Par muchos aún no terminan las vacaciones, y por eso, es buen momento de visitar la Mixteca. La mixteca es una región que en mayor proporción pertenece al Estado de Oaxaca. Se puede decir que es un estado de sentimiento, un lugar mágico y sensitivo.
La mixteca fue hecha por alguien para ser vivida, palpada, destacada, distinguida. Estamos sobre ella, al alcance de cualquier imaginación entre cerros neblinosos y llanos acalorados, entre mezquites, selvas y desiertos.
Si caminamos un poco, nos toparemos con lo actual y lo histórico. Es extraordinario viajar por cualquier pueblo de la Mixteca porque significa recorrer toda una gama de emociones. Es muy difícil permanecer imperturbable ante sus pueblos y su gente, frente a sus montañas y lagunas, de cara a sus templos y zonas arqueológicas.
Un recorrido por esta región, involucra al espíritu para que éste se vigorice, y después de la caminata, la sensibilidad no será jamás la misma de antes, ya que la conciencia quedará intranquila positivamente para siempre.
La Mixteca nació para satisfacer las necesidades de expresión del caminante, del aventurero, del que busca los senderos de sí mismo, porque esta zona del Estado de Oaxaca creció alérgica a las comodidades y a los esquemas fáciles.
Se han escrito muchos libros sobre la mixteca, y parece que todo este territorio está destinado a ser un ensayo de interpretación, de teoría geográfica, de hipótesis humana en un contexto social todavía en definición. Tan mágico para todos ha sido este lugar, que una y otra vez ha sido creado, ayer y ahora, como un campo de pruebas.
La mixteca está dentro de cuarenta mil kilómetros cuadrados de cañadas y valles, de montañas y de costas, y donde se encuentra el sabor, el olor, el color, y el sonido a terruño. Está dentro de un marco de violentos contrastes geográficos, humanos, políticos, artísticos, históricos, culinarios…
Aproximadamente 300 comunidades integran la nación mixteca entre horizontes parcos, amplios, limpia la atmósfera, atardeceres silenciosos o bullangueros. A la vuelta de cada camino, al término de cada brecha, la vista se recrea necesariamente en una iglesia, en algún río, en un lomerío pelón. Ningún sitio es igual a la otro. Ningún pueblo es igual a la otro; de ninguno se puede esperar idénticos resultados en su contemplación.
Lo curioso de todo esto, es que la Mixteca, que no termina en la mixteca, sino que se prolonga más allá de nuestro país como a Nueva York, California, Tijuana o al Valle de México, porque son sitios hasta donde los mixtecos han llegado con su maleta de cultura al hombro, en busca de mejores niveles de vida, y donde también realizan y revaloran la cultura mixteca.
Entre hortalizas y bosques, antenas retransmisoras y lugares arqueológicos. Entre agua de cascadas, arroyos, y diques. Entre licor y arte culinario. Entre apretada sucesión de dinosaurios, campanas y serpientes que la imaginación ha encontrado en los peñascos de cañadas. Entre otras tantas cosas está el acta de nacimiento de esta gran extensión de tierra a veces generosa, a veces tacaña.
Dentro de esta vasta zona encontramos arquitectura colonial, así como grutas, cuevas y cavernas, fiestas y ferias, museos, balnearios, ruinas, cascadas, ríos y lagunas, artesanía, y un sin fin de arte (sacro) o religioso.
Para los que prefieren los lugares donde todo está dado en una bandeja de servicios y comodidades, de una vez les digo que la Mixteca no es para ustedes. En esta zona encontrarán lo inesperado, lo nunca oído, lo nunca expresado.
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