En términos burdamente oficiales y sin adornos, la etiqueta que cuelga de los dedos gordos de sus pies los define como “NN”: Ningún Nombre. Son cadáveres que jamás fueron identificados y que suelen terminar en una fosa común o como instrumento de aprendizaje en las planchas de las escuelas de medicina.
Hasta 3 mil mexicanos sufren este destino cada año, según cifras oficiales; probablemente más fallecen en la ignominia sin que su familia vuelva a encontrarlos ni sepa su paradero. “Son angustias que se quedan para siempre abiertas”, dice Morris Tidball-Binz, coordinador del Área Forense del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
Para enfrentar el creciente número de quienes fallecen sin ser identificados, la CICR determinó ofrecer ayuda a México y, emulando un programa que ha tenido éxito en Colombia, arrancó un proyecto de colaboración con los servicios médicos forenses del país con miras a crear el primer banco de datos nacional sobre cadáveres anónimos, una especie de Google forense.
“Es necesario crear este registro y cruzarlo con uno nacional de personas desaparecidas para que pueda ser consultado por todos los forenses y operadores de justicia”, dijo Tidball-Binz. “Sobre todo, desde un punto de vista humanitario. Detrás de cada uno hay siempre una familia o seres queridos que están en su búsqueda”.
La meta es replicar la experiencia colombiana en México. Después de años de violencia ligada al narco, ese país inició en 2008 su programa de identificación de cadáveres mediante algo tan sencillo como la adopción de un “manual único”. Los datos obtenidos son entonces subidos a un servidor seguro en internet en el que se incluye las señas particulares de los cuerpos encontrados.
Con una metodología única, los colombianos ya saben qué hacer: las fotografías de los cuerpos deben ser tomadas a una misma distancia, y señas como piezas dentales, tatuajes, cicatrices o heridas deben ser identificadas y notadas plenamente. Así, en Antioquía pueden verificar con un clic si las señas de un cuerpo hallado en Bogotá coinciden con las del registro de una persona desaparecida en su jurisdicción.
Panorama en MéxicoPero en México el panorama que encontró la CICR es, por lo menos, complicado. Aunado a retrasos estructurales, producto de años de magros presupuestos, las instituciones de los estados se asemejan más bien a un mosaico, con metodologías distintas, médicos que no son forenses y hasta una ausencia de rigor en la toma de señas particulares.
La movilidad interna, el alto número de migrantes que recorren el país y el creciente número de cadáveres sin identificar son problemas que complican los esfuerzos mexicanos, a decir de la Cruz Roja Internacional.
“Uno de los grandes desafíos es cómo superar la diversidad de procedimientos, leyes y reglamentaciones que rigen en un país como éste, que es federal”, señaló Tidball-Binz. “Pero la identificación de estos cadáveres es de suma importancia para poner fin al sufrimiento de muchas personas”.
En septiembre de 2010, los titulares de los servicios forenses del país se reunieron por primera vez en la Ciudad de México para compartir experiencias con la Cruz Roja Internacional sobre sus métodos. Del encuentro llevado a cabo en el DF surgió algo que se ignoraba: los procedimientos varían mucho en cada entidad.
Peor aún: se descubrió que las instancias de justicia están desarticuladas. No hay forma de que la procuraduría de un estado, como Morelos, sepa que a sólo una hora, en el DF, se encontró un cadáver que responde a las señas de alguien que está buscando su familia ahí.
“Por eso la idea es asegurarnos de que todos los servicios forenses laboren con formularios y estándares para la identificación de cadáveres, para que todos puedan compartir la información”, dijo Tidball-Binz.
En el encuentro, especialistas del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia y del Servicio Médico Legal de Chile presentaron algunas de las alternativas. El consenso fue implementar dos soluciones relativamente sencillas: crear un manual único y sentar bases para el banco virtual de señas particulares.
El sistema mexicano consistirá en datos físicos y características individuales como las señas particulares. También se tomarán las huellas dactilares, pero la opción de muestras genéticas fue descartada por ser complicada y onerosa.
Sin embargo, el éxito del programa, sostiene Tidball-Binz, se basará en un concepto aun más pedestre: papelería estandarizada, repartida a todos los servicios forenses.
“Con la información física básica que se pueda ingresar a formatos preestablecidos se pueden acortar muchísimo las búsquedas. En México no existen esos formularios y los operadores no tienen con qué comparar los cadáveres. Pero si tuvieran un formato en el que se diga ‘sujeto de sexo masculino, sufrió fracturas de tal manera, tiene tal característica dental, tiene un tatuaje de tal manera’ la posibilidad de acotar la búsqueda e identificar al cadáver es mayor”, expuso.
Milenio