08:16 Tras el milagro, la realidad. América no pudo derrotar a diez Diablos sobre la cancha del Estadio Azteca. Un inicio prometedor se fue diluyendo en la densidad del Toluca y deberá apelar a las leyes divinas, de nueva cuenta, en el juego de vuelta si quiere clasificar a las semifinales del Bicentenario 2010.
Se supo reponer a un inicio devastador a los dos minutos, tras una serie de confusiones entre Miguel Layún, Rosinei Adolfo y Armando Navarrete que terminó en gol de Héctor Mancilla. Se sintió cómodo porque empató tres minutos después tras una bella jugada colectiva comandada por Daniel Montenegro y finalizada por Jean Beausejour.
Incluso la intensidad y el buen toque de pelota de ese lapso del encuentro mostraron un América revolucionado, de Liguilla, pese a la salida de Pável Pardo del juego a los 15′ por una molestia muscular, pero aquello duró para un gol más, estupendo por cierto de Miguel Layún, otra vez engendrado por Montenegro a los 24′ y se acabó cuando Diablos o más bien José Manuel ‘Chepo’ de la Torre quiso.
Y es que a los 25′, Dueñas igualó a dos el partido, en un golpe de autoridad y de estima para su causa, y a los 34′, Diego Novaretti fue expulsado por una falta sobre Ángel Reyna. Desde la banca roja le dieron una lectura dura al partido y siguieron el libro al dedillo.
América es un conjunto que no sabe mutar a lo largo de los 90 minutos, un cambio de estrategia del rival se vuelve un camino laberíntico, imposible.
Los Diablos, con total confianza, optaron por cerrar filas, espacios y oportunidades a las Águilas y las anudaron. Osvaldo González, Edgar Dueñas, Manuel de la Torre y José Manuel Cruzalta, que se incrustó en el segundo tiempo, le dieron razón de ser a la idea del ‘Chepo’. Se movieron a un sólo compás y fueron matando el partido.
‘Rolfí’ es un un tipo de un futbol claro y constante como la caída de agua de una catarata, pero sus compañeros le regresan a cuentagotas lo que él les da. No tiene un socio constante que le ayude a explotar sus cualidades al ciento por ciento. A veces Ángel Reyna le entiende y en otras parece que su futbol es tan difícil de leer para sus compañeros como un libro de Karl Marx en alemán.
Y América se fue desgastando en sí mismo sin poder erosionar la defensa del Toluca. Tiró, llegó a la última línea, coló balones, tiro de media distancia, cabeceó, tuvo varios mano a mano decisivos, pero nunca tuvo un instante cómodo, con el asedio diablo encima, para culminar sus jugadas.
Toluca se sabe poderoso. Confía en su tiempo y en su espacio, en sí mismos, y en lo que viene. Al final de cuentas sabía que un empate es un buen negocio para llevar a casa, incluso tuvo oportunidad de salir con algo más en un tiro de Mancilla que Navarrete sacó de buena manera. La vuelta luce a modo para sus posibilidades, las Águilas, en cambio, tienen que volver a encender veladoras.
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