Los caminos del derecho son prolijos y fecundos.
Ninguna otra profesión tiene tantas áreas de especialización como el Derecho.
El Derecho inunda toda la realidad, la contiene. No hay un momento de la vida que no se explique dentro del Derecho.
Las normas jurídicas y los principios que integran el derecho protegen a las personas y norman su comportamiento incluso antes y después del nacimiento y de la muerte.
Una de esas ramas es el Derecho Constitucional y su correlativa, el Derecho Procesal Constitucional.
El primero explica por qué y cómo es que las Constituciones organizan y limitan al Poder político; y configuran el contenido y los alcances de esa esfera protectora que los derechos humanos forman en torno a las personas.
Y el segundo abarca todos los medios de defensa que tienen las Constituciones para lograr que el Poder limite al Poder.
El constitucionalista es, más que un experto en Derecho Constitucional, un defensor de las Constituciones y de la realidad que ellas configuran.
Por ello su tarea práctica es hacer que otros que no son constitucionalistas entiendan el por qué y para qué están las Constituciones, cuáles son sus valores y qué se puede hacer cuando se incumple o se contraviene lo dispuesto en ellas.
Un constitucionalista es un defensor de los derechos humanos; es un protector del débil frente al fuerte, del ciudadano frente al poderosos; es guía que explica cada rincón del edificio constitucional; y luz de razón que alumbra los debates públicos que dejan a la gente con más dudas que certezas.
El partido del constitucionalista es la Constitución, el credo del constitucionalista es la Constitución, y su orientación ideológica es la Constitución.
Y no se trata de que las Constituciones deban permanecer iguales para siempre, por supuesto que se deben transformar porque son los hechos los que mueven al derecho.
Pero tampoco se trata de que esos cambios a las Constituciones obedezcan al capricho de una o de pocas personas.
Y el único garante que se tendrá para que las Constituciones sigan siendo hojas de ruta de nuestras sociedades es la cultura constitucional.
Y la cultura constitucional es, en los tiempos actuales, responsabilidad casi exclusiva de los constitucionalistas.
Están muy bien los congresos, los seminarios, las conferencias magistrales. Está excelente el diálogo permanente y fecundó entre expertos, incluso de países diversos.
Pero estaría mucho mejor el diálogo hacia abajo, para ir haciendo poco a poco de nuestras sociedades aulas abiertas a la enseñanza de la dimensión ciudadana del Derechos Constitucional.
Causas hay muchas, lo que faltan son Constitucionalistas.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca