Ya ni es noticia ni llama la atención el que se hable otra vez de lo mismo. Pues a qué oaxaqueños le va importar que otra vez se le diga que antier, los de la sección 22 volvieron a cerrar toda la ciudad, si eso pasa todos los días.
Ningún oaxaqueño quiere volver a saber que antier –como volverá a suceder mañana y pasado mañana– cerraron por completo la ciudad. Y es cierto, mañana o pasado, nos van a volver a humillar con sus bloqueos, cierres a oficinas públicas y tiendas departamentales.
Ningún oaxaqueño quiere volver a saber que los maestros, cada que salen a hacer sus trastadas, se especializan más y más en avergonzarnos, deshonrarnos, desacreditarnos, degradarnos, ofendernos, insultarnos, vejarnos, ultrajarnos. Y cuando les protestamos nos patean, nos escupen y nos vomitan. Esto y más es lo que nos hacen los maestros de la sección 22 desde hace muchos años.
Antier nos ahorcaron, nos estrangularon, nos agarrotaron, hurtaron nuestra paz porque se apropiaron de todos nuestros espacios. Sus plantones no sólo quedan en la calle, sino que también perturban nuestra intimidad. Estos maestros tienen la virtud de cambiar sentimientos y confianzas conyugales en sus contrarios. Y todo por el capricho de que “aquí no pasas”. ¿Cuántos matrimonios no se han roto por que él o ella llegó tarde a la casa? ¿Cuántas úlceras han ocasionado los maestros de la 22, cuando no llegan los hijos a la casa o no se les encuentra?
Hablar de la sección 22, ya no es nada más hablar de la organización, es hablar de quienes la integran. Por eso, los mismos maestros ya se avergüenzan de decir a sus conocidos a qué se dedican. Si caminamos entre ellos en sus bloqueos, la mayoría se tapa la cara con los periódicos o revistas y no le permiten a nadie que los fotografíe.
Cuando un reportero gráfico se acerca a este grupo para hacer su trabajo, casi siempre es agredido físicamente por los mentores. Su actuar agresivo es porque se reconocen como los apestados de la sociedad. Ellos saben que son la vergüenza de sus hijos y de los oaxaqueños. Saben que ya no los aguantamos. El único respaldo que tienen es el del gobernador Gabino Cué, quien se ha referido a ellos como “mis amigos”.
Es cierto que los oaxaqueños ya estamos acostumbrados, curtidos a que nos cierren la entrada de nuestra casa, pero también estamos hasta el gorro de sus abusos.
Aunque no lo quieran creer estos maestros, a ninguno de los oaxaqueños nos gusta que nos amarren de la pata como a los animales, desgraciadamente así nos ve y así nos tiene la sección 22 y el gobierno del estado. No significamos nada para estos, de otra manera, teorizarían que los oaxaqueños somos seres pensantes y que nos duele lo que nos hacen.
Aunque no lo crean, nos gusta la libertad. Ni el gobierno de Gabino Cué ni la sección 22, nos reconocen como humanos, de otra manera, por lo menos el gobierno nos ofrecería una manera humana y digna de vivir.
Cuando algún ciudadano protesta por tantos bloqueos ofrecidos a los oaxaqueños, siempre, siempre el gobernador sale a defenderlos, y más, si se trata de sus amigos de la sección 22.
Otra vez la sección 22: Horacio Corro Espinosa
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