La frase con la que Manlio Fabio Beltrones inauguró su arranque como líder del PRI quedó como la marca de su gestión: el PRI regresará a la “sana cercanía” al presidente de la república. El PRI tendrá que aclarar si se trata de cercanía natural entre el partido y su gobierno o el país enfrenta un proceso de restauración autoritaria del viejo régimen.
Para comenzar, el PRI tendría que precisar si perdió el poder en el 2000 por la “sana distancia” del presidente Zedillo con el PRI o por un ajuste social de cuentas con el colapso 1993-1996. La queja priísta contra Zedillo fue por la decisión de romper con el modelo del PRI-gobierno, pero en el fondo el pleito PRI-Zedillo fue la XVI asamblea nacional del PRI de 1996 que el candado a la candidatura presidencial de un cargo previo de elección popular, lo que dejo fuera de la sucesión a los precandidatos zedillistas Guillermo Ortiz Martínez y José Ángel Gurría Treviño, y Zedillo respondió con la autonomía total del IFE.
En este sentido, hubo una corresponsabilidad del PRI en el modelo de la sana distancia: el PRI no se sometió a la autoridad presidencial y le bloqueó su principal poder –el imponer a su sucesor–, aunque el PRI compartió responsabilidad en el durísimo programa anticrisis que empobreció a la mayoría de los mexicanos y con ello prohijó el voto social de castigo de la sociedad que sufrió el colapso posdevaluatorio.
El regreso del PRI a la “sana distancia” presidencial puede tener un tufo de restauración, sólo que se trataría de una articulación orgánica entre la estructura del PRI y los pocos militantes priístas que quedan. La declinación electoral del tricolor se debió a la crisis y no a la sana cercanía:
–La época de oro electoral del PRI abarcó cuatro elecciones presidenciales de 1958, 1964, 1970 y 1976, con promedio de votos de 88.1%.
–La época de decadencia abarcó las elecciones de 1982, 1988 y 1994, con un promedio de 55.8%.
–El ciclo de la crisis tuvo tres elecciones: 2000, 2006 y 2012, en las que el promedio de votos del PRI fue de apenas 29.1%, casi un tercio de su mejor época.
A nivel legislativo, el PRI perdió la mayoría absoluta de 51% en 1997, cuando en 1985 se impidió que algún partido tuviera más del 60% de las curules para impedir la mayoría calificada para modificar por sí mismo la Constitución. Del pasado 7 de junio el PRI logró armar la mayoría absoluta con el Partido Verde y el Partido Nueva Alianza.
El dominio del PRI en los años de la “sana distancia” se dio en función de una abrumadora mayoría electoral en presidencia, gubernaturas, senadurías, diputaciones y alcaldías. La competitividad de la oposición a partir de 1988, el promedio de votación del PRI debajo del 30% y la dinámica de la sociedad-red más apasionada que con inteligencia política podrían llevar el regreso a la sana distancia a una restauración del autoritarismo sistémico donde las cosas se manejan no por la legitimidad de la democracia sino por el control del aparato de poder del Estrado.
Al final de cuentas, el problema del PRI no es de cercanía al presidente de la república o de controlar el sistema ni siquiera de ganar las elecciones por su estructura electoral, sino que México es ya una sociedad política abierta que está exigiendo nuevas formas de llevar los asuntos públicos. Ahí se localiza el desafío de Beltrones: el problema político del país es la democracia y no la dependencia presidencial. ¿Qué hará el PRI de Peña-Beltrones al respecto?
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