Es momento de que el PRI se renueve y actualice su organización y estructura para reflejar las nuevas condiciones y dinámicas sociales del país, entre las que destaca una mayor participación de la juventud, por lo que es preciso ir al reencuentro con las universidades, convocó el presidente Enrique Peña Nieto a la militancia de su partido, en la reunión de este sábado 25 de julio, denominada “Unidad para Continuar con la Transformación de México”.
Se trata, como el presidente dijo, de un nuevo paradigma: un PRI como cabeza del cambio pero en estrecha interlocución con los distintos segmentos de la sociedad civil, especialmente quienes miran al futuro.
También subrayó la importancia de que, en este partido artífice de las reformas estructurales, no haya distracciones con agendas personales: “Hoy no hay espacios para proyectos personales, hoy es momento de un proyecto de nación. Si algo distingue al PRI, si algo caracteriza al PRI, es su responsabilidad y seriedad para ofrecer soluciones viables a los problemas nacionales”.
Cuidar y fortalecer ese proyecto nacional significa estar alertas contra falsos cantos de sirenas: “No podemos confiarnos. Hoy la sombra del populismo y la demagogia amenaza a las sociedades democráticas del mundo. En varias naciones, están surgiendo opciones políticas que, en su ambición de poder, prometen soluciones mágicas que en realidad terminan por empobrecer a las familias y restringir las libertades ciudadanas (…) México tiene que estar consciente de estos riesgos”.
En este contexto de responsabilidad pública, responsabilidad de Estado, y no de golpes efectistas, se inscribe la decisión de retomar en Oaxaca, con el auspicio del gobierno federal, la rectoría estatal sobre la educación, una materia sensible, ineludible, para que esta entidad del sur, hoy rezagada, acceda al desarrollo.
Las acciones para reconfigurar la estructura jurídica y administrativa del IEEPO son indispensables para que la reforma educativa, que ya está en marcha prácticamente en todo el territorio nacional, no deje fuera a Oaxaca de la modernización y la lucha por la calidad educativa.
También es preciso que las reformas estructurales, cuya importancia subrayó el presidente en la reunión con la militancia priista, se apliquen a cabalidad para que los indicadores de calidad de vida se eleven y se reflejen en la mesa de las familias.
Las cifras dadas a conocer por el CONEVAL en su ejercicio de monitoreo 2014 dejan muy claro que el combate a la pobreza sigue siendo un reto monumental, una asignatura que no se ha cubierto a plenitud, y que exige revisar estrategias, políticas públicas y programas específicos y, además, redoblar esfuerzos para que México sea un país donde la inmensa mayoría, y no apenas poco más de la mitad de la población, tenga un piso básico de satisfactores materiales, autosuficiencia alimentaria, educación, salud, vestido.
Hay que apuntar sin embargo que para el primer trimestre del 2015 la propia agencia especializada en medir la funcionalidad o ineficacia de la política social revela una mejoría sustancial en los indicadores, pero hasta el corte del año pasado es inadmisible que dos millones de mexicanas y mexicanos más se hayan incorporado al segmento de población, ya de por sí muy amplio, que está por debajo de la línea del bienestar, es decir, en estado de pobreza.
Ese es el reto de las reformas aprobadas en el primer tercio de esta administración, la reforma laboral, la reforma energética, la reforma fiscal, la reforma financiera, la reforma para la competitividad, la reforma para una mayor transparencia y rendición de cuentas, la reforma para agilizar la administración de justicia, entre otras.
La política social es sólo el instrumento para apoyar y dignificar las condiciones de vida de los deciles más vulnerables de la sociedad, los más pobres y marginados, y no para demoler las causas estructurales de la falta de prosperidad y bajo poder adquisitivo de la población mexicana, el nulo crecimiento real de la economía desde fines del siglo pasado, panorama recrudecido en las dos últimas administraciones federales, la oportunidad perdida de la derecha.
No podemos aceptar un México en donde de los 32 estados del país, 14 no hayan logrado mejorar sus índices de pobreza en los últimos dos años, en tanto que tres más registraron un aumento de la población en situación extrema.
Como ha ocurrido desde hace décadas, son los estados del sur y los del sureste mexicano los que siguen padeciendo las expresiones más agudas del flagelo de la pobreza
Chiapas sigue encabezando la lista de las entidades con mayor población en condiciones de pobreza, pues tuvo un incremento del 74.7 al 76.2 por ciento, para llegar a 3 millones 961 mil personas en algún nivel de pobreza, moderada o extrema.
Guerrero, hoy prácticamente en quiebra financiera, según declaró el gobernador Rogelio Ortega ante la comisión permanente del congreso federal, sigue siendo el segundo estado con mayor pobreza en términos relativos y la situación no mejoró los últimos dos años.
Algo que nos lastima, de manera muy directa, es que Oaxaca encabece a los estados con mayor número de personas en pobreza extrema, circunstancia que empeoró el año pasado. De 2012 a 2014, en efecto, nos dice la CONEVAL, la pobreza extrema pasó del 23.3 al 28.3 por ciento de su población, lo cual significa un millón 130 personas.
Son cifras de desigualdad y pobreza que, de manera muy semejante, ya nos había revelado el destacado investigador Gerardo Esquivel, el mayor especialista mexicano en el tema de la pobreza, egresado de la UNAM, con maestría en El Colegio de México y doctorado en Harvard, hoy consultor de organismos internacionales.
Hace apenas un mes estuvo en Oaxaca, disertando en la Sala Burgoa del complejo cultural de Santo Domingo, ante profesores, estudiantes, legisladores y servidores públicos estatales y municipales, en el marco del ciclo de conferencias “Oaxaca en el debate nacional”, auspiciado por la UABJO y por la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados de Congreso Federal, de la que me distingue formar parte.
El combate a la pobreza tiene que darse con políticas sociales efectivas, pero sobre todo con reformas estructurales como las impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto, cuya implementación apenas ha iniciado y pronto rendirán mayores frutos: un crecimiento por encima de las modestas tasas de los últimos 15 años, ligeramente superiores al crecimiento demográfico.