Aún antes de las escasas notas periodísticas, el desayuno convocado por la dirigencia del PRI de Oaxaca, llevado a cabo el pasado viernes, comenzó a comentarse en el nuevo actor colectivo: las redes sociales.
Antes de conocerse las resultantes del cónclave, comentarios corrían en carretera de doble sentido. De inconformidad y agravio, la mayoría. Y es que la carencia de una estrategia de comunicación política que, entre muchas otras cosas, sufre el PRI oaxaqueño desde hace ya un buen tiempo, entrampó a los indignados en la desinformación. No era una reunión de Consejo Político, no lo era tampoco un desayuno de convocatoria abierta, aunque terminó siéndolo (no se impidió el acceso a nadie), ni siquiera un acto público. Era más bien una reunión de carácter privado entre la estructura “formal” del tricolor. Los únicos actores que debían estar ahí eran los integrantes del CDE, líderes de Sectores y Organizaciones, Presidentes Municipales, legisladores federales y locales y presidentes de comités municipales priistas.
¿Para que los citaron? Al final, nadie me supo decir. Hubo aforo, hubo, con algunas ausencias y retrasos notables, representatividad. Lo que no hubo fue tema. Los platillos fueron el principal argumento. Bien es cierto que no era un foro de análisis, ni un panel de retroalimentación; en las circunstancias actuales, un debate abierto es lo que menos quieren quienes cómodamente administran un membrete. Pero era necesario, al menos, hacer un ejercicio unilateral de reflexión, de autocrítica, de objetividad. Nada de eso. Se reunieron como el PRI de hace dos o tres años, para que los más contemplaran, admiraran, reconocieran a los menos, los ocho o nueve que alcanzaron lugar en el presídium.
Que le dieron lugar a Heliodoro y no a Ilescas, teniendo ambos la misma calidad de ex diputados y ex aspirantes a la presidencia del PRI; que Samy Gurrión y Nieves no llegaron ;que sentaron hasta a la responsable de prensa y no a Amando Bohorquez ni a Jacobo Sánchez que tienen ya espacio en la estructura; Que Sofía no se veía; que Eviel llegó tarde y ya no quiso hablar; que Elías Cortés y no Sandoval ni su secretario general, conducía la reunión, era el análisis político que los comensales subían a las mesas del desayunadero.
¿De qué se habló entonces? De todo y de nada. Alguien ajeno a la realidad política de Oaxaca bien pudo haber pensado que el PRI seguía siendo gobierno, entre los discursos de verdades a medias, de obviedades, de lugares comunes, de oratoria de concurso con pésimos concursantes.
Hubieron eventualmente quienes entendieron mal lo que Fito Toledo “tuiteó” entendiendo mal. El voto de confianza no era para Jorge Sandoval, fue para el CEN que puede ratificarlo, pero también puede no ratificarlo enviando a uno nuevo, oaxaqueño o no. Las únicas convicciones generadas ahí, existían antes de sentarse a comer: 1) el presidente del CDE lo pone y lo quita el CEN y 2) Necesitamos la unidad para afrontar el proceso de 2013.
Y no es que nuestros priístas más notables sean tontos o incapaces de articular peroraciones convincentes; fingieron demencia diciendo mucho y nada a la vez con una intencionalidad. Hablar sin hablar. El chiste era dejarse ver, dejarse adular, dejarse apapachar. Propiciar una ocasión lo más “light” posible para sacar el baumanómetro. Y en efecto no hubieron, como muchos deseaban, puñetazos. De algunas temerosas rechiflas no pasó. Natural, si tomamos en cuenta que no hubo ocasión significativa, que nadie sabía a qué iba, pero no querían dejar de ir.
Fue una reunión a favor del Status Quo, de que las cosas sigan como están, al menos administrativamente. Ni siquiera hubo necesidad de gatopardismo. Nada cambia para seguir igual. No hay peligro, seguramente pulsaron, el PRI puede seguir así rumbo a 2013 sin grandes cambios.
