Para Joaquín López Dóriga, reportero
como pocos, por su premio Ondas
El drama social de la economía mexicana a partir de su modernización neoliberal de 1979 se resume en una frase del Plan Global de Desarrollo 1980-1983 que elaboró Carlos Salinas de Gortari en el gobierno de Miguel de la Madrid y que sigue vigente hasta la fecha:
–Un país crece como puede, no como quiere.
Las reformas de De la Madrid, Salinas, Zedillo y Peña Nieto, y las no-reformas de Fox y Calderón reorganizaron la economía para un modelo de acumulación privada de la riqueza que ha producido una centena de millonarios y decenas de millones de marginados.
La realidad actual de la economía mexicana se abrevia en tres cifras:
1.- Las reformas 1980-2015 –35 años– se hicieron con el objetivo de promover un crecimiento económico anual promedio de 6%-7%; en ese periodo la tasa promedio anual del PIB ha sido de 2.2%.
2.- El último reporte de la Comisión Nacional de Evaluación de las Políticas de Desarrollo social (Coneval) revela que la población no pobre y no vulnerable es de apenas el 20.5% de los mexicanos. Es decir, que el 79.5% de los mexicanos vive en situaciones de pobreza y vulnerabilidad.
3.- De acuerdo con un cruce de cifras, las diez familias más ricas de la lista de la revista Forbes suman una fortuna de 2.1 billones de pesos, el 11.4% del PIB.
Con todo y las últimas reformas estructurales y en un entorno de economía internacional que tiende a la baja, el crecimiento económico de México para el 2016 sería de 2%, con probabilidades de disminuir a lo largo del año. La meta gubernamental de 3.9% promedio anual para el sexenio será en la realidad de 2.1%.
El problema inmediato radica, ciertamente, en el diseño de la política económica con criterios de estabilización macroeconómica: el PIB que pueda lograrse a partir del objetivo central de una tasa de inflación menor a 3%. Sin embargo, el problema de largo plazo se localiza en los fracasos de los modelos de desarrollo 1950-1980 y 1980-2018.
De la economía para el bienestar bajo la rectoría del Estado en el periodo 1950-1980 se pasó a la economía para la producción sin distribución de la riqueza. En la actualidad, el modelo de desarrollo sin bienestar es un Frankenstein productivo: cada sexenio ha introducido reformas sin un nuevo principio rector.
Las reformas estructurales del gobierno peñista removieron otros obstáculos estatistas en la economía pero no crearon los mecanismos para la liberalización productiva real. La crisis del modelo de desarrollo necesita de un replanteamiento general de objetivos y de reformas de los modelos de producción industrial, agropecuario, energético y de servicios para la producción.
La doctrina del desarrollo de Miguel de la Madrid –crecer como se pueda, no como se quiera– es una versión mexicana vigente de la doctrina del Dr. Pangloss del Cándido de Voltaire: el mejor de los mundos posibles, no el mundo deseable. El conformismo gubernamental se asienta en la tesis de que es mejor crecer poco pero constante, pagando el costo de la marginación y pobreza de las mayorías.
Y por lo que ha planteado el secretario de Hacienda y precandidato presidencial para el 2018, Luis Videgaray, la segunda mitad del sexenio será la reproducción de la primera mitad.
Sólo para sus ojos:
- Los efectos políticos de la derrota del kirchnerismo en Argentina tendrá efectos en los populistas mexicanos, sobre todo López Obrador. Y más si se suman los fracasos populistas en Chile, Brasil y Venezuela.
- La reforma política que se cocina tendrá poco efecto reformador positivo y si incluirá candados que PAN, PRI y PRD vayan a ponerle a López Obrador. La gran reforma debería ser la del INE y el relevo de los consejeros electorales ya contaminados.
- Por cierto, fracasó la estrategia de López Obrador de restaurar la luz en viviendas que no han pagado su consumo. La idea de “luz regalada” iba contra la ley.
- A pesar de que va por la libre en difusión del tema menor de la evaluación educativa, Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública, no sube en las encuestas electorales.
@carlosramirezh