Con grietas en su popularidad y un Mundial cuestionado por parte de la población brasileña, Dilma Rousseff se consagró ayer como candidata a la reelección en octubre, durante una convención del Partido de los Trabajadores (PT). En esa convocatoria, donde fue proclamada por unanimidad, la presidenta prometió “un nuevo ciclo de desarrollo”en caso de vencer los comicios y cuestionó el “pesimismo y la mediocridad” del discurso opositor. Volvió a defender la Copa “que se está haciendo pese al mal agüero” y pidió a los dirigentes y militantes del PT que “vistan la camiseta amarilla y tuerzan por la selección” El tono discursivo de Dilma, de su vice Michel Temer y del ex presidente Lula da Silva convergieron en una consigna: la del “cambio con continuidad”. Con este mensaje y el argumento de las transformaciones sociales operadas los últimos 12 años (primer y segundo gobierno de Lula, y primer período de Dilma), el oficialismo piensa contrarrestar a los dos adversarios, el socialdemócrata Aécio Neves y el socialista Eduardo Campos. La campaña opositora, que engloba a ambos, busca demostrar que tanto Dilma como el PT se “agotaron” y que la población brasileña ahora busca “innovar”.
Las encuestas, entre ellas la última de la consultora Ibope, revelan que Dilma preserva 39% de las intenciones de voto, contra 21% de Neves y 10% de Campos. Pero también muestra un grado de rechazo nada despreciable: 43% de los encuestados confesaron que jamás la votarían. Dirigentes del PT y de partidos aliados admitieron que en la actual situación, la presidenta sería reelecta en el segundo turno y no en el primero.
En su discurso de ayer, su predecesor Lula subrayó la necesidad de convocar a la militancia para demostrar “todo lo que se hizo en estos doce años de gobierno. Fue mucho más de lo que ellos (la oposición) hizo en un siglo”.
Aunque el eje de la campaña sea por lo positivo, el oficialismo no va a renegar de endilgarle a la oposición que representa un “retroceso” y una “amenaza” a los programas sociales. De hecho, el candidato Neves, un político que fue gobernador de Minas Gerais, que es ahora senador y que viene de una familia tradicional, ya incluyó en su base programática la necesidad de reducir el gasto fiscal. “Voy a cerrar la mitad de los ministerios” argumentó recientemente. Pero bien asesorado, Aécio acaba de integrar un equipo programático con figuras carismáticas que pueden atraer sectores de la juventud. Es en esa franja de la población, precisamente, donde la disputa puede ser más ardua.
Ayer, Dilma insistió que ella, al igual que Lula, “heredaron un legado perverso de décadas perdidas” e insistió que “no irá a bajar la cabeza” delante de quienes la insultan. Se refería a las frases soeces que le dirigieron desde un sector de la tribuna del estadio Itaquerao al inaugurarse el Mundial.
Agencias