Sin recordar –o a lo mejor recordándolo–, el PRI se enfila a repetir el error estratégico del 2006: atomizarse ante la derrota, la competencia por el CEN olvida cinco realidades históricas:
1.- El PRI no es un partido político, sino una coalición de grupos de intereses coordinadopor una figura vinculada de manera superior al poder político.
2.- La militancia priísta no existe; se trata de priístas que pelean sólo cuando pierdenespacios de poder.
3.- El PRI se sostiene con el dinero del poder, no de sus militantes invisibles. Una dirigencia sin articulación a gubernaturas como única fuente de recursos estaría condenada a la derrota.
4.- El PRI es un bloque de poder, coordinador de otros bloques no necesariamente priístas ni partidistas. Por tanto, la dirigencia tendría que tener un entendimiento con las partes del bloque de poder. Y en esa estructura la militancia sencillamente no cuenta.
5.- El PRI perdió la presidencia cuando el bloque de poder del sistema se corrió al PAN y recuperó Los Pinos cuando Peña Nieto reagrupó el bloque interno de poder priísta desde la gubernatura del Estado de México y cuando el PRI se salió del madracismo y Peña Nieto, a recomendación del ex gobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz, designó como presidente del partido a Humberto Moreira, salpicado por irregularidades en las finanzas de Coahuila y cesado estando el partido en pleno proceso de nominación de Peña Nieto como candidato presidencial.
Si el PRI se juega su existencia (su base electoral es, en promedio de 11%) en la designación de una dirección que reagrupe y no divida, todo parece indicar que el PRI esta en rumbo de extinción. La demanda penal del exgobernador oaxaqueño Ruiz Ortiz contra el gobernador de Hidalgo y la candidata a secretaria general por la planilla del gobernador campechano Alejandro Moreno Cárdenas Alito puso un punto de no retorno a la fractura.
Los indicios son claros: la disputa por el PRI entró en la zona del derecho penal. Lo de menos es que esa demanda no prospere, a menos que el sistema de judicialización electoral del gobierno de López Obrador aproveche la oportunidad que le presenta la denuncia de Ruiz Ortiz para darle un empujoncito al PRI para echarlo al precipicio.
Hasta ahora los tres precandidatos reales a la dirección del PRI –José Narro, Alito y Ruiz Ortiz, porque la exgobernadora yucateca Ivonne Ortega es un monumento al oportunismosuperficial– parecen estar preocupados por reconstruir el bloque de poder que le dio fuerza al PRI: los sectores corporativos y legislativos y los sectores invisibles, de éstos sobre todo la iglesia, los empresarios, los medios y los sectores de inteligencia de los EE. UU.
El PRI ha demostrado en el Senado la astucia para construir un bloque opositor con el menguado PAN y el PRD rumbo a su disolución, pero con bancadas que han impedido la mayoría calificada, en tanto que en la Cámara de Diputados los priístas carecen de liderazgo político y estratégico y prefieren ver por su propio futuro con acuerdos con Morena, además de que no hay malicia política para potenciar las fracturas en la mayoría morenista.
El PRI se dividió en el 2006 por la necedad de Roberto Madrazo de usar la presidencia del partido para auto nominarse candidato presidencial y encaró oposiciones de gobernadores grupos políticos, sobre todo la maestra Elba Esther Gordillo que ya estaba negociando la entrega del PRI a Calderón y quería subir de secretaria general a presidenta del partido.
El mismo escenario de fractura encara el PRI. La denuncia en la Fepade del ex gobernador y precandidato a la presidencia del PRI, Ruiz Ortiz, puede ser la primera piedra en la lápida del tricolor. Además, esa denuncia llevó la competencia en el PRI al territorio desconocido de la lucha sin reglas.
Lo malo es que sin el PRI como partido activo, el escenario político lo tendrían a modo López Obrador y Morena por unos dos sexenios más, cuando menos. Y la denuncia de Ruiz Ortiz mostró un escenario sin entendimiento que sólo va a dispersar el PRI en pequeños grupos de poder que se aliarían a Morena y quizá al PRD.
El PRI siempre ha perdido cuando piensa en función de intereses individuales y ha sobrevivido cuando asume un pensamiento estratégico.
Parálisis de respuesta. La masacre en Minatitlán llevó al seno del gabinete de seguridad la definición de la respuesta institucional. Pero las instrucciones fueron claras: no entrar en la dinámica de venganzas ni subir el nivel de la respuesta de fuerza del Estado. El ataque contra marinos en Puebla el sábado 4 de mayo, de acuerdo con el boletín oficial, mostró que las fuerzas de seguridad no tienen órdenes de responder ataques criminales. Ahora murió un marino por aplicar el manual de uso de la fuerza. Lo que viene es que las fuerzas de seguridad van a dejar actuar con impunidad a los grupos criminales, para que no haya acusaciones de violación de derechos humanos.
Política para dummies: La mala política suele repetirse más cuando se recuerdan los hechos, no cuando se olvidan.