Hay que partir de la maldición de Robert Michels sobre la “ley de hierro de la oligarquía”: los partidos, al carecer de instancias de juegos políticos internos, devienen en estructuras oligárquicas que dominan sus decisiones.
En una encuesta especial para el sitio indicadorpolítico.mx, la empresa Prospecta Consulting, dirigida por el doctor Rafael Abascal y Macías, estableció la severísima crisis de representatividad de los partidos políticos. Los datos más reveladores hablan –y critican– por sí mismos:
-70% de los ciudadanos consideran que los partidos no responden a las expectativas de los ciudadanos.
-70% señala que los partidos carecen de credibilidad y confianza.
-85% afirma que los partidos no aportan certidumbre política.
-70% dice que los partidos no son el cauce idóneo para canalizar las demanda de la sociedad.
-70% está seguro de que los partidos nunca cumplen con su oferta programática.
-60% cree que la causa de pérdida de competitividad del PAN y del PRD se localiza en las divisiones y falta de democracia dentro de los partidos.
Por tanto, existen los elementos para señalar que los partidos atraviesan por una crisis de legitimidad en el sistema político que se refleja en tres hechos:
-Los ciudadanos votan por las ofertas específicas y por los candidatos, no por los partidos.
-El 50% de los electores no va a las urnas y es abstencionista.
-Y el 60% de los ciudadanos se acredita no militante de partidos.
Lo malo es que en el modelo de democracia representativa son los partidos el único mecanismo de intervención de la sociedad en los asuntos de la polis y constituyen la instancia fundamental de representación de la sociedad en la presentación de demandas al interior del sistema político para transformarlas en políticas públicas.
La estructura oligárquica implica que un grupo domina las decisiones y los partidos carecen de mecanismos internos de ampliación de las participaciones: en el PRD gobierna una tribu y excluye a las demás, en el PAN decide a capricho el presidente en turno, en el PRI no hay más mando que el del presidente de la república en turno y en Morena el caudillo es López Obrador.
En teoría, los partidos políticos debieran ser el cauce de participación de la sociedad. El problema se está viendo en la actualidad: la aparición de candidatos independientes es producto del manejo oligárquico de los partidos políticos al decidir por la voluntad de la oligarquía dirigente; al no encontrar forma de competir por candidaturas, los aspirantes buscan espacios fuera, aunque no hagan más que enredar más el sistema de representación política.
El sistema de partidos como forma de expresión democrática ha derivado en un modelo de partidocracia oligárquica. Y esta situación ha llevado a una crisis de legitimidad: el PRI ganó la presidencia de la república y la mayoría parlamentaria con el 29% de los votos, algo así como el 10% del total de la población. Lo malo es que existe una mayoría que protesta en las calles y en las redes porque dentro de los partidos no existen condiciones de participación social.
Esta situación ha llevado a la necesidad de una gran reforma política y del poder que comience por abrir los partidos a la sociedad; si no, cada vez más una minoría se impondrá sobre la mayoría que seguirá reventando el sistema en las calles y en las redes.
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