Desde donde se le vea, la migración moderna siempre ha ido de la mano de la tragedia.
Si la entendemos desde México, nuestros migrantes no son sólo quienes se van (principalmente a los Estados Unidos) sino quienes, desde otros países, aquí llegan (preponderantemente de paso).
La reasunción de Trump como presidente de la nación más poderosa del mundo nos ha puesto en zozobra.
Y es que no se trata sólo de lo simbólico del desprecio los trumpistas hacia lo mexicano, sino de lo que en la realidad económica y social pueda ocurrir en nuestro entorno inmediato.
Somos 37 millones de mexicanos en Estados Unidos (más de la cuarta parte de la población de México) que hipotéticamente tendría que regresar.
Y ello también implica la interrupción de las remesas que han sido, por mucho tiempo, una de las principales fuentes de ingreso para nuestro país.
El nuevo trumpismo también implica que México sea el fin del camino para millones que, desde otros países, también quieren llegar a Estados Unidos.
La pregunta es: ¿Qué va a hacer México con el “nuevo país de migrantes” que potencialmente se van a quedar o van a regresar a nuestro país?
Oaxaca es, además, estado de tránsito forzoso. Por aquí, desde el istmo, pasan prácticamente todos los sudamericanos que quieren llegar a Estados Unidos.
Y es un hecho que la conflictiva social se ha trastornado con el fenómeno migratorio.
Hay dolor e injusticia por todos lados.
Hay dolor e injusticia contra los migrantes que -como es su derecho humano quieren llegar a un lugar donde puedan vivir mejor con o sin sus familias.
Pero también hay dolor e injusticias contra los mexicanos víctimas de los delitos que inevitablemente cometen migrantes que a eso se dedican o que se han visto orillados a delinquir.
Y es que la migración laboral no es fenómeno aislado. Y en nuestro país indefectiblemente se combina con el de la delincuencia organizada que exige reclutas para sus actividades, que no son solamente de distribución y venta de drogas.
Y aquí todos perdemos.
Aunque no está dicha la última palabra, ni sabemos cuántos de nuestros migrantes efectivamente van a regresar a México (o cuántos van a regresar ilegalmente a los Estados Unidos) una sombra de preocupación y angustia se yergue sobre México.
Más gente, sin las oportunidades mínimas de empleo, no puede redundar más que en más tragedia.
Por razón de espacio, en una próxima entrega, haré esta misma reflexión desde el enfoque de los derechos humanos que es otra de las caras de la tragedia.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca