Estamos en los días en los que se nos dijo que el pico de contaminaciones estaría en la cima; y de dolor y tragedias. Y ya se ve. Las noticias día a día no pueden ser más alarmantes, en tanto que las autoridades de salud cada tarde nos aportan más datos fatales que buenas noticias. Más dolor que solución… Hay una especie de sadismo cotidiano que nos duele y nos asusta: es así.
Aun así, hay tiempo para que quienes medran con la urgencia y el dolor ajeno hagan de las suyas. Un ejemplo reciente es el que se sabe de la asignación de un contrato que el Instituto Mexicano del Seguro Social en el estado de Hidalgo hizo al hijo del director general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Manuel Bartlett.
Esto es: que a León Manuel Bartlett Álvarez, de la empresa Cyber Robotics Solutions, se le asignó un contrato por “adjudicación directa” valuado en 31 millones de pesos por 20 ventiladores respiratorios, lo que quiere decir que cada unidad se compró por un millón 550 mil pesos, siendo el precio más alto en el mercado desde que la emergencia sanitaria por Covid-19 fue declarada en México.
Otros respiradores fueron adquiridos por la misma Institución a precios mucho más bajos. Luego se dijo que esta asignación se habría hecho por la urgencia para contar con el equipo. Se entiende la urgencia extrema. Si urgen que los respiradores estén a la mano y pronto.
,,, Pero la pregunta que sigue es: ¿por qué comprarlos a un revendedor y no a los fabricantes de forma directa? ¿Por qué pagar este sobreprecio habiendo otras empresas que lo dan más barato y a entrega inmediata?…
Y luego, se ha dado a conocer que presuntamente distintas instituciones de gobierno habrían hecho contratos por la adquisición de ventiladores a este mismo proveedor: Cyber Robotics Solutions/León Manuel Bartlett Álvarez. Siete contratos. ¿Por qué?
… ¿Hubo procedimientos de licitación legales? ¿Y qué dicen los otros proveedores? Y las preguntas una y mil veces ¿Por qué no adquirir los ventiladores que se necesitan urgentes a precios apropiados luego de un concurso urgente para licitación? ¿Por qué no comprarlos con los fabricantes y no con intermediarios como antes se ha dicho?…
Tantas preguntas que probablemente nunca serán contestadas; o sí; mediante la argucia del hacerse los ofendidos; del ‘antes acusaban a otros por qué ahora a nosotros –Como si no fueran estos los tiempos prometidos de que ya nada sería igual que antes, aunque se evoca ese antes como solución retórica para no reconocer los problemas de hoy que requieren soluciones hoy…—.
Luego, se ha dicho que la Secretaría de la Función Pública podría investigar qué fue lo que pasó ahí. Pero resulta que desde hace tiempo esta Secretaría anda volando bajo y sus diagnósticos finales con frecuencia no corresponden con las evidencias. Esto es: muy probablemente ocurra que “aquí no pasa nada, todo está bien, todo está en ley…” Y así.
¿Cuántos contratos con estas particularidades hay en este momento para otros productos urgentes para solucionar vidas humanas? ¿Quiénes están obteniendo ganancias a río revuelto sin ton ni son, ni ley ni orden? ¿Hay que mirar al pasado para comparar entre lo que ocurría y lo que hoy ocurre como muestra de que antes estábamos peor y que no debemos sorprendernos por lo de hoy? ¿No eran estos los días en los que “nada por encima de la ley”?…
Pero ya está ahí el gran problema. Hay que solucionarlo. Hay que salvar vidas. Hay que evitar sufrimientos. Hay que tener todo dispuesto para quienes lo necesiten ya, con urgencia. Ya vendrán los días en los que se tengan que hacer cuentas; cargos y abonos; pérdidas y ganancias… culpables o inocentes. Eso es inevitable.
Por lo pronto queda la idea de que al terminar todo esto habrá que replantearse la relación de gobierno y ciudadanos; habrá que reflexionar sobre los valores ciertos de unos legisladores de extremo bajo perfil consecuentes con su interés político y no con el interés nacional. Habrá que ver si las soluciones que se están dando son las apropiadas o se manipularon en tono político.
Hay muchas preguntas en el aire. Hay inconformidad social. Hay miedo social. Hay una especie de “detente” mientras pasa la tormenta, para salir ilesos.
Pero también es cierto que ya se vislumbran días aciagos en lo económico. Los desajustes y caída de la economía mexicana vienen de mucho antes aunque se recrudecen por la Pandemia de estos días. Los vientos no son favorables para el sustento del mexicano y pronto comenzará a ocurrir el desempleo, la falta de ingresos, la falta de abastos y, lo peor, el recrudecimiento de la delincuencia.
“Vino el remolino y nos alevantó” dice la ranchera. Pues eso: vino la Pandemia y quitó la cobija de una placidez que parecía un nuevo mundo; o por lo menos el que se tenía prometido.
¿Qué sigue? Al momento nadie lo sabe. Al momento lo que importa es salir del trance doloroso. Luego vendrán esos días en los que, a manera de Marcel Proust, habremos de recuperar el tiempo perdido… pero ¿qué nueva sociedad, nuevo hombre y nueva relación gobierno-ciudadanos surgirá de todo esto?… ¿Cuál será el paisaje después de la batalla?
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