Durante lo que fue su última gira al estado de Oaxaca como Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa convocó a la sociedad oaxaqueña a privilegiar por sobre todas las cosas, las condiciones de paz y concordia entre la ciudadanía. “Nadie pretende unanimidad entre los oaxaqueños, pero sí respeto de unos a otros, y sobre todo, respeto a las y los visitantes, para que verdaderamente pueda obtenerse un ingreso económico digno para todos” sostuvo durante el evento relativo a la rehabilitaciòn y al rescate del Conjunto Monumental de Santa María Atzompa. Demasiado tarde el exhorto del titular del ejecutivo federal quien tuvo en sus manos desde el principio de su mandato, el generar las acciones que redundaran en esa “paz y concordia” que tanta falta nos hace, pero que no será con declaraciones rimbombantes como se alcance.
No se trata de generar las condiciones sólo de respeto para el turista, sino adicional de respaldo para los oaxaqueños que con desesperación vemos como la economía estatal continúa deteriorandose merced al secuestro del que frecuentemente somos víctimas los ciudaddanos, ya no sólo en el mes de mayo y por los profesores, sino ahora en cualquier fecha, por cualquier “grupo” y bajo cualquier argumento. De ahí que sostenga que para alcanzar esa “paz y concordia” que como buenos deseos nos obsequiara el Presidente, se tenga que hacer algo mucho màs profundo y ello por necesidad nos involucra a todos. Tal propósito pasa por el gobierno federal y estatal generando las acciones que permitan mitigar la lamentable pobreza que registra un alto porcentaje Oaxaqueños. A las autoridades de todos los niveles, ajustando su actuar a lo que la propia ley les faculta y obliga; sin miedo, sin temor, sin distingos y sin favoritismos. A nuestros representantes populares, dejando de alentar acciones que en aras de evidenciar su control y su poder, dañan lo màs sensible de nuestra convivencia diaria, poniendo incluso en riesgo la gobernabilidad del estado. A los líderes sociales, encauzando por las vías institucionales, políticas y hasta legales sus demandas, innovando sus formas de manifestarse y de expresarse; anteponiendo los intereses colectivos a los personales. A los empresarios, siendo solidarios con sus trabajadores ofreciéndoles certeza laboral y salarios decorosos. Al ciudadano, participando e informándose de lo que sucede, colaborando en las acciones que permitan mejorar el frente de su casa, la calle donde habita, la colonia donde vive. Pues será sólo y únicamente cuando todos nos decidamos romper con la inercia que nos dejó el 2006, cuando efectivamente logremos esa “paz y concordia” que demanda nuestro estado.
¿Por qué de qué otra manera se puede aspirar a ello cuando vemos a un pueblo ávido de oportunidades que le permitan salir de la ancestral pobreza que les ha sido heredada generación tras generación y que incluso ha llevado a los economistas a sub clasificar los grados de pobreza que hoy se manifiestan? Desafortunadamente se trata de gente que espera que sea el gobierno quien le venga a dar solución a sus problemas, pero como no siempre encuentran respuesta por parte de este, no falta el líder que organizándolos se erige como el defensor de sus causas obteniendo los apoyos que de otra forma nunca se hubieran logrado, pero que condenablemente tampoco suelen llegan a sus últimos beneficiarios, convirtiéndose los liderazgos en un buen negocio para unos cuántos, quienes de paso descubren que es a través del chantaje, de la presión y del condicionamiento hacia la autoridad, como mayor fortaleza demuestran, aunque con ello se nos vaya la “paz y concordia”.
¿Cómo anhelar y alcanzar esa “paz y concordia”, cuándo los jóvenes que egresan de nuestras universidades se enfrentan a un futuro incierto, falto de oportunidades y de desarrollo? Claro qué tampoco es tomando camiones o cerrando calles como se revertirá tal situación, sino cimentando las condiciones para generar las fuentes de empleos que les permitan a nuestros jóvenes ubicarse una vez que concluyan sus estudios profesionales, pero cómo hacerle para que los grandes inversionistas vean a Oaxaca como una opción para establecerse, cuando precisamente lo primero que observan son las faltas de condiciones para desarrollarse en nuestro estado. Por lo casi como el asunto del huevo y la gallina, tendremos que preguntarnos ¿qué va primero?, las condiciones para invertir y luego las oportunidades de empleo, o las oportunidades de empleo y luego las condiciones para invertir.¿No está muy difícil la respuesta verdad amigo lector? Entonces contribuyamos a revertir esa problemática, el lograrlo pasa por nuestra contribución.
Esa “paz y concordia” a la que nos invitó Felipe Calderón tiene que ver con una serie de cambios de hábitos, de actitudes y de formas de hacer y de pedir las cosas. Mientras sigamos sólo señalando al de enfrente o al de lado de lo malo que sucede en nuestro entorno y no asumamos la responsabilidad que nos toca, muy remotamente haremos que ambas vuelvan a ser características en un pueblo que por muchos años pudo desarrollarse gracias a ellas y que lamentablemente por malos gobiernos las fuimos extraviando hasta darlas por perdidas irremediablemente. No es necesario que nadie nos venga a decir lo que necesitamos, porque estoy convencido de que todos los sabemos, pero pocos hacemos lo que nos toca para revertirlo.
La “paz y concordia” debe pasar de ser una frase retórica a un propósito indispensable para alcanzar el desarrollo y el progreso que con tanta urgencia demandamos los oaxaqueños. Ya existe un pacto de gobernabilidad como propuesta para dar los primeros pasos para avanzar hacia allá, pero no todos han aceptado suscribirlo porque reconocen que al hacerlo terminarán con los mecanismos que les han permitido obtener prebendas a costa del retroceso de las mayorías. Es eso, la falta de voluntad de todas las partes, la que nos ha impedido romper con esa inercia a la que ya hice referencia párrafos arriba.
Aún estamos a tiempo.
Tuwiter: @Mario_Mendoza_F