No sin celebrar el acto cívico y democrático que significó la realización de elecciones en todo el país este domingo 7 de junio cuando estuvieron en juego más de 2100 cargos de elección popular, es preciso destacar la importancia de que México se abra cada vez más al mundo, con tratados internacionales para promover universalmente los valores de la civilidad y los derechos humanos y acuerdos de libre comercio para elevar la calidad de vida de sus habitantes, como lo ha hecho el Estado mexicano desde el gobierno y desde el Congreso Federal este sexenio.
En este marco, del 3 al 5 de junio diputados y senadores mexicanos acudimos a Bruselas, Bélgica, para participar en la Octava Sesión Plenaria Ordinaria de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana (Eurolat), para dar seguimiento y aterrizar diversas iniciativas de beneficio compartido para los pueblos de ambos hemisferios.
Eurolat, creado en el 2006, es el brazo parlamentario de la Asociación Estratégica Birregional, un espacio originalmente creado por la Unión Europea y varios países de América Latina, entre ellos México, para mantener un diálogo constructivo que se tradujera en acuerdos políticos, culturales y de promoción del libre comercio, con la defensa de la democracia y los derechos humanos como común denominador.
El principal acuerdo de la Reunión Interparlamentaria que terminó el viernes pasado, fue seguir impulsandolegislaciones y políticas en favor del planeta, la casa común de todos, promover los principios de la civilización occidental, de la democracia representativa y suscribir o ampliar acuerdos comerciales para un intercambio fluido, legal, equitativo y sinérgico de sus bienes y servicios, que redunden en un desarrollo pleno de la Unión Europea, América Latina y el Caribe.
En particular se dieron pasos firmes para concretar un instrumento muy puntualizado de colaboración comercial entre ambos bloques de países, la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión (ATCI), que como su nombre lo indica daría mayores facilidades al intercambio comercial y a la inversión de capitales, sobre todo de corporaciones europeas en los países de América Latina y el Caribe.
México específicamente, me permito reflexionar, necesita diversificar e intensificar sus relaciones comerciales con otros bloques y países, hoy concentradas en un 80 por ciento en el mercado abierto con sus vecinos del norte, a partir de la firma del Acuerdo de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, TLCAN, y su puesta en vigor a partir del primero de enero del 1994.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte permitió a la economía mexicana modernizarse e incrementar sus exportaciones con el mundo, al llevarlas de 60,882 millones de dólares en 1994 a 371 mil millones en la actualidad. Permitió también la despetrolización de la economía nacional, pues mientras en la década de los ochenta, 57 por ciento de las exportaciones mexicanas las representaba el petróleo, hoy ya no hay una dependencia aguda de las ventas de petróleo, ya que de los 371,000 millones de dólaresque se exportan, sólo 57,000 millones son exportaciones asociadas al petróleo y el resto son manufacturas.
Pero esa concentración de su balanza comercial en un solo bloque regional es una debilidad estructural que debe atemperarse con la diversificación. Ese es justamente el sentido de la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión (ATCI) de la que México formaría parte.
Como apunta en ese mismo sentido la iniciativa de impulsar la Asociación Transpacífica (ATP), materia también de la Octava Reunión de la Eurolat, pues tendría un mayor radio de acción: involucraría a la Unión Europea, América Latina, el Caribe y los países del Sudeste Asiático, los que están del otro lado del Océano Pacífico.
Otro punto importante fue debatir sobre los desafíos de la economía digital, las transacciones comerciales y de servicios por las cada vez más amplias avenidas de la tecnología de la información, el internet, que ya significa en algunos países de Europa hasta el 20 por ciento del comercio total, pero que en América Latina todavía no alcanza el 5 por ciento.
Pero no sólo de economía se deliberó en la Interparlamentaria de la semana pasada, también se habló de política y democracia: se coincidió en la necesidad de promover en ambos hemisferios, Europa y América Latina, legislaciones electorales que mantengan o en su caso promuevan el carácter mixto del financiamiento de los partidos políticos, el de origen público y el de naturaleza privada, pero evitando y sancionando severamente el financiamiento privado ilegal y oscuro.
La política social también fue parte de los debates y acuerdos: se destacó la importancia de los Objetivos del Milenio trazados por la ONU al cierre del siglo XX, la iniciativa más ambiciosa y estructurada en medio siglo, pero también se acordó profundizar la lucha contra la pobreza extrema y el hambre, es decir, llegar más lejos de la iniciativa original y multinacional.
Parte importante de los acuerdos fue revisar el impacto ambiental de la extracción del gas de esquisto, técnica conocida como fracking, la liberación de gas y crudo a partir de la inyección a gran presión de agua, arena y agentes químicos contra la roca, que tan rentable ha sido los últimos años en algunos países como Estados Unidos, pero con daños colaterales a los mantos acuíferos y a los equilibrios de la naturaleza que es preciso dimensionar. Si el desarrollo no es sustentable, es decir, no se preocupa y ocupa del planeta de las siguientes generaciones, no es un desarrollo genuino.
Al cierre de esta reflexión semanal no había aún resultados de la jornada electoral, resultados decisivos para profundizar o resaltar el necesario procesa de modernización de las instituciones de la República, rumbo a la plena competitividad, apertura y justicia a que nos llama el futuro. Sin embargo, con independencia de los resultados, lo que debemos condenar todos sin excepción son los execrables hechos de violencia. focalizados pero graves, que socavaron el derecho de los ciudadanos a elegir su destino personal y su destino colectivo.