Admiro y respeto el ejercicio de tan noble profesión. Hombres y mujeres que se rifan la vida informando con veracidad muchas veces en el límite de riesgo de su integridad. Ellos se ganaron el respeto porque fueron exigentes y estrictos con su profesión; posicionaron el periodismo como el cuarto poder porque nunca publicaban notas sin haber corroborado hasta el último detalle y en clara alusión a la importante influencia que tienen los medios de comunicación entre la sociedad y la opinión pública y, sobre todo, en muchos gobiernos y sus representantes.
Gracias a ellos muchos “periodistas” hoy se escudan tras bambalinas y, al amparo y escudo de la “libertad de expresión”, calumnian, difaman, dañan moralmente y provocan bullying y escarnio social. Amparados en la pluma, se convierten en sicarios que desenvainan sus notas con el privilegio de estar protegidos “por el gremio” y por un mecanismo de derechos humanos que les cobija para que puedan escribir lo que quieran convirtiéndose en verdugos de sus víctimas.
Personas, funcionarios e instituciones han padecido y tienen que soportar que, algunos -recibiendo dádivas (chayote según ellos mismos lo califican)- tengan que aguantar andanadas de sandeces producidas por fuego amigo, por envidias, por competencias y hasta por oculta admiración.
Así, la semana pasada se filtró un rumor de supuesto fraude de una persona, que de inmediato retomó una periodista relacionándolo indebidamente con mi hermana, conmigo y con mi Padre. Lamentablemente la Señora olvida que no es Ministerio Público para desahogar en su columna una errada investigación (y que bueno que no es así porque confundiría hasta las hormigas con los elefantes), olvida que tampoco es juez para sentenciar respecto a un chisme (me alegro de que no sea porque si hoy en los centros de readaptación social hay inocentes, habría muchos que -de acuerdo a su antipatía, aversión, desagrado y enemistad- estarían compurgando penas ajenas).
Suponiendo que, después de un debido proceso y de que se dicte sentencia, se llegara a confirmar lo que hoy es un rumor y un chisme (pues aunque hay una denuncia penal en contra de la persona, su jefe inmediato declaró que era un hombre cumplido, responsable hasta que se suscitó este incidente que no tiene que ver con el instituto), ¿por qué la opinadora lo relaciona falsa y dolosamente con mi hermana, conmigo y con mi Padre?
Hasta quien no tenga experiencia comprende que la intención es denigrar, denostar y manchar la buena fama de mi familia. Quizá la escribana desconoce que mi Padre, de feliz memoria para todos los Oaxaqueños, no puede ya defenderse porque descansa en Paz a pesar de quienes pretender mancillar su memoria. Y que fue uno de los mejores, más honestos y congruentes servidores públicos que ha tenido nuestro Estado en los últimos años. Debo también aclararle que mi hermana no está casada con la persona motivo de su nota y que le recomiendo que antes de publicar corrobore su información para evitar daños y perjuicios en contra de quienes no tengan nada que ver con sus escritos.
Nos hemos contagiado de lo más ruin de la sociedad para causar daño injustificado. Hace falta periodismo de verdad. Dijo David Felipe Arranz que “las noticias son un material complejo y resbaladizo, y aunque el periodista no es objetivo, sí deberían serlo sus métodos”. Hay que evitar ser embusteros. Por eso el periodista debe informar rigurosamente de la verdad; con objetividad e imparcialidad, evitando que sus fuente$ le hagan perder la credibilidad.
Oaxaca de Juárez, 11 de Febrero de 2019.
Marlene Aldeco Reyes Retana.