Ahora que se revisará la política exterior con la comparecencia de la nueva canciller Claudia Ruiz Massieu, los senadores tendrán la oportunidad para definir el nuevo marco de referencia de la diplomacia: la seguridad nacional del Estado o la política exterior vis a vis la política interior.
La derrota de las ideologías, el fracaso inevitable del neoliberalismo y la reactivación de la sociedad civil fuera de las instituciones han configurado un nuevo mapa geopolítico del cual México, desde la firma del tratado comercial con EE.UU. y Canadá, ha soslayado. Por ello se entiende el nombramiento de una promotora turística como secretaria de Relaciones Exteriores.
El mapa geopolítico contiene los intereses de los más poderosos. Será ingenuo quien crea que el reporte del grupo especial de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA está basado en el sentimiento por la represión; desde la CIDH se trazó parte de la estrategia de Washington en el 2002 cuando un golpe de Estado sacó a Hugo Chávez de la presidencia de Venezuela, hasta que Fidel Castro, por teléfono, dirigió desde La Habana la estrategia de resistencia política para revertir el golpe.
La crisis de refugiados, el fracaso de Obama, el repunte de Donald Trump con la agenda geopolítica de la migración, la reorganización de América del Sur fuera del control de Washington, la corresponsabilidad de EE.UU. en el narcotráfico como crimen transnacional, la paz geopolítica de Washington con La Habana, la ofensiva antineoliberal en Europa con el endurecimiento de Alemania, el cambio en el Partido Laborista de Gran Bretaña con un giro a la izquierda dura y el crecimiento de la inestabilidad en Medio Oriente con el Estado islámico exigen un replanteamiento de la política exterior y la seguridad nacional de México.
Desde los tiempos de Salinas de Gortari, la política exterior de México es comercial. Y si los resultados han sido impresionantes –exportaciones de 3 mil 600 millones de dólares en 1976 y de 360 mil millones de dólares en 2014–, en lo geopolítico México ha permanecido al margen: en 1962 EE.UU expulsó a Cuba del sistema interamericano de la OEA y sólo México se abstuvo con un voto que sonó contra la Casa Blanca, pero la reanudación de relaciones Washington-La Habana pasó sin interés de México.
La seguridad nacional no es sólo guardar la frontera de (im)posible invasión extranjera, sino que los tópicos son más diversos: el aislamiento, el crimen transnacional, la presión de EE.UU. en materia de lucha contra el narcotráfico, los reacomodos geopolíticos en el entorno y en el mundo, el deseo de meter en México al ejército estadunidense. De haber tenido una diplomacia geopolítica y de seguridad nacional, ahora la política exterior es reflejo de la atonía en la política interior.
El mundo se está reorganizando y México carece de comprensión de la nueva realidad estratégica. El reporte de la CIDH sobre los 43 estudiantes asesinados en un basurero de Cocula no debe ser leído como acta pericial, sino que forma parte de los mecanismos de presión estadunidense en las partes más débiles de la política interior.
Pero mientras se perciben las presiones geopolíticas, las comisiones de seguridad nacional, defensa y marina en las dos cámaras serán asignadas a burócratas partidistas y en un mundo en guerra geopolítica México será una aldea turística.
Sólo para sus ojos:
- Una sorpresa dio la bancada de Morena en la Cámara de Diputados al renunciar a su seguro privado que les otorga la institución y afiliarse al ISSSTE. Ahora falta que los legisladores de los demás partidos hagan lo mismo. Al final, el ISSSTE tiene problemas de sobredemanda, pero la calidad de su servicio es sobresaliente.
- Los padres de los 43 normalistas se perdieron en el juego político y de poder, y no es para menos: la mayoría son campesinos dedicados esforzadamente a trabajar con restricciones. Los operadores políticos del grupo los engañaron al llevarlos con el presidente Peña Nieto sin una agenda de posibilidades y exigiendo el todo por el todo.
- La CIDH decidió frenar su protagonismo y ayudo a bajar el calor del debate en la reunión con el Presidente. Parece que le jalaron las orejas a Emilio Álvarez Icaza, quien está enojado con Peña porque no lo hizo presidente de la CNDH.
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