representará a Oaxaca en el Concurso
Nacional de Oratoria del diario “El Universal”
Hace ya casi 11 años que apareció, por primera vez en El Imparcial, La X en la Frente. Visiblemente no soy periodista, pero el escribir y publicar se ha vuelto consustancial a mi existir.
Quienes ejercemos el oficio más antiguo y desprestigiado del mundo, que es la política, estamos doblemente expuestos a la crítica cuando de publicar opiniones se trata. Pero ello no es un impedimento, más bien un reto para hacerlo y tratar de cumplir con los lectores.
Es por ello que no puedo ser ajeno a las causas del periodismo, de la prensa libre; de las y los trabajadores de los medios de comunicación que, desde “la línea de fuego” (como dijo Paulina Rios) hacen posible el milagro de la información. Son los periodistas la pieza más importante en el ejercicio del derecho a la información que tienen los ciudadanos.
A invitación de mi amigo José Luis Sarmiento (aunque Daniela Pastrana haya dicho que periodistas y políticos no tienen por qué ser amigos) acudí a la clausura de la Jornada “Periodismo, Ética y Poder”, esfuerzo coordinado de periodistas oaxaqueños e instituciones de educación superior.
El presídium demostraba que si periodistas y políticos no deben ser amigos, no tienen -al menos- por qué ser enemigos. Tres diputados locales, el padre Barragán, el propio Pepe Sarmiento y la invitada especial, Daniela Pastrana.
Más allá de los predecibles mensajes oficialistas locales, fue un deleite escuchar a Daniela. Regularmente es música para los oídos la música que nos viene de fuera, que canta nuestra realidad vista desde “arriba”, sin compromisos, ni ataduras de ningún tipo.
Irreverente pero respetuosa y en todo momento impecable en su léxico, Pastrana vino a dar cátedra, más que de otra cosa, de solidaridad y compromiso con su causa que es la causa de los periodistas de Oaxaca.
¿El tema central? La imposible Ley de Protección a Periodistas. Y es que el periodismo –amable lector, no escapa a la costumbre trienal del congelamiento. Para el legislativo todo parece prioritario, menos lo prioritario.
Por un momento parecieron confundirse las demandas del gremio y la confusión se resumía en una ingeniosa construcción semántica de José Luis Sarmiento: el chayote institucionalizado.
No dudo que haya sido buena la intención de los legisladores al hacer hincapié en la necesidad de un “fondo” como parte central de lo que debía ser la Ley de Protección a Periodistas, pero no debió ser el argumento de fondo.
Daniela Pastrana fue clara cuando decidió ir más allá: “No es obligación del Estado proteger a los periodistas; la obligación del Estado es garantizar el derecho de los ciudadanos a información de calidad”.
La información veraz y oportuna no tiene otra fuente que los propios periodistas, por eso no hay que protegerlos a ellos, hay que proteger su trabajo. Los gobiernos han sido ciegos a la lógica de estas premisas y tienen por caprichos las demandas del periodismo organizado.
La Ley de Protección al Periodista claramente no busca privilegios si no la salvaguarda, en esencia, del derecho a la información y no solamente de la libertad de expresión.
Hace tiempo que Daniela Pastrana no trabaja para ningún medio mexicano. De ahí venga, probablemente, la mayor dosis de su claridad en el tratamiento del tema y hay que agradecer que esa claridad se comparta.
¿Qué hace falta? De las cuatro iniciativas que han estado esperando el deshielo en el congreso del estado, ninguna corresponde a los periodistas organizados. Creo que es hora de que, con toda la capacidad de presión social que tienen a su alcance, los periodistas se organicen y le regalen a Oaxaca una iniciativa de ley que, desde ya, el Partido Verde ecologista de México en Oaxaca, se compromete a impulsar y a coadyuvar en su formulación.
En una coyuntura donde el Congreso del Estado se mueve a voluntad de escasos tres o cuatro nombres, la iniciativa debía prosperar sin mayores complicaciones si los periodistas se organizan verdaderamente y se aplican a fondo. Concitarían, sin problema, la simpatía y el respaldo social necesario y sobrante.