Es muy probable que el resultado de los comicios del próximo 1 de julio en Oaxaca plantee un escenario propio de una prueba de fuego para la organización democrática y la relación entre poderes. Parte de esa posibilidad, radica en que podría haber un Congreso local de mayoría opositora, y por ende un Ejecutivo gobernando con minoría legislativa. Es cierto que aún ese escenario, puede sobrellevarse a través de la construcción de consensos políticos —visibles y ocultos—; sin embargo, sería más saludable pensar en la reglamentación e implementación de los gobiernos de coalición, para normar y transparentar los acuerdos y las corresponsabilidades derivadas de la construcción de las mayorías que son necesarias para gobernar.
En efecto, en lugar de generarse desgaste inútil en temas de poca trascendencia en el Congreso local, es evidente que el Ejecutivo del Estado debería estar ya trabajando de forma muy detallada y pormenorizada todo lo que se relaciona con los gobiernos de coalición en la Constitución del Estado, porque esa sería la forma de canalizar adecuadamente los acuerdos y los consensos en un gobierno que necesitaría contar con una mayoría legislativa para no entrar en la parálisis; pero partiendo del hecho de que dichos acuerdos y corresponsabilidades sean públicos y verificables.
Hasta ahora hay sólo rastros generales de esa figura en las leyes locales, pero no existe el desarrollo pormenorizado que ya debería haber, para evitar que después de los comicios de 2018, el gobierno se tambalee ante la inestabilidad derivada de los resultados electorales. Este es un resultado ampliamente previsible. Y por eso, en lugar de perder tiempo en frivolidades, intereses personales y errores, los asesores del Ejecutivo, y la bancada priista, deberían invertir su capital político —poco o mucho que le quede a los diputados priistas, máxime que hoy encabezan la Junta de Coordinación Política— en el perfeccionamiento de ciertas figuras que después le serían de gran utilidad.
En efecto, hay amplias posibilidades de que la elección concurrente de 2018 sea de un resultado complicado para el priismo en la entidad. Las razones no se basan sólo en el trabajo político que pueda desarrollar el priismo local en los comicios donde se elegirán diputados locales, diputados federales, senadores y Presidente de la República, sino en los factores nacionales que ponen a Oaxaca como un semillero de votos de un partido distinto al que gobierno.
En esa lógica, es ampliamente sabido que el Movimiento de Regeneración Nacional se beneficia reiteradamente de los votos que le suma Andrés Manuel López Obrador, y que del 2006 a la fecha ha sido una constante que en las elecciones en las que el tabasqueño es candidato, en Oaxaca todos los resultados le terminan siendo favorables.
Esa fue la inercia que en 2006 llevó a Gabino Cué a la Senaduría; que en 2012 llevó también a Benjamín Robles Montoya —cuando todavía AMLO militaba en el PRD— al triunfo, en ambos casos acompañado de nutridas bancadas en la cámara baja federal. Y por eso mismo, no hay una sola razón para no suponer que ocurra lo mismo en 2018, con la agravante —para el PRI— de que ahora habrá elecciones concurrentes.
ELECCIÓN CONCURRENTE
En estos comicios de 2018 se renovarán las cámaras federales y la Presidencia de la República, pero también se elegirán diputados locales. Y, en esa lógica, lo que resulta más relevante es que ese resultado electoral local, quedará en buena medida anclado a lo que ocurra en la contienda presidencial, y a cómo se desenvuelvan las campañas para las diputaciones federales y las senadurías.
Ello agrega ingredientes importantes de incertidumbre para el régimen estatal, que ya probó sus capacidades de triunfo, pero que no se ha enfrentado a la variable de tener ante sí una elección concurrente (con el ingrediente adicional de ir empatada con una elección presidencial) en la que son otros los factores, las inercias y las efervescencias entre los electores, que generalmente se animan más a salir a votar, y eso hace los resultados mucho más inciertos en lo que corresponde a los factores locales.
En esa lógica, ¿el gobierno estatal ya tiene al menos lecturas y proyecciones preliminares del 2018? Porque para efectos del Gobernador, es claro que sí puede haber un gobierno con minoría legislativa; pero es también claro que esto se convierte en una pesadilla ante la imposibilidad de construir acuerdos con una mayoría parlamentaria que le es adversa (y también abre la tentación de construir consensos de espaldas a la ciudadanía). Por esa razón, si 2018 es un año en el que López Obrador y Morena pudieran avanzar en Oaxaca, lo lógico sería también suponer que en esa inercia se llevarían muchos triunfos en las diputaciones locales, dado el respaldo popular que tiene el tabasqueño en nuestra entidad, y la ausencia en general del voto diferenciado.
En ese escenario, ¿el gobernador Alejandro Murat está preparado para gobernar con minoría legislativa a partir del tercer año de su gobierno? ¿Qué alternativas de gobierno está construyendo, en la política y en la ley, para encarar un escenario en el que no necesariamente cuente con la cómoda mayoría de su partido en el Congreso local?
Los escenarios de 2018 sólo auguran adversidades para el PRI en la entidad. Queda claro que las votaciones presidenciales Oaxaca sigue siendo obradorista, y que el PRI no tendrá ningún candidato fuerte —ni el presidencial, porque quien resulte electo por el PRI de todos modos no tendrá ninguna conexión con Oaxaca; ni tampoco en las diputaciones federales y senadurías, como para asegurarle un equilibrio a AMLO y a quienes ponga de candidatos—.
Por esa razón, sería más importante que nunca construir el andamiaje para los gobiernos de coalición, porque además esa sería una salida no sólo viable y posible, sino también democrática y de avanzada. Hasta ahora todos le apuestan a no ensayar nuevas figuras y a ceñirse a los viejos modelos en los que una vez establecida la nueva composición electoral, unos y otros se sientan a negociar sin establecer programas exactos ni esquemas de corresponsabilidades a cambio de los temas en conjunto que se deciden a impulsar.
COALICIONES TRANSPARENTES
Al final, de lo que se trataría es de generar un esquema de avanzada y capaz de responder no sólo a las necesidades de la gobernabilidad, sino también ser verificable para la ciudadanía. Los electores merecen saber cómo y qué se negocia; a cambio de qué un partido decide apoyar a su adversario, y ambos a qué se comprometen a cambio de ello. No es cosa del otro mundo, sino de comenzar a dar los primeros pasos, incipientes, hacia el semi parlamentarismo que quizá algún día haga más eficientes y legítimas las acciones de gobierno en Oaxaca, y en el país.
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