A pesar de que el recorte de la tasa de interés no sorprendió al mercado, deja la impresión de que México es de los pocos países en el mundo en donde la política monetaria se hace más laxa en un ambiente de inflación al alza. El monetarismo tradicional, liderado por Milton Friedman, recomienda lo contrario, puesto que la inflación es siempre y en cualquier lugar un fenómeno monetario. En términos generales, la política monetaria puede recortar tasas con inflación al alza cuando su mandato es dual y cuando está dispuesta a aceptar más inflación.
Después de 44 meses de tasas estables al nivel mínimo histórico de 4.50%, vigentes desde que la economía se encontraba en lo más profundo de su recesión a mediados del 2009, la tasa de fondeo bancario fue recortada a 4.00% bajo el argumento de facilitarle a la economía una transición “esperada” hacia un menor crecimiento con menor inflación en el presente año. Sin embargo, esto presenta algunos riesgos e inconvenientes.
En primer lugar, se asume como algo positivo el que la economía crezca menos porque ello permite menor inflación. Es cierto que la mejor manera de mantener estabilidad de precios es haciendo que la economía se mantenga funcionando alrededor de su estado estacionario (crecimiento potencial). Pero desafortunadamente el crecimiento potencial del país no va más allá de 2.5%, por lo que la implicación del argumento es que la inflación va a convergir a 3% gracias a que la economía solo va a crecer a su tasa potencial.
En segundo lugar, si se reconoce que la inflación es siempre un fenómeno monetario, entonces los choques de oferta no producen inflación sino solo cambio de precios relativos. La única manera en que un choque de oferta genera contaminación en otros precios es cuando existen condiciones monetarias acomodaticias, es decir un exceso de liquidez monetaria que permite la propagación del choque inicial hacia otros precios. Por lo que el recorte de tasas viene a generar condiciones monetarias más laxas y consecuentemente a fortalecer el mecanismo de contaminación de precios en la economía.
En tercer lugar, a pesar de que el recorte puede ser visto como una medida positiva para apoyar a la economía, en realidad la baja de medio porcentual no tendrá mayor efecto sobre las decisiones de inversión y consumo porque ellas dependen de las tasas bancarias que se encuentran en niveles mucho más altos. En este sentido, un consumidor no se va a endeudar más solo porque la tasa que le cobra su tarjeta de crédito se reduce de 22% a 21.5%. Por otro lado, una empresa mexicana tampoco va a tomar un crédito interno solo porque la tasa de interés a pagar se reduce de 10% a 9.5%, puesto que puede conseguir el mismo crédito en el exterior a una tasa mucho menor.
Por último, uno se queda con la impresión de que México es de los pocos países en donde la tasa de interés se recorta cuando la inflación va al alza. México ciertamente ha logrado reducir la inflación, pero nunca ha logrado domesticarla y mantenerla firme alrededor de su objetivo de 3%. Durante los casi 20 años de independencia monetaria, solo en algunos pocos meses la inflación ha tocado transitoriamente la tasa de 3% para luego volver a subir, por lo que no se puede afirmar que el objetivo inflacionario de 3% se haya logrado.
Más aún, con condiciones monetarias más laxas, ¿acaso no se estarán creando condiciones para que la inflación se mantenga al alza, en lugar de a la baja?. Dada la historia inflacionaria de la última década, donde la inflación estructural ha estado más cerca de 4%, ¿será acaso que el objetivo inflacionario correcto para el país es de 4% y no de 3%?. Ojalá y las expectativas de convergencia inflacionaria -sobre las que se sustenta el recorte de tasas- se lleguen a materializar y eviten que la decisión monetaria tomada se convierta en una acción prematura.
CNN