Como no ocurría desde la nominación del sonorense Luis Donaldo Colosio en noviembre de 1993, el PRI del sentimiento volvió a expresarse en el Parque Jurásico de Insurgentes Norte. Lo que falta por aclarar es si el PRI quedó sólo en bufalada o si la toma de protesta de Manlio Fabio Beltrones fue el regreso al modelo social, político y económico del pasado.
Nada faltó ayer jueves en la explanada del PRI: entusiasmo sentimental sincero, algunas lágrimas impulsadas por lo perdido, la satisfacción de haber pasado por el neoliberalismo salinista, la sana distancia de Zedillo y los dos sexenios panistas, y de haber tocado fondo en las presidenciales de 2006 con el 22% de votos y el tercer lugar electoral, y ahora de nuevo en la cúspide del poder.
El PRI ha demostrado ser un dominador de los tiempos y de los vientos. Lo de menos será que siga prevaleciendo el mismo modelo económico neoliberal que enterró al viejo PRI social en 1992 si al fin y al cabo lo que vale es el sentimiento. Los priístas quieren seguir siendo priístas en sus sentimientos, sensaciones y matracas, sin importar que sigan apoyando.
El confeti y la matraca matan las certezas económicas. Porque el PRI no es una certeza sino un estado de ánimo, un arcoíris sin la olla de monedas de oro al final de las luces, pero con las mismas satisfacciones del deber cumplido. Ahhhh, que bien se siente ser priísta en medio del país del 2015 que se terminó en 1982 y se enterró en 1993. Pero ya qué importa: la matraca es el reloj del tiempo que reafirma no que todo tiempo pasado fue mejor, sino que no hubo tiempos futuros después del pasado.
El PRI no viaja de regreso al pasado porque nunca caminó al futuro. Entonces el regreso al futuro resultó un avance al pasado, y todos contentos con su matraca funcionando. Ahí, en el edificio central que refleja las ruinas reconstruidas de lo que siempre fue una ilusión, ahí mero, el PRI abrió de nueva cuenta las ventanas para que circulara el aire, quitó las sábanas blancas ya sin el brillo por el tiempo tapando los muebles, las paredes algo opacas pero reluciendo con las luces de los candiles relucientes que fueron friccionados en el Instituto Nacional Electoral con aceites y esencias traídas del lejano oriente.
No todo tiempo pasado ha sido mejor, sobre todo cuando no ha habido futuro. Calles no ha muerto, vive en los corazones priístas, don Fidel Velázquez regresó, varios lo vieron caminar ayer en la explanada del PRI, sin aspavientos, del brazo de Blas Chumacero, los dos sonrientes, felices, hasta joviales, don Fidel con sus lentes negros. No, no estuvieron de regreso en el PRI porque nunca se fueron.
Manlio Fabio Beltrones hizo el milagro de reactivar en las calles la Región 4 de The Walking Dead, sin rostros muertos sino que, por el contrario, rejuvenecidos; y tampoco caminaban como zombis, no, casi hasta bailaban de gusto ayer en la explanada del PRI, ya fuera de sus simbólicas tumbas a las que los envío Carlos Salinas, aunque ya nadie lo recuerda, tiempos que se fueron, esos sí, al basurero de la historia, el aerolito salinista explotó en México pero no liquidó a los dinosaurios. Ha sido paradójico pero los liquidadores del PRI han sido los liquidados.
Después de noviembre de 1993 el PRI entró en una larga noche de los muertos caminando y de pronto, después de marzo, regresaron a sus oscuridades, a sus cuevas históricas a esperar que a sus entradas pasaran los cadáveres políticos de sus enemigos y adversarios. Y no fueron tiempos muy buenos: en del 2006 todos tuvieron la certeza de que los periodos históricos habían terminado: el de los dinosaurios no fue el jurásico sino el triásico como una fase poco analizada porque los dinosaurios se fueron transformando y empequeñeciendo pero no desaparecieron.
Los dinosaurios, con el tiempo abandonado, se hicieron nobles, abandonaron sus afanes de dominio de la tierra, convivieron con otras criaturas y sobre todo permitieron nuevas jefaturas, nuevos personajes.
Y ayer regresaron como si nada hubiera pasado, como si antier el calendario marcara el 28 de noviembre de 1993. Y hoy el país descubriera el 29 de noviembre de 1993. Bien lo dijeron algunos priístas con colmillos de velociraptores: ¿para qué correr muy de prisa para alcanzar a Salinas, a Zedillo, a Fox?, “mejor aquí los esperamos sentados cuando regresen”. Y he aquí que se dio el regreso; aunque, corrección, no ha sido el regreso del PRI, no puede regresar quien nunca se fue, quien fue una cultura; fue un fenómeno óptico: la tierra se movió sobre su eje para cambiar de lugar en 180 grados, de tal forma que el futuro quedara atrás y el pasado adelante, y así vivir la ilusión óptica (ideológica) de que se corre hacia el futuro que es el pasado.
Y todos contentos,
Colorín colorado…
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