Entre 2010 y 2011 se suscitaron revoluciones y protestas en el mundo árabe identificadas como la “primavera árabe”. Estos alzamientos populares en el Norte de África y Siria, iniciados en Túnez con la muerte del joven Mohamed Bouazizi, se caracterizaron por reclamos democráticos, además de reivindicar el mejoramiento de las condiciones de vida y para reprobar la miseria indignante de sus pueblos. Esos dos años la comunidad salio a la calle para exigir libertades y cambios políticos, económicos y sociales. El mundo se estremeció. Cosa curiosa, los EUA apoyaron la insurrección contra las dictaduras pero la Unión Europea hizo mutis en el umbral del movimiento y más tarde sólo condeno a Mubarak.
Los países africanos y Siria sacudieron conciencias en el orbe y, hoy más que nunca, se vislumbra un movimiento generalizado que, en ciernes, anuncia el levantamiento paulatino de los de abajo. Avizora el hartazgo de los pueblos por los modelos y estrategias fallidas, al servicio de las naciones poderosas o el imperio. Advierte el cansancio por el fracaso de los gobiernos que se distancian de las aspiraciones de la sociedad entera, en especial de la clase trabajadora. En México esta inconformidad se siente. Hoy con escasa presencia ciudadana pero se registra y su tendencia es progresiva. Nos resistimos a pensar que la alienación de la que hemos sido victimas por la fuerza del dinero y su guardián, el poder público, es para siempre.
Con un gráfico por demás ilustrativo de la protesta internacional que se avecina, del reclamo global y de la manifestación de los indignados que se unen en el mundo, Milenio.com (http://t.co/Cfz1YwNR) abona a las protestas contra el desempleo, la falta de democracia real y las políticas de ajuste impuestos por la Unión Europea y el FMI, además de la dominación Norteamericana, que se ostenta como el custodio del orden económico universal que le favorece.
Exigir libertades y cambios políticos, económicos y sociales en México se ha convertido en una práctica sistemática de los partidos pero ha sido por demás demagógica. Exigir libertades y cambios políticos, económicos y sociales en México ha sido un discurso sentido, legitimo y con propuestas concretas de algunos actores avalados por los mexicanos indignados pero hace colisión con la ignorancia, la incapacidad, la insensibilidad, la corrupción o el pensamiento conservador de liderazgos incrustados hasta la medula e inamovibles en los partidos políticos de centro izquierda, como el PRI y el PRD. El PAN no cuenta en el anhelo progresista de los mexicanos. Exigir libertades y cambios políticos, económicos y sociales a un gobierno como el de México que patalea en defensa de su estrategia de guerra y deja en segundo termino las propuestas populares o aquellas de organizaciones y representantes sociales con autoridad moral para sacar al país de la crisis, el desempleo, la carestía, el ensanchamiento de la pobreza y la desolación de los mexicanos, requiere de la unidad de los indignados. Se necesita de la organización ciudadana.
Exigir libertades para desterrar del territorio nacional la intolerancia y las aberraciones jurídicas atentatorias contra la decisión de la mujer para interrumpir el embarazo cuando así convenga a sus intereses, a su integridad o a su vida, sin el riesgo de ser encarcelada, criminalizada o señalada por la “presión social” inquisitoria, debe ser una reivindicación inflexible. Esa protesta global o reclamo internacional debe incitarnos a exigir cambios políticos como la reelección o las candidaturas ciudadanas, para que el legislador comprometido con su patria y resultados en el ejercicio previo de su responsabilidad que haya servido al país y a sus representados, pueda acceder a un periodo adicional. Quién sólo apetezca repetir en el Congreso con afán protagónico o, peor aún, para perpetuar su poder o servirse de esa escalinata para ascender sin méritos, evidentemente será repudiado por los electores. Así se trate del que busque la reelección o del que pretenda regresar sin valores, sin virtudes, sin valía. Las candidaturas ciudadanas son una afrenta para el caciquismo imperante en los partidos políticos. Son una grieta –así lo ven los amos, dueños y caudillos de los partidos políticos existentes- a partir de la cual los excluidos arribarían a los puestos de elección popular negados por esa casta perpetua y privilegiada de “dirigentes”. O sea, hay que reclamar cambios políticos desde un movimiento ciudadano como el ejercido este 15 de octubre en más de 900 ciudades de 82 países.
Exigir cambios económicos y sociales en México requiere de la movilización popular pacífica, de la acción de los indignados por falta de oportunidades, de las victimas de la violencia, del obrero, del campesino y los indígenas marginados. Requiere secundar la protesta internacional, la demanda global de justicia con acciones propias para subsanar en el país la miseria. Exigir cambio apremia la movilización, la construcción o la consolidación de una opción orgánica, armónica, de la comunidad para heredar a nuestros hijos un mundo sin injusticia, sin violencia, con empleo estable y salarios dignos. Un mundo con servicio médico integral y cierto, con educación básica, bachillerato y profesional de calidad garantizada en los hechos, no por decreto.
Tenemos la convicción de que esta vía -larga, ardua, democrática, plural y pacifica-, ya se avizora en el horizonte con MORENA, A. C., que suma día a día a los indignados de México.
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