Porfirio muñoz ledo: jornada en homenaje: Raúl Castellanos

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Hace pocos días, en una de esas casualidades que parecen no serlo, coincidí en un restaurante del Centro Histórico de la Ciudad de México con Porfirio Muñoz Ledo. Con gusto y calidez platicamos por espacio de unos 35 minutos hasta que mi invitada –mi conciencia crítica- llegó. Aunque con Porfirio el tiempo siempre es insuficiente para disfrutar de su lucidez intelectual, aguda ironía y proyectos de futuro, hubo oportunidad de intercambiar opiniones sobre el proceso electoral en curso, los retos de la gobernabilidad y recordar varios y muy diversos momentos de los años en que transité a su lado por los laberintos de la política a la mexicana.

Me dio gusto advertir que no ha cambiado en sus usos y costumbres. Recuerdo que una de sus obsesiones era la puntualidad, la precisión en los conceptos, su fino olfato –político- para advertir los alcances y riesgos de una jugada política; de las cuales la historia y el anecdotario de este país dan buena cuenta. Como Secretario de Estado en el gobierno de Luis Echeverría fue el artífice intelectual de la “Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados”, presentada por el entonces Presidente de la República en la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo; propuesta en que se evidenciaba el pensamiento progresista de Muñoz Ledo: libre disposición de los recursos naturales, derecho de cada país a decidir su modelo de desarrollo, no al uso de presiones económicas sobre otros estados, inversiones extranjeras supeditadas a las leyes nacionales, ventajas económicas proporcionales a los niveles de desarrollo, bajos tipos de interés en el financiamiento, entre otros planteamientos.

Sin duda, Porfirio fue un actor clave en aquella época. En su paso por la Secretaría del Trabajo promovió reformas en beneficio de los obreros aún vigentes. Fui testigo en una recepción en la Embajada de un país Latinoamericano que celebraba un aniversario de su independencia, al coincidir en un grupo con Don Luis, el ex-presidente, sin perder su estilo nos dijo “Porfirio, el hombre más inteligente de mi gobierno”. Con la agilidad para la respuesta fina y de doble filo que le caracteriza, Porfirio le reviró: “¿Y por qué no fui Presidente?”. Echeverría soltó un socarrón “Ah, qué Porfirio. No cambia”. Ya en el sexenio de José López Portillo, inició como Secretario de Educación, arriesgado en las definiciones lanzó un proyecto de alto perfil, la “Revolución Educativa”. Sin embargo, las intrigas palaciegas y la misma inseguridad de López Portillo pronto le pasaron la factura. Recuerdo que el día que renunció se celebraba en Cocoyoc la Reunión Nacional de Unidades de Servicios Descentralizados de la SEP –antecedente de los IEEPOS-; Porfirio acudiría a clausurarla y mis compañeros, Jefes de las Divisiones de Planeación Educativa, me habían designado para hablar. Me quedé con las ganas y el discurso; pero como todo en la vida da vueltas, años después, además de platicarle la anécdota, compartiría muchas tribunas con él.

Su paso por la ONU fue, como en todo, destacado y polémico. Su aspiración a ocupar la Secretaría General fue real y factible, hasta que nuevamente la mezquindad del poder lo impidió. Así llegó el momento de tomar nuevas decisiones y surge la Corriente Democrática del PRI; al lado del Ingeniero Cárdenas inician la gran aventura en la que sin duda el Ingeniero aportó el peso histórico que portaba, Porfirio la audacia ideológica y ambos una gran dosis de valor y visión de Estado. Tiempos complejos, de grandes retos y presiones, de los que ya se han escrito miles de líneas, ensayos y análisis. En nuestro encuentro reciente lo comentábamos y Porfirio ponderó de forma destacada las crónicas y la entrevista que le hizo Martha Anaya para su libro “1988 El Año que Calló el Sistema”. Y en efecto, Martha relata, entre otros hechos ocurridos en torno a la elección de forma esplendida y detallada, la interpelación de Porfirio al Presidente Miguel de la Madrid en su Informe, un hecho que Porfirio planificó hasta el último detalle en su mente y lo operó con precisión “matemática” en los hechos.

Luego vendría la formación del PRD. Recordamos el debate que sostuvo con Diego Fernández de Cevallos –El “Jefe Diego”- en la Comisión Federal Electoral el día que el PMS le cedió el registro al partido en formación, a lo que Diego se oponía luego de haber sido el que sugirió el procedimiento (la cesión del registro en lugar de recorrer el camino de asambleas para formar un partido nuevo); esbozando una sonrisa, su clásica y maliciosa, Porfirio refirió: “Ese día llamé Tartufo a Diego”.

Porfirio Muñoz Ledo es un hombre de Estado que le ha aportado patriotismo, talento, compromiso, emoción, identidad ideológica y valor a la construcción de mejores estadios democráticos en nuestro México. En nuestro reciente encuentro me confió que pronto iniciará una recopilación de hechos que han marcado su vida desde una perspectiva de su aportación histórica.

Esa tarde recordamos algunos de sus momentos estelares: su elección como presidente del PRD; la negociación de la Reforma Política de 1994 en medio de la crispación del levantamiento zapatista; su respuesta de estadista al Informe de Ernesto Zedillo; la mañana en que, en un café de la Condesa, el entonces presidente del partido, Andrés Manuel, le propuso ser candidato al gobierno del Distrito Federal; y por supuesto, su comprometido apoyo a mi campaña por la Gubernatura de Oaxaca.

Hoy, a Porfirio Muñoz Ledo le rinden una “Jornada de Homenaje” en la UNAM. Durante dos días los expositores hablarán de sus múltiples facetas: el internacionalista, el maestro, el universitario, el laborista, el comunicador político, el promotor de la transición, el parlamentario, el reformador del Estado, el constituyente, el pensador progresista.

Yo agregaría: El amigo y compañero de muchas batallas.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh