y los cuales no debemos acostumbrarnos a verlos como algo ordinario. Lo peor que nos puede suceder es que los oaxaqueños perdamos nuestra capacidad de asombro. Cuando asesinaron a Alejandro Barrita en el parque “El Tequio” todos los oaxaqueños nos sorprendimos ante tal atentado, las agencias de noticias dieron cobertura especial a tan lamentable acontecimiento, pues no era algo común en Oaxaca, a grado tal que muchos pensamos que se trataba de algo “aislado” que nunca más debería suceder en nuestro estado.
Sin embargo semanas después, como enviando el mensaje de que lo peor estaba por venir, en una de las principales avenidas y a plena luz del día, asesinan al también ex jefe de la policía Aristeo López Martínez. Una vez la cara de incredulidad de muchos oaxaqueños que no aceptamos que tales asesinatos se estén registrando en una entidad, cuya una de sus principales características es su paz y su tranquilidad. Oportunamente los oaxaqueños alzamos la voz y demandamos un alto a la violencia y que se indagaran los hechos. Y sin embargo al día de hoy no hay un solo responsable en las cárceles, lo que indiscutiblemente alienta la impunidad.
El 17 de agosto, cuando salía de su casa, es asesinado el dirigente sindical de los trabajadores al servicio del Colegio de Bachilleres, Tomás Matus Matus. Las voces de sus agremiados, así como la de otros líderes sindicales se alzaron de inmediato, demandando un pronto esclarecimiento de los hechos. La ciudadanía una vez más se mostró sorprendida ante tal situación y sin embargo hasta el día de hoy nada se sabe sobre el autor de tal condenable asesinato. Muchos creímos que ya era suficiente con tanta sangre y una vez más se demandó a las autoridades cumplieran con su obligación constitucional del garantizar la vida de sus ciudadanos. Y nada.
El pasado viernes 22, es masacrado dentro de sus oficinas el dirigente del Comité por la Defensa Ciudadana (CODECI), Catarino Torres Pereda. Una vez más la indignación de los líderes sociales y políticos ante tal artero crimen, quienes de inmediato demandaron una investigación de los hechos y la presentación de los autores materiales. La incredulidad una vez más nos embargo a quienes no aceptamos que la violencia adquiera carta de residencia en nuestro estado. Por eso condenamos enérgicamente tal acontecimiento y demandamos que el estado cumpla con su obligación de otorgar la seguridad a todos los ciudadanos. Pensamos que se tomarían las medidas correspondientes y ¡nada!
A menos de 24 horas del asesinato del líder de la CODECI, otro reconocido líder social, el dirigente del “Movimiento Unificador de Lucha Triqui”, Heriberto Pazos Ortiz es arteramente acribillado por unos “sicarios” que según reportes periodísticos lo venían siguiendo. El crimen se efectúa a pesar de que el dirigente contaba con escoltas de seguridad. El asombro de los oaxaqueños, ese que no debemos perder por ningún motivo, se acrecienta pues nunca en la historia de nuestro estado dos líderes sociales habían sido asesinados en igualdad de circunstancias y en menos de 24 horas. La noticia le dio la vuelta al mundo y se comenzó a hablar de ingobernabilidad. Y sin embargo no se tomaron las medidas pertinentes o alguien está muy interesado en convulsionar el estado.
Sostengo lo anterior, pues a menos de una semana de estos condenables y lamentables acontecimientos, y así como pretendiendo mandar el mensaje de que en Oaxaca todo puede pasar, el pasado viernes, en unos de los lugares más emblemáticos para los oaxaqueños, de los más transitados por los turistas y en consecuencia de los más vigilados, como lo es la explanada de Santo Domingo, son asesinados Adrián Marmolejo y José María González Porras , ambos vinculados con grupos porriles de la UABJO. Estos homicidios se ejecutan en un horario donde uno supone que pueden pasar muchas cosas, menos un asesinato ante la vista de mucha gente. Y aquí lo preocupante, pues muchas personas presenciaron el levantamiento de los cuerpos y lo que resulta lamentable es que algunos supongan que es algo ordinario ver este tipo de escenas en nuestro estado, ¡no por favor! No podemos permitir que la violencia se apodere de nuestras calles y de nuestras vidas. Y no se trata de justificar como lo hizo Ulises Ruiz diciendo que el nivel de violencia en Oaxaca no se compara con la que se registra a nivel nacional, ¡claro que no!, pero además ni lo deseamos, ni lo debemos permitir. Si no es mal de muchos.
Es tiempo de que los oaxaqueños nos preguntemos qué está pasando en nuestro estado. Quién se beneficia con tantos asesinatos. ¿Acaso estos homicidios tienen como común denominador los acontecimientos sociales del año 2006? ¿O es como sostienen algunos, una cortina de humo para desviar la atención de temas igualmente trascendentes como lo es la posible desviación de recursos millonarios del erario estatal a cuentas bancarias personales de funcionarios de primerísimo nivel? ¿O se trata de una estrategia de mentes perversas para incendiar el estado justamente previo al relevo gubernamental? De ahí la importancia de que estos asesinatos, como otros más que no fueron mencionados, tengan en la investigación ministerial pronta, responsable y profesional a los culpables pagando su condena. Ya no más impunidad como sello distintivo de la feneciente administración. Es urgente que los oaxaqueños recuperemos la paz que hoy parece extraviada.
Recuperar la paz pasa por nosotros, amable lector; pasa por no aceptar que este tipo de hechos sean algo común o una escena cotidiana. Pasa por demandar que las autoridades cumplan con su mandato constitucional de otorgarnos las garantías necesarias para asegurarnos un estado tranquilo y hospitalario, como lo hemos sido siempre. Es tiempo de que alcemos la voz y rechacemos cualquier tipo de violencia, sin importar si están por debajo de la media nacional; esa es la obligación de nuestras autoridades, para eso se les paga; así que no permitamos que nos salgan con excusas fáciles. Recuperar la paz requiere que nosotros mismos seamos pacíficos, pero altamente exigentes que los demás también lo sean. La única forma de combatir la violencia es con la paz.
¡Recuperémosla!