El 27 de agosto de 1988 en una cena celebrada en la casa de Juan Sánchez Navarro, en aquella época patriarca empresarial y líder moral del partido Acción Nacional; a la que asistieron Carlos Salinas de Gortari, Manuel Camacho, Luis Donaldo Colosio, Luis H. Álvarez y Manuel Clouthier, se pacto la abstención de los diputados panistas para permitir la calificación de la elección presidencial a favor del candidato del PRI a cambio de una serie de reformas –que Salinas cumplió- que favorecían los intereses de los mecenas panistas; el acuerdo fue impulsado por el “Jefe” Diego, Carlos Castillo Peraza y Luis Felipe Bravo Mena que torpedearon hasta romperlo, el acuerdo de intercambiar información e ir juntos por la anulación de la elección con el Frente Democrático Nacional, que encabezaba el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
La madrugada del 11 de septiembre, con 263 votos a favor se declaraba presidente electo a Salinas de Gortari; se consumaba así la traición de la derecha a la izquierda; tres días después, el miércoles catorce un Zócalo desbordado coreaba ¡Cuauhtémoc Presidente! ¡Cuauhtémoc Presidente! Mientras esperaban el posicionamiento del Ingeniero ante los hechos consumados; luego de realizar unaa puntual radiografía del proceso electoral, que culminó con el fraude y de llamar a Carlos Salinas a “ofrecer una solución legal a la crisis a la que el gobierno y su partido han llevado al sistema político: su renuncia al cargo de presidente electo, abriría el camino para restaurar la legalidad y la legitimidad”, el Ingeniero concluyo:
“Quieren que optemos por la dignidad o la confrontación violenta, quisieran que llamáramos a la confrontación, a sacarlos como sea del poder, de manera desorganizada y no preparada. Para ellos responder con un baño de sangre y una ola devastadora de represión, saben que igualmente están condenados históricamente, pero nos amenazan con un enorme costo de sangre y sufrimiento”. A partir de ese momento miles de voces gritaban ¡Or-ga-ni-za-ción! ¡Or-ga-ni-za-ción-!. Se gestaba así lo convocatoria a la formación de un nuevo partido político, que luego de librar múltiples obstáculos legaloides y de intereses, tras un intenso debate en la Comisión Federal Electoral en el que Porfirio –Muñoz Ledo- llamo “tartufo” a Diego Fernández; se aprobó la cesión de registro del PMS, surgiendo así el PRD.
Luego vinieron intensos años de confrontación con el gobierno salinista, los muertos se contaron por cientos, mientras el PAN se beneficiaba de sus pactos en lo oscurito; el PRD impulsaba las reformas electorales de fondo y el PAN negociaba los “matices”; papel fundamental jugó la dirigencia del PRD en las negociaciones de la reforma electoral pactada el 27 de enero producto del levantamiento zapatista y en la gobernabilidad necesaria a raíz de lo ocurrido el 23 de marzo en Lomas Taurinas. Puedo afirmar, a título personal que los mejores años, los estelares. Los de la congruencia, los vivió el PRD de su nacimiento hasta 1997, cuando el Ingeniero Cárdenas ganó la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal; luego llegarón los desencuentros, las luchas internas; hasta arribar a la Docena trágica; la debacle culminó con el fraude del que llegó a los Pinos “haiga sido como haiga sido” y el “estamos en paz” de Andrés Manuel y la fundación de Morena.
En mi historia de vida, guardo con especial emoción mi participación como el primer candidato al gobierno de Oaxaca por el PRD; el inicio de campaña en Guelatao, recorrer la geografía del estado con Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Gilberto Rincón Gallardo; plantear proyectos de desarrollo y protección de los recursos naturales al lado del Ingeniero Heberto Castillo, quien era candidato del PRD al gobierno de Veracruz; en suma, ese PRD, de los noventas, representaba lo mismo por igual los anhelos de los marginados, que la visión democrática de los estudiantes, las jóvenes de las Lomas o Polanco, obreros e intelectuales; su gran virtud era representar a una izquierda congruente con visión de estado.
Por ello me causó gran sorpresa, acompañada de una buena dosis de inconformidad, la imagen de Ricardito Anaya, el “niño Fidencio” de la mafia azul, enfundado en los colores emblemáticos del PRD. Para quienes nos formamos en las trincheras de la izquierda estudiantil y social, refractaria a los pactos con la derecha, nos cuesta trabajo entender el pragmatismo que ha conducido al PRD a llevar cómo candidato presidencial a un personaje de la peor derecha. Por supuesto hay quienes argumentan a favor de dicha alianza y son respetables sus posturas; otros invocan acuerdos pasados, como el del 97 en la Cámara de Diputados, sin embargo este se concretó con un fin superior, muy lejano al que se percibe, alienta a las dirigencias actuales.
En este escenario, tras conocer la foto en la que Ricardo Anaya, vestido con “chaleco amarillo”, es arropado por la cúpula del PRD, mi admirada y querida maestra Ifigenia Martínez público “Cárdenas, Muñoz Ledo y muchos otros compañeros destacados, fundamos el PRD para luchar contra el autoritarismo del PRI; continuamos la lucha durante los 12 años que gobernó el PAN, hoy con pena lamento que la dirigencia perredista olvide los principios que le dieron origen”.
Comparto su sentir. Agregaría que la situación actual del PRD con la consecuente disputa con Morena, lleva a repensar que izquierda necesita México para los años por venir, pasada la elección. Atrás han quedado las luchas estudiantiles del sesenta y ocho, los noventa en los que el PRD fue factor en la lucha por la apertura democrática, la Presidencia de Porfirio Muñoz Ledo en San Lázaro, la victoria del ingeniero Cárdenas en el Distrito Federal, el desafuero. Lo cierto es que la debacle actual se fue cocinando por años frente a nuestros ojos. En tal sentido la imagen de un panista como candidato presidencial del PRD, es la consecuencia den un derrumbe paulatino.
La magnitud de los problemas del país ameritan nuevas plataformas de participación ciudadana una vez que concluya el actual proceso electoral, para apuntalar un agenda plausible de reducción de la desigualdad, un reordenamiento territorial de nuestras zonas metropolitanas, una ruta hacia la legalización de las drogas acompañada del fortalecimiento del Estado de Derecho. Comisiones de la verdad para conocer el tamaño del dolor que la violencia ha generado a lo largo y ancho del país, así como un acompañamiento a las víctimas y políticas de memoria y reconciliación.
Este país, por el que hay que luchar, es muy probable que no necesite un PRD como el actual. No obstante hay que llevar en el recuerdo a los cientos de mujeres y hombres de una sola pieza que lucharon por una “Democracia ya Patria para todos”: Heberto Castillo, Cuauhtémoc Sandoval, Gilberto Rincón Gallardo, entre muchos más.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh