¿Qué pasó en el debate sobre la reforma a los estatutos del PRI?: Moisés MOLINA

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Fue una larga jornada en la mesa temática correspondiente a la reforma estatutaria del PRI. El World Trade Center de la Ciudad de México acogió a 200 delegados que, de todo el país, trabajamos 13 horas para la obtención de la propuesta final de reforma estatutaria. 96 delegados electos en las Asambleas Estatales, 10 senadores, 10 diputados federales, 70 delegados de sectores y organizaciones, 5 delegados del ICADEP e igual número de la Fundación Colosio; y 4 de organizaciones adherentes.

 Tuve el honor de iniciarla una vez leído el documento base elaborado por la Comisión Nacional de Dictamen. Mi postura dentro del debate “en lo general” fue clara: contra el proyecto. Más que una postura personal era un mandato, el mandato de nuestra Asamblea Estatal Oaxaqueña. Los argumentos, claros, francos. Era un proyecto que parecía avergonzarse de la militancia, que la negaba, que le daba la espalda.

“¿Qué es lo que se pretende?” –dije. “¿Convertir al PRI en lo que la Teoría Política llama un partido atrapa todo?”. La propuesta de abrir las candidaturas a ciudadanos sin militancia (simpatizantes lo suavizan ellos), no sugiere otra cosa.

“¿Qué es lo que se pretende?” –proseguí- “¿Convertir a la militancia en servidumbre de advenedizos que no conocen ni han trabajado por el partido?”. “Muchos se llenarán aquí la boca con la palabra modernidad, pero la militancia no es una moda, es lo más importante para el PRI, lo más valioso que tenemos como partido”.

El rostro de Mariano Palacios Alcocer, muy afable al momento de saludarle, se tornó adusto. La incomodidad era evidente en el presidente de la mesa. Era un proyecto que, pareciera, ni los integrantes de la mesa directiva habían leído. Pifia tras pifia en la lectura al grado de llamarle PAN al PRI. También lo dije y el desconcierto creció.

Alguien me pidió, previo al inicio de los trabajos, “confianza” para el Presidente Peña Nieto. La suerte estaba echada. No quedaría yo conforme, satisfecho, entregándome a la comodidad de solo levantar la mano. “Las encuestas las ganan quienes tienen dinero y nos hacen víctimas de la telecracia de Sartori”, les dije.

“Plenamente responsable de mis palabras, les digo que hoy me queda claro que lo mejor para nuestro querido presidente, puede no ser lo mejor para nuestro partido”. Pedí a los delegados votar en contra del documento en lo general. El trabajo de planchado estaba, sin embargo hecho. No bien llegué a los cinco minutos que se me concedieron, cuando Palacios me interpeló al micrófono: “Muchas gracias”. “Concluyo Presidente” –atajé. “Fue suficiente”, concluyó.

En medio del desconcierto los delegados no sabían si aplaudir o guardar silencio. Mi misión estaba cumplida. Todos supieron que en Oaxaca ese era el sentir.

El documento se aprobó en su mayoría tal como venía proyectado. Se mayoritearon las candidaturas externas en base a encuestas, la reducción en el número de integrantes del Consejo Político Nacional y de la Comisión política permanente, prácticamente a la mitad; la postulación de candidatos que hayan contendido en el pasado o hecho proselitismo por otras siglas; la autorización de que priistas pudieran contender como candidatos independientes sin perder su militancia; y la eliminación del requisito de haber desempeñado un cargo de elección popular para poder ser candidato a gobernador, jefe de gobierno o Presidente de la República.

Advertí cuatro clases de delegados: Quienes llegaron a saludar y se fueron, priistas de gran influencia algunos; quienes iban a defender a ultranza el proyecto del CEN; unos pocos (contados) que íbamos con argumentos en contra, distinguiéndose los del Distrito Federal; y la mayoría de los que decidieron quedarse, profundamente desconocedores de la normatividad estatutaria del partido y –no se diga- del alcance de las reformas. La confusión a la hora de votar, así lo evidenciaba, incluso entre algunas despampanantes senadoras de la república.

Pero así es la realidad del PRI. No van a esta clase de trabajos quienes debieran ir. ¿Qué sigue?

A más tardar el 26 de febrero, el documento final estará llegando a los Comités Directivos Estatales para hacerlo del conocimiento de la Asamblea Estatal y fundamentalmente de los delegados a la Asamblea Nacional que se sesionará en pleno los tres primeros días de marzo.

No se si en Oaxaca se acuerde una postura conjunta para ser defendida o será un viaje más de placer, de “shopping” para algunos delegados. Urgen estrategias para crear conciencia de la importancia de la próxima reunión que puede, desde luego, cambiar el sentido del dictamen.

Es la interrogante ¿Se subordinará Oaxaca a la línea de nuestro presidente? O ¿se defenderá lo que el órgano máximo deliberativo a nivel estatal determinó? Lo sabremos los próximos días. Las consecuencias, sin embargo, no se harán esperar y estaremos, en próximos procesos electorales. Castigando la militancia e incluso premiando deslealtades y transfuguismos.

Yo regreso al terruño con la conciencia tranquila. Hice cuanto estuvo en mis manos o –mejor dicho- en mi boca. Fue una oposición que se ahogó en la línea irreflexiva, pero que al menos se escuchó, se toleró y se respetó. Hoy saben que Oaxaca fue en contra y probablemente ya haya sonado el celular de los jerarcas del partido para llamarlos a disciplina. ¿Quién lo sabe? Solo ellos.