Con datos de la Cepal, el FMI y el Banco Mundial, expertos conductores de políticas financieras analizan por qué el gobierno de Peña Nieto no consiguió las tasas de crecimiento superiores al 5% que prometió durante su campaña e indispensables para combatir la pobreza y cerrar la abismal brecha económica en la sociedad. Entre las razones del fracaso señalan la dependencia mexicana del mercado estadunidense y el apego al modelo vigente desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, pese a sus grises resultados. Las reformas estructurales, agregan, no alcanzaron los resultados esperados.
El presidente Enrique Peña Nieto, quien durante la campaña electoral de hace seis años prometió llevar a México a tasas de crecimiento económico de entre 5% y 6% anual, no sólo quedará muy lejos de esa meta, sino que su gobierno pasará a la historia como uno de los tres peores en materia económica de los últimos 88 años.
Según cifras y proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), durante el sexenio de Peña Nieto (2013-2018) México creció a un ritmo de 2.31% anual en promedio, menos de la mitad del compromiso que el hoy mandatario asumió como candidato.
El sexenio de Peña Nieto es el tercero de más bajo desempeño económico en la historia moderna de México.
Desde 1934, sólo dos presidentes han tenido peores resultados: Miguel de la Madrid (1982-1988), con quien la economía creció a una tasa de 0.21% anual, y el panista Felipe Calderón (2006-2012), en cuyo sexenio el Producto Interno Bruto (PIB) aumentó 2.16% cada año, de acuerdo con los datos de la Cepal.
El mediocre saldo económico del sexenio que finaliza aparece también en los más recientes informes del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, que hace unas semanas estimaron la expansión del PIB mexicano durante el periodo 2013-2018 en 2.36% y 2.45% anual, respectivamente.
Antes de llegar a la Presidencia, Peña Nieto había sido un duro crítico de los “pobres” resultados económicos de Calderón, e incluso los vinculó al aumento de la pobreza y de la inseguridad.
En marzo de 2012, al iniciar su campaña presidencial como candidato del PRI, el actual presidente dijo en Guadalajara que para combatir de manera eficaz la pobreza y la inseguridad el país requería triplicar sus tasas de crecimiento económico.
“México puede y México lo necesita”, aseguró entonces el candidato en un acto en el que lo rodeaban cientos de seguidores y en el que su esposa, Angélica Rivera, dijo que el exgobernador del Estado de México era “un hombre confiable al 100%”.
Pero según los datos de la Cepal, el FMI y el Banco Mundial, el balance económico de Peña Nieto fue casi tan deslucido como el de Calderón. El gobierno del priista logró un crecimiento anual apenas entre 0.15% y 0.29% mayor que el de su antecesor.
El exjefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, Guillermo Perry, afirma que las reformas estructurales que hizo aprobar en el Congreso el presidente mexicano durante el primer año de su mandato “no dieron finalmente los frutos esperados”, ya que “el auge del narcotráfico y la violencia deterioraron el clima de inversión”.
Señala que en ese resultado también incidió la debilidad política que exhibió Peña Nieto a partir de 2014. Ese año se produjo en Iguala la desaparición de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa y la periodista Carmen Aristegui reveló que el mandatario y su esposa habían construido una casa de 7 millones de dólares financiada por el Grupo Higa, uno de los contratistas más cercanos al gobierno. Meses después, el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán se fugó del penal de máxima seguridad del Altiplano.
De acuerdo con Perry, “estos son episodios particularmente críticos que llevan a una pérdida de confianza de los ciudadanos y de los inversionistas en los gobernantes y en las instituciones públicas”.
En estas circunstancias, señala en entrevista, “la gente piensa que los gobernantes no gobiernan a favor del bien común, sino para su propio interés, y que no son capaces de controlar los fenómenos de violencia y de narcotráfico”. Uno de los efectos de este fenómeno, indica Perry, “es económico, porque hace bajar la inversión”.
El doctor en economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts señala que en los años noventa, cuando Colombia vivía los momentos más álgidos de la narcoviolencia, se hizo un estudio que concluyó que el país perdía entre uno y dos puntos porcentuales de crecimiento al año por esa situación.
“La sintomatología que se observa en México no es muy diferente a lo que ocurría en Colombia. Por eso creo que el aumento de la corrupción que se percibió en estos años, la violencia y el narcotráfico, representan una carga importante para la economía mexicana”, dice el también exministro de Hacienda de Colombia.
Perry considera que la reforma energética aprobada en el primer año del gobierno de Peña Nieto creó “expectativas muy positivas” sobre la inversión que podría generar en el sector petrolero, pero la caída de los precios internacionales del crudo a partir de 2013 frustró las previsiones.
“Algunas de las reformas fueron menos importantes de lo que se pensó al principio. La reforma educativa no produjo los resultados que se esperaban, no hubo mejoras importantes en la calidad de la educación ni en la calidad de la cobertura”, sostiene el economista y exfuncionario del Banco Mundial.
Problema sin resolver
Para el exsecretario ejecutivo de la Cepal, el colombiano José Antonio Ocampo, el crecimiento económico que dejará Peña Nieto no sólo es “bajo”, sino que “está lejos” de la tasa de 5% anual a la que necesita México crecer para aspirar a satisfacer las necesidades básicas de su población más pobre.
“Sin crecimiento económico no hay posibilidades de desarrollo, y este es un problema que Peña Nieto no pudo resolver”, puntualiza.
Doctor en economía de la Universidad de Yale y codirector del Banco de la República de Colombia, Ocampo afirma que a pesar de que al actual presidente mexicano le tocó un mejor entorno internacional que a Calderón –quien enfrentó la crisis financiera de 2008 y 2009–, no pudo aprovechar ese factor.
