Osorio Chong: en la derrota, le quedará la apuesta de hacerse de los despojos del PRI: Adrián Ortiz

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Toda competencia —máxime las de orden político— tiene dos caras: la primera, en la que todos piensan, apunta a la victoria y en ella se tiene la idea de que todos caben. Pero en la segunda, sólo quedan los que apuestan al mediano plazo. Parece ser el destino manifiesto de Miguel Ángel Osorio Chong ante el panorama incierto de una eventual victoria priista en la contienda presidencial. Quizá, en el primer escenario, valga convertirse en senador; pero, en el segundo, seguramente valdría mucho más quedarse con el PRI.

En efecto, la tarde del pasado miércoles se confirmó la separación de Osorio Chong de la Secretaría de Gobernación. Ocurrió en el contexto de los movimientos en el gabinete federal relacionados con quienes irán a las cámaras legislativas como diputados y senadores. No obstante, el movimiento de Osorio tiene lecturas más de fondo que no está por demás analizar y contextualizar no sólo en el escenario posible de la victoria priista sino, sobre todo, en el de una posible derrota.

¿De qué hablamos? De que, por un lado, a Osorio se le ha asociado hasta ahora con las expresiones de inconformidad de diversos sectores priistas, que no parecen muy contentos con la postulación de un no-militante como candidato presidencial de ese partido. En lo personal, porque a Osorio se le ubicaba como uno de los principales aspirantes presidenciales dentro del gabinete federal. Y en lo político, porque Osorio era la máxima representación de ese núcleo duro priista que se construyó desde las bases del partido, y que llegó a la cúspide del poder político —gubernaturas, cargos legislativos de primer orden, secretarías de Estado— con base en la disciplina partidista y la capacidad de ver siempre con recelo y rechazo cualquier otra militancia o preferencia política.

En ese contexto, Osorio Chong era la encarnación de la continuación de la liturgia priista, frente al ya conocido y ejercido pragmatismo por el Presidente Enrique Peña Nieto en la toma de las decisiones más importantes de su gobierno y de su grupo político. Por eso, al haberse decidido por José Antonio Meade, a Osorio Chong no sólo debía darle salida del gabinete federal sino, además, permitirle la posibilidad de ser uno de los principales herederos del PRI en el siguiente sexenio. Para todos dentro del gobierno federal, y del PRI, el único escenario posible es la victoria, y un nuevo ajuste entre el gabinete y las posiciones legislativas. Sin embargo, el lado B de la historia se centra en una posible derrota que tendría un solo superviviente seguro y, por ende, un solo ganador: Osorio.

Hoy todos intentan construir una victoria, porque ello sería la garantía cómoda de la supervivencia de su grupo político y, sobre todo, de la no persecución judicial. La cuestión es nada sencilla porque hasta ahora ningún indicador genera confianza en que puedan construir la victoria que todos pretenden, y cada vez resulta ser más visible la posibilidad de que puedan terminar siendo juzgados —políticamente, como grupo; y judicialmente, en lo particular— por sus actos y decisiones, si al poder presidencial llega un grupo político distinto al suyo.

Esto no sólo tiene base en sus actos, sino al aparente punto clímax al que ha llegado el encono nacional. Ello contextualiza la determinación priista por ganar al precio que sea; pero también las garantías de blindaje a quienes —como Osorio— decidieron alinearse a las decisiones presidenciales.

UN HEREDERO

Pase lo que pase, Osorio Chong será Senador de la República; será, además, coordinador de la bancada del PRI en la Cámara Alta; está seguro desde ahora, porque a menos que comiencen a perseguirlo antes del 1 de septiembre próximo, gozará de la inmunidad o fuero constitucional, para no ser molestado judicialmente al menos durante los siguientes seis años que funja como Senador. Si el PRI gana la elección presidencial, incluso tendrá margen para negociar su retorno al gabinete federal. Pero si pierden será uno de los pocos que termine cayendo parado.

¿Por qué? Porque Osorio intentaría ser una especie de Manlio Fabio Beltrones, de su propio tiempo. ¿Qué hizo el sonorense? Convertirse en uno de los herederos y líderes morales de las derrotas priistas en los tiempos en los que había gobiernos federales panistas. Luego del desastre que en 2006 provocó en el PRI Roberto Madrazo Pintado (otro heredero de los despojos priistas luego de la derrota del año 2000), hubo una especie de orfandad entre las principales figuras y liderazgos priistas —cuestión de la que en aquellos años también se aprovechara Enrique Peña Nieto como Gobernador del Estado de México—, hasta que surgieron personajes como Beltrones o Emilio Gamboa Patrón, que no eran necesariamente populares entre los electores —ninguno de ello se midió en una elección para acceder a las diputaciones y senadurías que han ocupado en los últimos años—, pero eficaces y experimentados operadores priistas.

Osorio, pues, intentaría hacerse del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, además de mantener los espacios que desde ahora ya tiene seguros. Una derrota en la elección presidencial, además, devastaría al actual grupo gobernante y prácticamente lo desplazaría de las decisiones más importantes, a partir del estigma de la derrota. Y esa transición del CEN priista tendría que pasar por las manos de las únicas figuras de relevancia que podrían quedar, y con las que tendría que negociar el nuevo presidente para la aprobación de sus iniciativas.

¿Cuáles serían sus fortalezas? Continuar influyendo, como un fiel de la balanza, entre los gobernadores priistas, en la consolidación de sus propios proyectos sucesorios y políticos. Tendría, pues, amplia capacidad para empujar candidaturas a todos los cargos en los tres ámbitos de gobierno, y fortalecer su posición de jerarca heredero de lo que quedó de aquel poder presidencial que alguna vez tuvo Peña Nieto.

Finalmente, es poco probable suponer que con una derrota en la elección presidencial, el PRI desaparecería. Eso mismo se decía en el año 2000 y no ocurrió. Más bien, habría que ver quiénes serían los herederos de esa derrota y, con perspicacia, preguntarse desde ahora —como un simple ejercicio de trabajo— si a esos personajes les convendría más la derrota que la victoria en los comicios de julio.

¿COLUDIDOS?

Con tantos personajes de la farándula postulados por Morena, cabe la pregunta de si algún día de estos ese partido cambiará su nombre a “Morena Azteca”, ya que de esa televisora —la contra de Televisa— está postulando a personajes casi a destajo. Ahí están Esteban Moctezuma, Lilly Téllez, Sergio Mayer y varios otros que seguirán sumándose a las decisiones frívolas de ese partido.

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