La recesión económica internacional se ha convertido en una realidad. El optimismo de una reactivación de la economía para 2020 que se tenía a mediados de enero, comienza a ser recortado de 3.4% a 1% por el efecto desacelerador de la producción que ha provocado la decisión de países europeos y los EE. UU. de cerrar países, vaciar calles y disminuir la actividad productiva en casa a lo más indispensable.
México ha quedado atrapado en la dependencia de la globalización productiva. Sin embargo, los primeros indicios de la recesión salieron de decisiones locales anteriores al coronavirus: la estabilidad macroeconomía sin impulsos productivos se percibió desde el diseño del presupuesto federal para 2020 con prioridad a la economía de los subsidios sociales sin multiplicadores económicos.
A este escenario se unieron otras dos decisiones clave de la política económica: centrar los recursos en obras del compromiso presidencial sin efecto multiplicador en la economía y mantener el eje central de la estabilidad macroeconómica en el control de la inflación por el lado de la demanda. A pesar de salir del PIB bajo de -0.1% de 2019, la meta de 2% para 2020; y el objetivo original de PIB de 2% en 2019 y 2% en 2020, para un promedio de 2% en el primer tercio del sexenio, no será alcanzado.
En los Criterios Generales de Política Económica para 2020 la meta de 2% y la cifra de -0.1% de 2019 iban a hacer un promedio anual de 0.9% anual, menos de la mitad prometida de 2% para conseguir, a la vuelta de los dos tercios del sexenio, una cifra anual promedio de 4% del PIB.
La cifra de PIB real estimada por algunos analistas para 2020 era de 0.7% antes de la crisis del coronavirus, menos de la mitad del 2% fijado en los Criterios. Por los primeros efectos del virus antes de cualquier decisión de emergencia tipo Europa que cierre el país y vacíe las calles, el PIB comenzó a ser estimado en 0.%. Y si por razones de emergencia para evitar mayores infecciones y muertes se cierran actividades productivas, entonces el PIB podría bajar a cifras negativas de -2% a -4%.
Antes del coronavirus, México había entrado en diciembre en la zona de recesión. El PIB en cada uno de los trimestres de 2019 fue de -0.1%, sin expectativas de reactivación hacia el primer trimestre de 2020 en curso. Las cifras de demanda efectiva y de inversión privada para los primeros meses de 2020 seguirían decayendo porque no hay estimaciones de inversiones públicas multiplicadoras de la actividad económica ni existen condiciones de repunte de la demanda efectiva.
La estrategia económica del gobierno federal se sustenta en disminución del gasto productivo, aumento del gasto social en los siete programas sociales de interés presidencial y en la falta de incentivos a la inversión privada. Oficialmente México entró en el segundo semestre del año pasado en una zona de atonía económica o estancamiento por decisión empresarial de disminuir sus inversiones productivas. Una nota reveló que empresarios mexicanos han invertido 10 mil millones de dólares en el extranjero en 2019 en áreas productivas, contra el estancamiento en sus inversiones en México.
La recesión mexicana está motivada por desacuerdos entre el gobierno federal y los inversionistas nacionales. Los espacios de inversión para los empresarios son marginales a los grandes negocios que dejó para sí el gobierno, alejando a privados del sector energético, de la gran obra pública y de la construcción. A pesar de constituir el 85% de la inversión productiva total, los empresarios dependen de contratos y participaciones en el 15% de la obra pública anual.
Las desavenencias actuales entre el gobierno federal y los empresarios no son las primeras en la historia centenaria del sistema político vigente: con Cárdenas, Echeverría y López Portillo hubo un choque entre el enfoque empresarial y el enfoque populista gubernamental. El regreso del PRI con Peña Nieto en 2012 con el anzuelo de las reformas estructurales estimuló la inversión privada no pudo romper con el dique de 2.5% de PIB anual y el promedio sexenal fue de 2.4%. Sobre las cabezas de los gobiernos de Salinas a Peña siempre se colocó el promedio anual sexenal de 6% del PIB de 1934 a 1982.
El Tratado de Comercio Libre tampoco pudo estimular al PIB porque se trató de un modelo de apertura comercial y no de reorganización de la planta productiva. El dato mayor que exhibe el fracaso de la planta productiva nacional fue la caída del valor agregado nacional a los artículos de exportación de 45% en 2001 a 38% en 2018. Es decir, el Tratado había producido un proceso creciente y constante de desindustrialización, a reserva de la meta teórica de que la globalización de mercado habría de escalar la capacidad productiva de las empresas. El TCL había impuesto un modelo de maquilización.
De ahí que México ya se encontraba en recesión antes de la crisis del coronavirus y que ese proceso se iba a profundizar en el 2020. Las estimaciones de analistas revelaron que el PIB oficial de 2020 de 2% anual no se iba a lograr y, por el contrario, se localizaría en 0.5% máximo; dependiendo del grado de estado de emergencia que se instale en México cuando las cifras de infectados/fallecidos aumente a ritmo geométrico por las fallas en las medidas de contención de la pandemia, el PIB será negativo.
Y si en las expectativas oficiales se desdeña el referencial PIB, de todos modos en los análisis económicos el punto indicativo de la actividad económica es el PIB y a partir de él se ajustan las cifras de otros indicadores no sólo económicos, sino también sociales. Dos años de crecimiento económico negativo hundirán a la economía y a la sociedad en una recesión de largo plazo que requerirá de un programa severo de reactivación y de una estrategia de desarrollo generalizada y no sólo de los programas de interés presidencial.
Lo único cierto es que el coronavirus encontrará una economía mexicana en recesión y sólo quedará saber qué tan profunda y larga va a ser. Y toda recesión afecta el bienestar de los mexicanos, sobre todo de los marginados que están siendo sacrificados con los recortes a los presupuestos sociales generales.
Política para dummies: La política es estar preparado, incluso para una pandemia.