Paz y progreso: Mario Arturo Mendoza Flores

Print Friendly, PDF & Email

Debo ser muy cuidadoso y propositivo al momento de hacer un juicio respecto a lo acontecido el pasado martes 15 de febrero. Considero que las posiciones irreductibles o totales en nada ayuda a generar un escenario en donde el diálogo venga a sustituir a la violencia. Todos los oaxaqueños que anhelamos un estado en paz y en progreso debemos alentar la reconciliación y un ejercicio de autoridad responsable, donde prevalezca el apego irrestricto a la ley, sin distingos y sin concesiones. Las posiciones maniqueas donde sólo existan los buenos y los malos; los de blanco y los de negro; los pacifistas y los violentos, en nada contribuyen a una distensión del conflicto, el que para la mayoría de los oaxaqueños resulta impostergable y necesario.

 

Todo comienza con la primera visita del Presidente de la República Felipe Calderón a la nueva administración que encabeza Gabino Cué. Lo anterior horas antes de que el mismo titular del ejecutivo anunciara un decreto que autoriza la deducibilidad de los impuestos en el pago de colegiaturas en escuelas privadas. Hasta ahí las cosas marchaban bien, pues tal medida fue recibida con beneplácito por un amplio sector; mientras que en algunos otros, como el del magisterio fue tomado como una señal de agravio hacia los promotores de mejoras y apoyos a favor de la educación pública. Pero muy pronto dicha posición se magnifica, cuando se difunde que Calderón Hinojosa viene a inaugurar las instalaciones de una prestigiada universidad particular, lo que fue interpretado por los profesores de la sección XXII como una provocación. De ahí que la dirigencia magisterial haya decidido aprovechar el viaje de Felipe Calderón a Oaxaca para manifestarle su rechazo a tal disposición. Lo que desconozco, es si en algún momento los dirigentes magisteriales hicieron público su deseo de solicitar una audiencia con el Presidente de la República para entregarle personalmente dicho oficio, o no.

 

Por otra parte, fui testigo del aparatoso y hasta agresivo dispositivo de seguridad que el Estado Mayor Presidencial (EMP) dispuso en torno a los lugares en donde Felipe Calderón estaría presente. Comentando con otros oaxaqueños que ya han asistido a eventos similares anteriores, sostenían que nunca habían visto tal despliegue en torno a una visita presidencial. La justificación para tal dispositivo fue el alto riesgo al que la integridad del titular del ejecutivo federal y su esposa están expuestos a partir de su decidida lucha contra la delincuencia organizada; con la cual pudiéramos estar de acuerdo o no. Lo cierto es que al palacio de gobierno, en un principio no querían dejar entrar ni a los Presidentes Municipales de los Ayuntamiento indígenas que son la mayoría, pues los señores del EMP no sabían para que traían consigo un palo adornado con listones tricolores y que para los guardias pudiera convertirse en un arma de ataque; hasta que un funcionario de “alto nivel estatal” les dijo que dicho trozo de madera se conoce como “bastón de mando” y que en el caso de nuestros pueblos indígenas representa un símbolo de autoridad. No sin prepotencias y en ocasiones hasta con descortesías, uno a uno de los invitados fue tomando su lugar. Motivado por lo anterior, me atreví a preguntar quién tenía a su cargo la organización del evento, la respuesta fue tajante, donde está el Presidente quien se encarga es el EMP y para ello se coordinan con la Policía Federal.

 

Ya tenemos las dos partes: afuera un Sindicato de Maestros decididos a ser escuchados, adentro un aparatoso dispositivo de seguridad que restringía el acceso a quien carecía del distintivo de invitado, y aún con él. La pregunta que surge a la distancia de los hechos es ¿a nadie se le ocurrió proponer una representación del magisterio y pedirle a Felipe Calderón que los atendiera? ¿Por qué fue el Secretario de Seguridad Pública quien pretendió atender y negociar–sin éxito—la exigencia de los profesores? ¿Dónde estaban los operadores políticos que siempre dan la cara en otro tipo de eventos? Tal situación derivó en un escenario en donde se respiraba agresión en ambas partes, agresión que se desbordó y derivó en actos de violencia. Violencia que quiso  — o quiere, quizá deba escribir– ser aprovechada por grupos perfectamente identificados para atizarle más gasolina al fuego, y con ello generar un escenario de inestabilidad en el estado, misma que habría de llevarnos a preguntar ¿a quién le beneficia?

 

Para muchos las escenas aterradoras del 2006 vinieron de inmediato a nuestra mente; sólo que ahora la coyuntura social y política es distinta a la de aquéllos meses. A diferencia de ese año, hoy se cuenta con un Gobernador que asume la responsabilidad del mandato que la ciudadanía le otorgó y que no elude los problemas, sino que los enfrenta y les busca soluciones. No se puede negar que a “rio revuelto, ganancias de pescadores”, por lo que grupos políticos bien identificados pretendieron –otra vez, pretenden, debo escribir—aprovechar tal situación para demandar lo que en su momento no hicieron, pero que además la actual administración si viene realizando, que no es otra cosa que encauzar los problemas a través del dialogo y la búsqueda de acuerdos, sin que esto deba significar el obsequio de impunidades o de concesiones. Como ya lo señalé, debe ser el irrestricto apego a la ley, sin sesgos y sin distinciones la que debe regir dichas reuniones.

 

Existen opiniones en el sentido de que la Sección XXII del Magisterio debe revisar sus métodos de manifestación, ya que los que hasta ahora han llevado a la práctica por momentos se miran obsoletos y hasta caducos. De ahí, que a pesar del patrocinio de algunas “manos negras” porque regresaran las “barricadas”, no se haya encontrado el respaldo del pueblo, ese sabio pueblo que ahora mira con cautela y hasta con recelo el que se utilicen recursos que en su momento fueron indispensables para su protección y que – por qué negarlo– tanta irritación causaron entre la ciudadanía, como una forma de protesta y de expresión. Pero también hay comentarios en el sentido de que las formas en el gobierno aun no han cambiado, que las cosas se siguen haciendo de la misma manera que antes y lo más grave, hasta con las mismas personas que nunca estuvieron de acuerdo con un proyecto de cambio; pero ese será tema de un próximo análisis.

 

Por lo pronto convoquemos a la paz y el progreso de nuestro estado, a través del dialogo y la reconciliación. Digamos un rotundo ¡no! al divisionismo que tanto daño nos ha hecho. Oaxaca bien que se lo merece.