Señala que el PIB mexicano habría crecido más este sexenio si Peña Nieto hubiera “repensado” la estrategia de desarrollo para incorporar nuevos actores al sector exportador. “Eso requería una inversión y una política en ciencia y tecnología más activas para hacer que las exportaciones mexicanas tengan más valor agregado, y eso no se hizo”, asegura.
De acuerdo con la Cepal, entre 2012 y 2017 las exportaciones mexicanas crecieron 10.2%, al pasar de 371 mil millones a 409 mil millones de dólares en ese lapso, pero las importaciones crecieron más: 13.2%. En el mismo periodo se pasó de un superávit comercial de 291 millones de dólares a un déficit de 10 mil 990 millones.
Ocampo hace notar que Peña Nieto afrontó una caída importante de los precios internacionales del petróleo, lo que impactó en forma muy negativa las finanzas públicas y la capacidad fiscal del gobierno.
El barril de crudo, que en 2012 se cotizó a un precio promedio de 109 dólares, se desplomó en forma paulatina hasta llegar a 26 dólares en 2016, año a partir del cual el precio comenzó a recuperarse.
El exsecretario ejecutivo de la Cepal señala que esta circunstancia económica fue “mucho más manejable” que la crisis financiera que le tocó a Calderón en 2008-2009 y que, además, durante el sexenio de Peña Nieto se presentaron tasas de crecimiento más altas en la economía de Estados Unidos, principal socio comercial de México.
Ocampo, quien de 2003 a 2007 fue secretario general adjunto de la ONU para Asuntos Económicos y Sociales, sostiene que “independientemente del entorno internacional, es posible para una economía como la mexicana crecer a tasas más altas con dos condiciones que no se dieron en estos años”.
La primera, explica, es la implementación de políticas productivas y tecnológicas que le permitan a México obtener “más provecho del desarrollo exportador exitoso” ya que, hoy, el contenido nacional de lo que se vende a otros mercados es muy bajo “y ser un país maquilador, por sí solo, no produce crecimiento”.
La segunda condición que debió darse “es el desarrollo del mercado interno y del mercado ampliado a Latinoamérica”, dice Ocampo. “Es mejor apuntarle más a negocios entre nuestros países que depender tanto del mercado de Estados Unidos. México tiene una gran oportunidad de ampliar su comercio con América Latina pero esto no fue aprovechado suficientemente en estos años”, añade.
Destaca, sin embargo, como un hecho positivo que Peña Nieto haya impulsado durante su sexenio la Alianza del Pacífico, un mecanismo de promoción del comercio y las inversiones del que forman parte México, Colombia, Chile y Perú.
También dice que el equipo del saliente mandatario mexicano ha tenido “un buen manejo macroeconómico” a pesar de que la inflación aumentó (llegó a 6.8% el año pasado) y de que la deuda pública federal pasó de representar 27.8% del PIB en 2012 a 35.4% el año pasado, lo que aún es “un saldo razonable”.
Décadas de bajo crecimiento
Peña Nieto dio continuidad a las políticas económicas de mercado y promoción de la inversión que comenzó Carlos Salinas de Gortari durante su sexenio (1988-1994) y que han mantenido todos los presidentes desde entonces, tanto priistas como panistas.
Ocampo dice que a pesar de que esa estrategia le ha dado a México estabilidad macroeconómica y un auge exportador, el crecimiento del país ha sido lento.
Con Salinas de Gortari, México creció a una tasa de 3.91% anual promedio; con Ernesto Zedillo (1994-2000), a 3.53%, y con Vicente Fox (2000-2006) bajó a 2.36%.
La expansión del PIB de México en las últimas tres décadas –desde Salinas de Gortari hasta Peña Nieto– ha sido de 2.85% por año. Si a ese porcentaje se le resta la tasa de crecimiento poblacional resulta que el ingreso per cápita de los mexicanos apenas se ha incrementado 1.3% al año, cifra claramente insuficiente para producir prosperidad y cerrar las enormes brechas sociales.
Eso explica en parte por qué México es el país latinoamericano que menos éxito ha tenido en el combate a la pobreza.
En 1990, la pobreza en Latinoamérica llegó a 48.3%, pero en 2017 ese índice había bajado 17.6 puntos al ubicarse en 30.7%, según la Cepal.
En ese mismo lapso, México apenas redujo en 4.1 unidades el porcentaje de su población pobre, que era de 47.7% en 1989 y se estableció en 43.6% el año pasado.
Incluso en el contexto latinoamericano el crecimiento económico de México ha sido bajo. “México, junto con El Salvador, es el país de la región que menos crecimiento ha tenido desde los noventa. Otros países latinoamericanos tienen las mismas políticas macroeconómicas pero crecen más. Este es un tema de patrones de crecimiento que en el caso de México puede estar asociado a su excesiva dependencia del mercado estadunidense”, señala Ocampo.
Por su lado, Guillermo Perry señala que “uno puede crecer de dos maneras: invirtiendo mucho o utilizando los recursos de la economía de manera más eficiente, y México tiene espacio para aplicar cualquiera de estas dos fórmulas”.
Es un hecho que el país que dejará Enrique Peña Nieto el próximo 1 de diciembre nunca se asomó siquiera a la ruta de la expansión que se requiere para combatir sus rezagos, en especial la desigualdad social.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) estima que entre 2012 y 2016 el número de mexicanos pobres se incrementó en 100 mil, al pasar de 53.3 millones a 53.4 millones en ese lapso, mientras que la pobreza se redujo de 45.5% a 43.6% en el mismo periodo. Este porcentaje es 11.9 puntos porcentuales más alto que el reportado en 2006.
Este reportaje se publicó el 2 de septiembre de 2018 en la edición 2183 de la revista Proceso.
Fuente: proceso.com