Mientras tanto, en medio de la desinformación, el descontento crecía por quienes, una vez más, se sintieron excluidos, marginados, subestimados; de quienes casi acusaban conspiración en su contra, que veían sospechosa en la desatención por no incluirlos. Y esa misma frustración desinformada la transmitían a sus cercanos, vaticinando alguno, en plazo de dos meses, la toma de las instalaciones del partido.
Honestamente no se perdieron de nada, porque eventualmente no les hubiesen dejado hablar y de poder hacerlo, les hubieran acallado con silbidos. Habrían salido con igual o más insatisfacción.
Si Sandoval se va o se queda, aún es incierto. Él, sin duda, se quiere ir. Desgraciadamente, es algo que no está en sus manos. Lo ha dicho. No puede pedirle a Coldwell que le separe de la responsabilidad y probablemente tenga que esperar más de lo querido para recibir, en la estructura del próximo Gobierno Federal, el premio por servicios prestados a la patria partidista.
¿Qué destino le aguarda entonces al PRI oaxaqueño? Sigue siendo incierto. La respuesta la tienen Coldwell y los votantes.
Si lo que se quiere es, en específico y con urgencia, recuperar la presencia política en Oaxaca, dejando de lado la mayoría de las funciones de los partidos políticos que la teoría enseña, que vayan en el sentido que quiere el electorado. Que se haga desde la casona de Santa Rosa, política con ciencia, no con metafísica, no con corazonadas, ni siguiendo la ruta de las fortunas personales para pagarse una campaña, ni del “prestigio” o “capital” político, cuyos resultantes tenemos reciente y dolorosamente conocidos. Que se estudie a fondo la composición de la lista nominal de Oaxaca para saber qué candidatos y qué plataforma política quieren quienes tienen credencial de elector en la cartera o en el bolso. Si el PRI no se abre a la ciudadanía y sigue obstinado en seguir viendo la realidad con los anteojos de “los mismos de siempre”, tendremos los mismos resultados que ellos nos han regalado ya sin gobierno, porque seguiremos sin gobierno un buen rato.
EL PRI de Oaxaca necesita estrategia, método para alcanzar los resultados deseados. El PRI no debe ser, hoy por hoy, la casona de Santa Rosa, ni sus miembros distinguidos usufructuando curules, escaños, presidencias o regidurías, tampoco sus militantes de a pie que no saben ya a quien creerle y por ello adulan y quieren quedar bien con todos; el PRI necesita ser programa, proyecto, plan para la acción.
En tanto sabe si se va o se queda, Jorge Sandoval debe:
1.- asumirse con fortaleza como presidente, le guste a quien le guste;
2.- formular, derivado de los documentos básicos, un plan con acciones definidas que presenten al PRI como auténtico partido de oposición en Oaxaca, compartido, al menos, con el Consejo Político;
3.- Incorporar a su Comité Directivo, una coordinación de asesores integrado por priístas garantes de conocimiento del sistema político oaxaqueño, formación, capacidad y trabajo.
4.- Exigir un programa escrito de trabajo a todos los líderes de sectores, organizaciones y organismos especializados, malacostumbrados a hacer comparsa y defender al gobernador en turno; y vigilar su cumplimiento;
5.- Revisar y poner orden en el destino de las prerrogativas partidistas; y
6.- Conceder a los cientos de priístas que, en el interior del estado, guardan naturales diferencias con sus comités municipales, nombramientos que les otorguen legitimidad para capitalizar y seguir haciendo trabajo político.
Las corrientes de opinión que naturalmente se han formado no son enemigas del PRI. Debe dejárseles de ver como factor de ruptura y comenzar a brindarles trato como expresión de diversidad instrumental en la unidad ideológica. Persiguen los mismos fines pero por diferentes medios. Sus integrantes no están cerrados al trabajo conjunto. Solo quieren un espacio digno y de respeto.
En Oaxaca no hay gobierno, en buena medida, porque no hay oposición. Por ello se hace mucha política y poca administración. Si ellos no quieren o no pueden aprender a ser gobierno, que el PRI aprenda a ser oposición.
@MoisesMolina
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