Pues resulta que el presidente y la virtual presidenta ya tuvieron su primer encuentro sobre el ring político: “Máscara contra cabellera”.
Todo comenzó con las declaraciones irresponsables del diputado irresponsable Moisés Ignacio Mier Velazco, quien seguramente recibió órdenes supremas de hacerlo: Desde la Cámara de Diputados anunció que apenas amanezca septiembre de este año se llevará a cabo la aprobación de las distintas iniciativas presidenciales del presidente…
Iniciativas que para muchos amenazan la estabilidad institucional del país: sobre todo en lo referente a la Suprema Corte de Justicia y el INE. Estas reformas se habían atorado en el Congreso por rechazo de la oposición en sesiones anteriores.
Pero ahora con la mayoría culminante de Morena y sus aliados, pues nada, que ya el gobierno de la 4-T podría hacer y deshacer en materia legislativa según instruya el Ejecutivo, por lo menos así piensa el señor Mier que ha dado incontables muestras de sometimiento y obediencia a los mandatos del presidente López Obrador, aunque el mismo no lo designara como candidato a la gubernatura de Puebla que tanto anhelaba y sí salió ganón su primo Alejandro Armenta Mier.
Pero bueno. Todo esto ocurrió cuando Mier anunció tales reformas. Los mercados vieron venir un momento de altísimo riesgo para sus capitales por aquello de un gobierno sin control, sin equilibrios, sin instituciones fuertes que garanticen estabilidad social y económica en México.
La Bolsa Mexicana de Valores anunció pérdidas archimillonarias en unos cuantos minutos luego del anuncio; el peso perdió peso frente al dólar y el primer día llegó a cotizarse a 17.99 pesos por dólar; ese superpeso que presumiera el presidente López Obrador de ser más fuerte que un roble y resistir cualquier crisis, se cayó de la nube en que andaba…
Y eso: Inmediato Clara Sheinbaum trató de calmar los ánimos y los miedos de los inversionistas y del gran capital mundial, y que el peso dejara de precipitarse.
Dijo el miércoles 5 de junio que todo estaba por verse, que primero debería someterse a un Parlamento abierto y que se requería diálogo y que todavía habría que discutirse y votar cualquiera de esas reformas constitucionales… Digamos que usó un tono conciliador.
Pero no. Resulta que al día siguiente el presidente de México la contradice y le anuncia que nada: que las reformas van en septiembre ¡y háganle como quieran! Así que ya asoma por ahí la lucha entre el poder y el no poder-con poder. Y, como consecuencia, la Bolsa cayó de nuevo y el dólar se fue a 18.41 pesos por dólar.
A diferencia de lo que ocurrió cuando se anunció el triunfo de López Obrador el 1° de julio de 2018, apenas unos días después, Enrique Peña Nieto, aun presidente de México, por acuerdo mutuo se hizo a un lado y dejó que López Obrador actuara como presidente, sin serlo aun. Le facilitó el camino, lo dejó tomar decisiones Ejecutivas mientras él miraba para otro lado: hacia España, digamos.
Esta vez el presidente López Obrador ha decidido ejercer su mandato hasta el último momento, creando una especie de crisis en las decisiones de Claudia Sheinbaum quien ya es la virtual presidenta de México, aunque tome posesión el 1 de octubre próximo.
Y aún más. El presidente seguirá metiendo la cuchara en asuntos que podrían generar problemas serios al gobierno de la presidenta. De hecho ahí están muchos de ellos. Su recuento nos llevaría páginas y páginas de esta publicación. Y ya se han mencionado tanto.
El tema es que aun así, se sumarán los que a partir de esos días genere el presidente hiperactivo en temas electorales y de bajo perfil en gobernabilidad.
Y lo que él repetía de forma reiterada, de que se iría a su rancho en Palenque, Chiapas luego de dejar la presidencia, pues ahora resulta que no, no y no…
Que estará atento al gobierno de la señora Sheinbaum. Que si bien se alejará de la política siempre estará dispuesto a recibir llamadas de “su presidenta”… O lo que es lo mismo: un Maximato a lo siglo XXI en México. Y ha dicho que se reserva el derecho de disentir. Que es decir, “no me gusta esto, hay que corregir”, aunque la presidenta sea ella.
Y todo esto si ella lo permite. Porque el poder es definitivo, o no lo es. O se tiene o no se tiene. O se ejerce o no se ejerce.
“El poder no se adquiere, ni se comparte, sino que se ejerce”. La frase es de Michel Foucault, y revela una perspectiva crítica y profunda sobre la naturaleza del poder.
Foucault argumenta que el poder no es algo tangible o estático, no se puede poseer o transferir como una propiedad. En cambio, el poder es una relación dinámica y en constante transformación que se manifiesta a través de su ejercicio.
Esta visión desafía la noción tradicional de poder como algo que se obtiene y se mantiene con autoridad, destacando la importancia de examinar cómo se ejerce y se despliega en diferentes contextos sociales y políticos.
Además, esta cita sugiere que el poder no es algo exclusivo de unos pocos, sino que es accesible y susceptible de ser movilizado por diferentes actores sociales: ‘el pueblo bueno’, digamos.
O se tiene el poder o no se tiene, porque el poder tampoco se comparte: se ejerce. Claudia Sheinbaum le hará un bien a la Nación si impide que el ex presidente meta su cuchara en altos asuntos de gobierno, durante su gobierno. Entonces sabremos quién es Claudia en la vida real.