Después de siete meses de nuevo gobierno, el gran debate sigue pendiente: el modelo económico neoliberal del salinismo 1983-2018 formalmente ya no funciona, pero hasta ahora se ignoran los fundamentos de la “propuesta posneoliberal” convertida en “un modelo viable de desarrollo”.
El dilema del México lopezobradorista es sencillo de plantear: o construye un nuevomodelo de desarrollo para crecer y repartir o se ahoga en un modelo populista de dinero regalado que no modificará la estructura de la desigualdad, no podrá crecer más de 2.5% y no cumplirá con sus metas de justicia social.
Esta discusión debió haberse dado en el Congreso a la hora de aprobar, por primera vez, el Plan Nacional de Desarrollo, pero Morena y la oposición se desviaron del camino: el partido en el poder porque ignora la propuesta presidencial de su nuevo modelo de desarrollo y la oposición priísta-panista porque fueron aliados básicos del neoliberalismo salinista.
El problema persiste. De hecho, puede decirse que ya se perdió un año calendario de los seis del sexenio en jaloneos superficiales. La oposición restregándole al gobierno en el rostro el incumplimiento de la meta de PIB de 2% para este año y el gobierno lopezobradorista posponiendo el debate hasta finales de año en que habrá sorpresas.
El problema no radica en la cifra de PIB, sino en sus razones. Sin una gran reforma estructural productiva —reconversión industrial de la planta privada y mayor desregulación del Estado–, la economía tiene el candado de 2.5% de PIB anual porque arriba de esta cifra se desatarían presiones inflacionarias-devaluatorias incontrolables.
El modelo neoliberal salinista fue, en realidad, un modelo mercantilista basado en la liberalización del comercio exterior; nada más. En este sentido, el comercio exterior se multiplicó por 10, pero el PIB quedó atado a un promedio de 2.2% promedio anual. Y sin PIB no hay riqueza qué repartir.
El PND lopezobradorista sólo plantea el objetivo general: una propuesta posneoliberal que se “convierta en un modelo viable de desarrollo”. A renglón seguido enumera los “principios rectores” de la propuesta convertidos en doce objetivos finales. De ellos, el más importante es el 4: economía para el bienestar. Pero ahí hace una mezcla oximorónica de neoliberalismo y populismo: crecimiento con disciplina macroeconómica, pero no de modelo de desarrollo.
La clave de todo modelo de desarrollo radica en crecer con distribución de la riqueza; México logró en el populismo 1934-1982 crecimiento con pobreza. Y la distribución de la riqueza se logra por dos vías: programas asistencialistas de dinero regalado o políticas de bienestar social.
El saldo del largo periodo populista-neoliberal 1934-2018 –84 años, casi tres generaciones– fue una tasa promedio anual de 4%, con 80% de mexicanos marginados y sólo 20% de mexicanos ricos. El llamado Óptimo Pareto señala que una sociedad justa debería tener 80% de personas con bienestar completo y sólo 20% de pobres.
En cifras mexicanas, el desafío va más allá de programas asistencialistas de poca monta: sacar de la marginación a 96 millones de personas (el 80% de la población). Como no hay presupuesto público que alcance, el mecanismo debería ser un modelo de desarrollo que genere la riqueza productiva suficiente, repartida vía salarios, prestaciones y políticas fiscales.
Los nueve programas asistencialistas del PND lopezobradorista implican entrega de dinero sin reproducción de la riqueza. Y las estrategias de bienestar tampoco revelan financiamiento sano y menos la forma de detonar la distribución de la riqueza. Las metas cuantitativas están sólo señaladas:
–Recuperación de 20% del salario, cuya pérdida de poder de compra en el neoliberalismo fue de 70%.
–Mejor distribución de la riqueza y del ingreso, sin dar cifras. La última encuesta del INEGI señala que el 70% de las familias pobres tiene el mismo ingreso que el 10% de los ricos. El PND no dice cómo modificaría esta estructura de desigualdad.
–La pobreza extrema (43.6% de mexicanos en situación de pobreza en diferentes grados, según Coneval) habrá sido erradicada. Y otro dato grave: el 55.8% de los mexicanos tiene carencia de seguridad social.
En suma, las metas de bienestar del PND están planteadas en la retórica, pero no en el modelo de desarrollo para crecer 6% anual sin inflación ni devaluación. Nada es imposible, por cierto, pero el nuevo modelo de desarrollo debió de ser el alma del PND.
La inquietud que detectaron algunos legisladores de la oposición señalaba que el nuevo gobierno tiene una idea de lo que quiere, pero que carece del modelo de desarrollo para lograr sus objetivos posneoliberales. Y el primer tropiezo estará en el PIB de los dos primeros años del sexenio: menos de 1.5% anual, contra el 3% comprometido para lograr el promedio de 4% en el sexenio y el 6% en 2024.
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